¿Qué pasó una vez acabó la carrera?
Cuando terminé la universidad, en España teníamos el impuesto al Sol, así que me puse a trabajar en una empresa de energía eólica, porque la energía solar estaba paralizada. Pero, en cuanto descubrí el potencial de la energía solar decidí convertirme en un activista energético, construí una bicicleta eléctrica con unos paneles solares (con tres paneles solares de 180 vatios) y con ella recorrí España haciendo más de 20 manifestaciones en diferentes ciudades para reivindicar un cambio de ley. Eso fue en 2017–2018, y ahí descubrí las empresas sociales y conocí mucha gente del mundo de las energías renovables que estaba intentando sacar adelante la energía solar.
Afortunadamente, a finales de 2018 es derogado el impuesto al Sol y a principios del año siguiente comienza a legislarse a favor del autoconsumo. Tímidamente, pero a favor. ¿Dónde está en ese momento Eugenio?
Pues en ese momento es cuando empiezo a crear una empresa de energía solar, una empresa que empieza a hacer proyectos sociales como, por ejemplo, la instalación de paneles solares con baterías de vehículo eléctrico reutilizadas en la Cañada Real, cuando a ese barrio de 6.000 personas (la mitad, menores), se le corta la luz de un día para otro por un tema urbanístico-político. Hicimos cientos de instalaciones y ahora es un barrio que se alimenta principalmente de energía solar [las autoridades no han restablecido el suministro en la Cañada].
Debut intenso…
Sí, fueron tres años de proyecto (el corte primero tiene lugar en 2020) y ahora estamos con el mantenimiento de las instalaciones. Lo que hicimos fue formar a los electricistas del barrio para que fueran capaces de instalar ellos mismos los paneles solares a los vecinos. Y también hicimos un fondo de financiación para que las familias pudiesen pagar poco a poco, mes a mes, el coste de las instalaciones, según se ahorraban en gasóil, porque es que estaban usando motores diésel para tener una o dos horas de electricidad al día.
¿Cuántas familias se beneficiaron de esa iniciativa?
Alrededor de 100 familias, o sea, unas 400 personas. Se instalaron como 250 kilovatios en total y entre 560 y 580 kilovatios hora de almacenamiento.
¿Y cómo se financió esa operación exactamente?
Fue a través de una herramienta que creamos, que se llama Solar Crowd, de crowdfunding. Lo que hicimos fue pedir a la gente de nuestra comunidad, la comunidad de Solar Crowd, que nos hiciese préstamos. Conseguimos así préstamos a dos, tres años, a un interés muy bajito, al cero, al dos, al cuatro por ciento, y con eso las familias podían ir pagando mes a mes el coste de la instalación sin necesidad de hacer un desembolso. Porque algunas no tenían ahorros.
¿Y ya se le ha devuelto el dinero a los “prestamistas” de Solar Crowd?
Hubo algunas familias que se retrasaron en los pagos, y tuvimos que actuar con un fondo de seguridad que habíamos dimensionado con donaciones. Hoy todos los prestamistas han recuperado su dinero.
¿Fue fácil lograr que la gente se animara a prestar su dinero para este proyecto?
Se empezó con incertidumbre, pero, luego, a medida que íbamos devolviendo el dinero, la gente se fue animando más, y ahora mismo somos capaces también de recaudar fondos y préstamos para otros proyectos, como centros de acogida. Hay centros donde a lo mejor hay 50 personas residiendo que no tienen subvenciones ni financiación pública alguna y que tienen que buscar donaciones constantemente para pagar la factura de la luz, porque igual el edificio lo tienen cedido, pero la energía la tienen que pagar.
El caso es que ya hemos hecho instalaciones en un centro de acogida en Sagunto, en la Fundación Lázaro en Madrid, que acoge a personas sin hogar. En Toledo.
Tengo entendido que el caso de Toledo fue un tanto singular y que es un poco allí donde surge la idea del autoconsumo remoto…
Sí, cuando llegamos allí, a poner las placas solares, nos encontramos con que había una protección de Patrimonio, por motivos históricos-culturales, y no podías hacer la obra. Así que buscamos soluciones y… llegamos al autoconsumo remoto. Empezamos entonces a desarrollar parques solares en España conectados a la red eléctrica para verter esa energía a la red y, a través de la factura de luz, creamos la comunidad, creamos una comercializadora que se llama Comunidad Solar para, que a través de la factura de la luz, se pueda entregar esa electricidad solar, a coste cero, a quien no pueda ponerse placas en el tejado. Y la única diferencia que existe con el autoconsumo convencional es que tienes que pagar el transporte de esa energía, lo que no sucede cuando tienes los paneles en tu tejado.
¿Y sigue saliendo rentable así el “autoconsumo”?
Sí. Aún así te sale mucho mejor que pagarle la energía a una empresa tradicional, que te va a cobrar 15 o 20 céntimos por la electricidad. Si tienes paneles solares en una planta fotovoltaica te sale la energía a 3 céntimos si divides lo que te ha costado el panel con toda la energía que te produce en 30 años. Eso es cuatro o cinco veces más barato. Así que decidimos desarrollar esa solución ya no solo para centros de acogida, sino para todo tipo de hogares en España, porque el 70% de la población vive en zonas urbanas donde no hay suficiente tejado para poner paneles solares. Nosotros hemos puesto en marcha casi 30 instalaciones solares para autoconsumo en comunidades de vecinos, instalaciones compartidas, pero en ocasiones te tocan solo dos o tres paneles (porque no hay mucho hueco), cuando una familia igual necesita seis, o siete, u ocho. Bueno, pues ahora puedes complementar eso con las instalaciones en remoto, comunidades energéticas en remoto, que es así como las llamamos.
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