crónicas de gustavo

Buenos y malos

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Buenos y malos

Estoy en el bando de los buenos. Como rana he tenido cierta experiencia en el mundo cinematográfico y en las películas es muy habitual encontrar el bien y el mal representado de muy diversas formas. Lo habitual es que en las películas que acaban bien, los buenos suelen ganar, a pesar de que los malos suelen contar con más recursos económicos y de los que hagan falta. Por supuesto, los malos siempre justifican su actitud, creyéndose, de forma más o menos sincera, en posesión de la verdad. O comprándola.

En una película muy real que estamos viviendo hoy en día hay dos posiciones muy enfrentadas. Por un lado estamos los que luchamos por un modelo de desarrollo comprometido con el lastimado medio ambiente y creemos que hay establecer políticas, en general, y concretamente energéticas que ayuden a frenar el ya terrible cambio climático y seguir creando industrias, empleo y riqueza. Pero por el momento, desgraciadamente, no tenemos la fuerza que quisiéramos.

Por otro, están los políticos y grandes empresarios que someten sus decisiones y estrategias a la rentabilidad a corto plazo y minimizan, cuando no desprecian, todo lo referente al problema global que representa el ignorar un modelo de desarrollo que agudiza el problema mencionado y basan su modelo en la importación de combustibles. Estos sí que tienen fuerza, mucha fuerza.

Un ejemplo: en un reciente artículo, Paul Krugman, premio Nobel de Economía 2008 y profesor en Princeton, explica cómo Mitt Romney acusa a Obama de organizar un complot para subir la gasolina. Le acusa de fomentar el desarrollo ferroviario en USA para acabar con el estilo de vida americano y muestra su firme convicción de que el cambio climático es una patraña conspirativa con la complicidad de miles de científicos corruptos. Krugmam expresa su perplejidad ante esta peligrosa, interesada y bien orquestada paranoia.

En España, en su paranoia particular, el sector energético no titubea acusando a las renovables de los grandes males del sistema, mientras no dudan en utilizarlas impúdicamente en su publicidad, sabedores de los valores que transmiten a sus clientes por lo que significan de bueno para la sociedad. Es de risa ver esos anuncios tan bucólicos en el suplemento de energía del pasado 25 de marzo en El País, en el que un periodista usa la información suministrada por Unesa para explicar las tarifas eléctricas y demonizar a las renovables por sus costes.

En Tokio, el mes pasado, un solo hombre (eso sí, uno de los más ricos de su país), Masayoshi Son, ha movilizado Japón al cumplirse un año del desastre de Fukushima. Convencido de la necesidad del cambio de modelo energético, se ha apuntado al bando de los buenos con fuerza y entusiasmo y las Eléctricas y el Gobierno japoneses han comenzado a apoyar esta vía, impulsando programas que facilitarán la rápida implantación de las energías renovables. En Japón la película no la han ganado los buenos. La acabarán ganando todos, a costa de una terrible catástrofe que desgraciadamente ha sido el catalizador del cambio hacia un final feliz.

Entendemos sobradamente las razones por las que las Eléctricas atacan a las renovables, pero estoy seguro de que, como en las películas, saben que en el fondo no tienen toda la razón. Que lo que es bueno para ellos en el corto plazo, como aumentar las emisiones un 35% el año pasado y seguir dependiendo del gas y el petróleo (que seguirá subiendo) es muy malo para España y que al final, lo acabará siendo para sus compañías. Sabemos que son más fuertes y poderosos, pero deben pensar en nuestro país y en las consecuencias de su obstinada, cortoplacista y egoísta actitud.

Iberdola ha demostrado ese poder colocando a dos buenos profesionales en puestos de influencia en el Ministerio de Industria y en la secretaría de estado de Energía. Tanto el señor Gascó como la señora Sicilia conocen bien las renovables y, aun sabiendo por qué están ahí, deberían facilitar un diálogo imprescindible para imponer el sentido común y facilitar una conciliación de intereses con el sector de las renovables y por el bien de todos. Necesitamos un final feliz sin grandes dramas por medio. Desgraciadamente ya ha habido unos cuantos, pero estamos a tiempo. O al menos eso espero.

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