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Autoconsumo 2.0

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Dos gigavatios. Esa es la cifra en torno a la cual se mueven las estimaciones. Tanto la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), como la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA), manejan ese guarismo: a finales de este año 2022 —prevén ambas— el parque nacional de instalaciones de autoconsumo habrá crecido en dos gigavatios, quizá algo más. O sea, que, si a finales del año pasado había en España alrededor de 2,7 gigas de potencia acumulada en autoconsumos, a finales de este podríamos estar hablando de cerca de cinco.
Autoconsumo 2.0

La dolce vita. El autoconsumo está viviendo un momento dulce en España. Muy dulce. Ni la pandemia, con sus confinamientos y su consiguiente impacto en la fabricación (y sobre todo en la logística); ni la guerra y la incertidumbre que acarrea (inestabilidad económica y emocional), han podido con esta solución de ahorro, que está disparada. No siempre fue así. Hace ahora exactamente diez años (los mismos que cumple estos días UNEF, por cierto), Iberdrola levantaba en la Feria Genera la bandera del impuesto al Sol. En aquella edición —Genera 2012—, el responsable de Prospectiva Regulatoria de la compañía presentaba una ponencia —titulada Análisis del autoconsumo en el marco del sector eléctrico español— en la que proponía un fuerte incremento del término fijo de la factura y en la que establecía “la necesidad de una tarifa de respaldo”. La propuesta era gravar con esa “tarifa” el autoconsumo (la que Iberdrola denominaba entonces “tarifa de respaldo” es lo que luego se conocería coloquialmente como impuesto al Sol).

Pues bien, lo que hizo el Ejecutivo Rajoy fue poco menos que calcar la propuesta de Iberdola, es decir, incrementar a partir de 2013 el precio del término fijo de los costes de acceso, la potencia (en algunos tramos hasta en más de un 100%) e incluir en el Real Decreto de Autoconsumo de 2015 el impuesto susodicho, que disuadió de dar el paso a muchos potenciales autoconsumidores. Y eso que el sector ya estaba perfectamente preparado para dar el salto de los parques solares en campo... al autoconsumo doméstico. Un sector que estaba cuajado de profesionales experimentados que estaban ya listos para ejecutar obra y que empezaban a surfear ya toda una ola de precios —del panel solar, del montaje— que caían en picado, y que empezaban a llevar al autoconsumo al lugar que hoy sin duda ya ocupa: el de esa solución de ahorro cada vez más atractiva y accesible para cada vez más ciudadanía.

Pero...
El miedo a un impuesto cuyo impacto nadie sabía con precisión cuál sería (la incertidumbre), las trabas administrativas incluidas en el Real Decreto de Autoconsumo que alumbrara el Ejecutivo Rajoy (trabas que complicaban sobremanera la regularización de las instalaciones), las desmesuradas exigencias técnicas (que elevaban la instalación de autoconsumo a la categoría de poco menos que una central nuclear, encareciendo el producto) y las campañas de desprestigio y erosión lanzadas desde las más altas instancias de la administración hicieron el resto (el ministro Soria decía de los autoconsumidores que eran insolidarios y su escudero Alberto Nadal —secretario de Estado de Energía— los llamaba depredadores).

“Depredadores” contra los consumidores normales, al pretender con el autoconsumo no abonar costes fijos del sistema y endosárselos a los demás. Lo contaba el periodista Tomás Díaz en El Economista, diario poco sospechoso de bolivarianismo. Nadal había elegido para soltar su perla nada más y nada menos que el Club Español de la Energía y la presentación, allí, del Balance Energético 2015 y Perspectivas 2016. Depredadores.

El caso es que Iberdrola había sembrado la semilla en Genera 2012 y, entre unas cosas y otras, el autoconsumo perdería casi siete años que seguramente nunca podrá recuperar.]

¿Damnificados? Pues, entre otros, el empleo, que apenas creció en el sector fotovoltaico: de 11.500 empleos directos en 2012 a 13.274 a finales de 2018 (+1.700 empleos, datos APPA, en seis años). Lenta-lenta progresión, pues, cuando el sector podría haberse disparado ya a principios de la década.

[Bajo estas líneas, gráfico de la International Renewable Energy Agency que repasa la evolución del empleo en todas las tecnologías renovables a escala global. El sector fotovoltaico, prácticamente paralizado en España durante siete años, es el que mejores guarismos presenta de todos los renovables y el que todas las previsiones apuntan como líder en los próximos año]

Y es que era evidente que la fotovoltaica estaba llamada a despegar. El precio de los módulos FV ha caído un 75% en los últimos 36 meses, titulaba Energías Renovables en mayo de 2012, de la mano de un informe de Bloomberg New Energy Finance.

Seis años después de aquel titular, en octubre de 2018, era por fin derogado el impuesto al Sol y todas las previsiones ya presentes en 2012 comenzarían por fin a materializarse. ¿Por ejemplo? En materia de empleo: crecimiento lento-lento (+1.700 empleos) en los seis años de la noche del impuesto al Sol (hasta alcanzar los 13.200 en el año 2018); crecimiento ahora disparado. El informe Energías renovables y empleo: revisión anual 2022, que acaba de publicar la Agencia Internacional de las Energías Renovables, cuantifica en 31.500 puestos de trabajo los que sostenía el sector solar fotovoltaico nacional a finales de 2021: de 13.000 a 31.000 en solo tres años.

La Institución Ferial de Madrid (Ifema) hacía balance hace solo unos meses de la última edición de la Feria Internacional de Energía y Medio Ambiente, Genera 2022, evento en el que participan empresas de los sectores eólico, de la biomasa, solar térmica, termosolar, energías marinas, geotérmica y... fotovoltaica. Pues bien, en ese balance Ifema, que es la entidad que organiza todos los años Genera, incluía un dato muy revelador: el mayor crecimiento de expositores en Genera 2022 se ha producido en el área de solar fotovoltaica, con un 70,5% más que en la edición anterior.

Sí, momento dulce
En el año 2014 en España solo se instalaron 22 megavatios de potencia en autoconsumos (instalaciones aisladas para uso agrícola fundamentalmente); algo más, cuarenta (40 MW), fueron los megavatios puestos en marcha en 2015 (el año en el que el Gobierno Rajoy aprueba el impuesto al Sol). Los números de los años siguientes son 56 megavatios en 2016; 122 en 2017; 238 en el 18 (el Gobierno entrante deroga el impuesto al Sol en octubre de ese año); 459 en 2019; casi seiscientos (596) en el año del Covid (2020); y 1.203 (dato UNEF) en 2021. Es decir, que el autoconsumo se ha multiplicado por diez en cuatro años: 122 megas en 2017, alrededor de 1.200 en 2021. Y que este año entramos en el 2.0. Gigavatios. Por lo menos, según todas las estimaciones.

Y la progresión parece imparable. El Gobierno aprobó en diciembre, hace nueve meses, su Hoja de Ruta del Autoconsumo, un documento que marca el objetivo de alcanzar los 9.000 megavatios (nueve gigas) en autoconsumos en 2030, cifra que el mismo documento amplía hasta 14.000 (catorce gigavatios) en el escenario más optimista. Según APPA, a finales del año pasado, cuando se aprobó la Hoja, ya había del orden de 2,5 gigavatios de potencia acumulada en instalaciones de autoconsumo en nuestro país (según UNEF, unos 2,7). Y, según ambas, ahora (finales del 22) podríamos estar cerca de los cinco gigas, por lo que parece que alcanzar los nueve es más que probable mucho antes del horizonte 2030.

Aunque todas las asociaciones llevan años diciendo que no hace falta subvencionar el autoconsumo (porque los ahorros que produce son ya lo suficientemente atractivos como para convencer de sus bondades al cliente), lo cierto es que las subvenciones siguen llegando. Y siguen llegando por mor de la lucha contra el cambio climático, por mor del Covid, y por mor de la guerra (resulta que ahora hemos descubierto que es mejor ser independientes energéticamente que comprarle la energía a países... conflictivos).

Lluvia de millones
El caso es que la lluvia de millones es considerable. El Gobierno anunció en junio del año pasado 1.320 millones de euros en ayudas para instalaciones de autoconsumo (hasta 900 millones), almacenamiento detrás del contador (hasta 220 millones) y climatización con energías renovables (hasta 200 millones). Y el mismo Gobierno, en el mismo mes de junio (pero del 22), ha anunciado que amplía en 505 millones de euros el “Programa de incentivos al autoconsumo, el almacenamiento energético y las instalaciones térmicas con renovables”. El impuesto al Sol y las subvenciones (en las antípodas el uno de las otras) han estado muy presentes en el III Observatorio Estratégico del Autoconsumo Fotovoltaico de Solarwatt, que es un fabricante de soluciones fotovoltaicas (paneles, baterías, etcétera).

El Observatorio fue presentado en junio y alumbra conclusiones realmente llamativas: la legislación —señalan los autores del estudio— está “fundamentalmente presente en el discurso de los clientes potenciales”. La mayoría de ellos percibe la existencia de “un vacío legal que genera incertidumbre, inseguridad y sensación de desprotección”. Además, la posibilidad de que gobiernos futuribles hagan modificaciones en leyes vigentes es otra de las preocupaciones de los posibles compradores, que recuerdan el llamado impuesto al Sol, vigente entre 2015 y 2018.

Las ayudas (subvenciones) constituyen —apuntan desde Solarwatt— otro de los objetos de interés más frecuente entre las personas encuestadas por el tercer Observatorio. Y la preocupación ahí radica en el hecho de que estas “van y vienen”, lo que produce una inseguridad que hace que las personas crean que no saldrá rentable invertir en cambiar a la energía fotovoltaica.

“Este es otro de los obstáculos —explican los autores del estudio— que más mencionan las empresas [instaladoras], ya que la inestabilidad hace que su flujo de clientes varíe acorde a las nuevas normativas y ayudas”. A pesar de ello —matiza el fabricante—, la legislación “no supone un freno para los clientes, que la perciben como una mejora frente a las ocasiones anteriores”.

Y una tercera conclusión así mismo llamativa: el III Observatorio Estratégico del Autoconsumo Fotovoltaico de Solarwatt también señala a la “evolución tecnológica” como inconveniente: “el rápido progreso de las placas lleva a la conclusión de que probablemente los modelos actuales queden desfasados antes de su amortización. La larga longevidad del producto, en torno a los 25 años, resulta más un inconveniente que un llamamiento, ya que provoca que se posponga la instalación a la espera de una tecnología más actualizada”.

Futuro
El sector, en todo caso, no cesa de hacer propuestas nuevas. Los modelos de negocio se diversifican. El más tradicional es el de ese autoconsumidor que puede financiar por su cuenta la instalación (vía recursos propios o vía crédito):

• contrato a una empresa para que monte las placas solares sobre el tejado de casa, y esta se encarga de ejecutar la obra y de todo el papeleo y me proporciona un producto llave en mano;

• dos: la empresa especializada en autoconsumo se encarga de la obra, del papeleo y de ofrecerle al cliente fórmulas varias de financiación;

• y tres: la empresa especializada en autoconsumo costea la instalación (inversión cero por parte del cliente), y gestiona durante unos años esa instalación de modo tal que le asegura un ahorro al cliente y se asegura ella misma un margen de beneficio. El modelo de negocio es el siguiente: es la empresa instaladora la que financia el proyecto. A continuación, y una vez puesta en marcha la instalación, la empresa vincula a su cliente a un contrato de 10, 12, 15 años a lo largo de los cuales la empresa vende la electricidad que produzca la instalación solar a su cliente a un precio menor al que el cliente está pagando ahora mismo (así el cliente ahorra desde el minuto cero sin invertir ni un euro y la instaladora va recuperando su inversión a la par que fideliza al cliente). Una vez hayan transcurrido esos X años, o una vez la cantidad de energía autoconsumida haya alcanzado los megavatios hora acordados, la instalación pasa a propiedad del cliente. Las instalaciones solares fotovoltaicas tienen una vida útil mínima de 25 años (si bien hay fabricantes de placas solares que garantizan sus productos durante hasta 40);

• y, por fin, el último modelo es el de la batería virtual, o bolsa de energía, o cuenta verde.

El modelo está en fase de construcción. De él nos habla Jon Macías en la entrevista que incluimos la edición de octubre, en papel, de Energías Renovables (la revista, ER 215). Lo que grosso modo plantea la batería virtual es superar las restricciones que la ley ha establecido para la compensación de excedentes (excedentes son esos kilovatios hora que genera nuestro tejado solar pero que no usamos porque no estamos ese sábado en casa). Tenemos derecho a que la comercializadora nos compense esos kilovatios, pero la Ley restringe la compensación al valor económico de la energía consumida durante el mismo mes (el mismo período de facturación). Es decir, la energía que se inyecta de nuevo a la red nunca puede ser superior a la utilizada de la red.

¿Qué proponen las muy pocas comercializadoras que empiezan a explorar esta solución? Te guardamos la energía que no puedes compensar (porque en verano estás de vacaciones, por ejemplo) y puedes usar esa energía en forma de descuento tanto en la misma factura, como en otras facturas posteriores. Superamos así la limitación de la compensación de excedentes (el período de facturación). Más aún: ya hay modelos que aprovechan las oportunidades que ofrecen las segundas residencias, donde quizá montar en el tejado un autoconsumo es más fácil que hacerlo en la azotea del bloque en el que tienes tu residencia habitual. Instalas en la segunda residencia, allí produces, y esa producción la usas cotidianamente en la vivienda habitual y la usas, claro, cuando estás de vacaciones en esa segunda residencia. Otro manera (de las muchas maneras) que está alumbrando el... Autoconsumo 2.0.

• Esta contenido está incluido en el número de octubre de Energías Renovables en papel (ER 215 ), que puedes descargar gratis en formato PDF aquí

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