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Fukushima se pone a la altura de Chernóbil

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El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha confirmado la reclasificación preliminar del accidente registrado en Fukushima, ahora Nivel 7 (accidente grave) en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES). Así, Fukushima alcanza a Chernóbil, el otro nombre siniestro de la historia de la nuclear, siniestro que este mes cumple precisamente 25 años.
Fukushima se pone a la altura de Chernóbil

El 26 de abril de 1986 tuvo lugar, en la Unidad 4 de la central nuclear de Chernóbil (Ucrania), el hasta entonces más grave accidente nuclear jamás registrado. Las explosiones que destruyeron esa unidad y el fuego que sucedió a la catástrofe (la Organización Internacional de la Energía Atómica –OIEA– estima que se prolongó durante aproximadamente diez días) se tradujeron en la emisión a la atmósfera de ingentes cantidades de materiales radiactivos.

El accidente de la central de Chernóbil (entonces dependiente de la Unión Soviética) es el único (lo era hasta ayer) que ha alcanzado la categoría de nivel 7 (la más alta) en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares. En Chernóbil, el siniestro liberó una cantidad de material radiactivo que se estima fue entre cien y quinientas veces mayor que la desencadenada por la bomba atómica arrojada por Estados Unidos sobre la ciudad de Hiroshima.

En Chernóbil, más de 330.000 desplazados
¿Consecuencias oficiales tras el accidente? 31 víctimas directas, 4.000 muertes indirectas (cáncer), más de 330.000 personas “relocalizadas” (116.000 fueron evacuadas en la primavera de 1986; otras 220.000 fueron “relocalizadas” en los años siguientes); 600.000 trabajadores expuestos (esa es la cifra oficial de operarios implicados en la emergencia; la OIEA estima que las mayores dosis de radiación fueron recibidas por unos mil de ellos); y más de cinco millones de afectados que se hallaban en áreas que posteriormente serían designadas como “contaminadas” en Bielorrusia, Rusia y Ucrania.

La catástrofe tuvo lugar durante una prueba de seguridad, fue ocultada por las autoridades soviéticas durante varios días y detectada por científicos suecos, que hallaron partículas radiactivas en las ropas de los trabajadores de la central nuclear de Forsmark, sita a unos 1.100 kilómetros de Chernóbil: tras hacer las pertinentes comprobaciones y no hallar fugas en su instalación, concluyeron que, dados los vientos dominantes en aquellos días, debían provenir del este. Mediciones similares se fueron sucediendo en Finlandia y Alemania. Naciones Unidas considera que 150.000 kilómetros cuadrados quedaron contaminados en la Unión Soviética y otros 45.000 en la Europa occidental.

Los números de la salud
Mucho se ha discutido, y mucho se ha de discutir, sobre los efectos que para la salud y el medio ambiente acarreará el accidente de Chernóbil. Las estimaciones al respecto varían enormemente. Un estudio publicado por la revista Nature en abril de 2006 preveía para los próximos años otras 5.000 víctimas adicionales entre los cinco o seis millones de personas que pudieron verse afectados por las radiaciones. En esas mismas fechas, y coincidiendo también con el vigésimo aniversario del siniestro, un informe encargado por Greenpeace a medio centenar de científicos de todo el mundo estimaba que “se producirán alrededor de 270.000 casos de cáncer atribuibles a la precipitación radiactiva de Chernóbil, de los cuales probablemente alrededor de 93.000 serán mortales”.

Otro estudio, firmado en este caso por la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear, señalaba, también en esas fechas, que entre 50.000 y 100.000 de los trabajadores expuestos habían muerto ya en 2006. La Asociación citaba además informes del propio Ministerio para Chernóbil de Ucrania según los cuales se han multiplicado las tasas de varias enfermedades: “del sistema endocrino (25 veces mayor desde 1987 a 1992), de los órganos del aparato digestivo (60 veces mayor), de tejidos cutáneo y subcutáneo (50 veces mayor), del sistema musculoesquelético y disfunciones psicológicas (53 veces mayor)”.

Radioactividad 25 años después
Esta misma semana, y cuando está a punto de cumplirse el vigésimo quinto aniversario de la tragedia de Chernóbil, Greenpeace ha hecho público otro estudio que "ha descubierto altos niveles de contaminación radiactiva en alimentos básicos de diversas localidades de Ucrania". Según Iryna Labunska, científica de Greenpeace, "los niveles más peligrosos se encontraron en alimentos clave como leche, bayas y setas", por lo que Greenpeace considera que "existe la necesidad urgente de continuar analizando con rigor y de manera científica la contaminación por isótopos radiactivos de las tierras de cultivo y de pasto en las áreas afectadas de Ucrania".

Greenpeace ha elaborado este informe porque, aunque "durante los años posteriores al accidente, el Gobierno ucraniano ha realizado análisis regulares de alimentos producidos en las áreas contaminadas, y el Ministerio de Emergencias y Asuntos de Protección Pública publicaba los datos; durante los últimos dos años, ese control no se está llevando a cabo". La organización ecologista ha registrado el isótopo radiactivo cesio-137, que se estima tiene una vida media de unos treinta años, en el 93% de las muestras de leche recogidas en una zona de la región ucraniana de Rivnenska.

Plutonio y afecciones a la salud y el medio ambiente
Pero ese no es el problema más grave. El más grave, probablemente, es que el siniestro liberó varios otros elementos peligrosos, como el yodo 131 o el plutonio, capaz él de “sobrevivir” varios milenios. Según la propia Organización Internacional de la Energía Atómica, la mayoría del plutonio de Chernóbil quedó depositado en un radio de cien kilómetros alrededor de la central: “la gestión de los desechos radiactivos en la zona de exclusión de Chernóbil sigue siendo un desafío importante para el futuro”, decía la OIEA en su último gran informe sobre el siniestro (2006). En él aporta asimismo un dato: según un gran número de estimaciones hechas por diferentes gobiernos, dice, la tragedia ya ha costado cientos de miles de millones de dólares.

El accidente de Fukushima acaba de alcanzar (ayer se oficializó) el nivel 7 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares, el mismo que Chernóbil. El gobierno japonés ha señalado que, pese a que el accidente ocurrido en 1986 en la central nuclear de Chernóbil (Ucrania) obtuvo la misma clasificación, la cantidad de material radiactivo liberado hasta el momento en el accidente de Fukushima representa aproximadamente un 10% del total emitido entonces. Eso sí, el propio Foro Nuclear de España (la patronal sectorial nacional), que lleva semanas haciendo un seguimiento exhaustivo del siniestro de Fukushima, señalaba ayer en nota de prensa que "el nivel 7 se define como accidente grave que libera al exterior una fracción significativa del contenido de los productos de fisión más volátiles acumulados en el núcleo del reactor". Según el propio Foro nuclear, esa liberación "ocasiona en amplias zonas (incluso afectando a más de un país) efectos nocivos para la salud y el medio ambiente, que pueden persistir a largo plazo".

Y, por último, el dinero
Greenpeace asegura que los costes por daños a la salud y al medio ambiente del accidente en la central nuclear de Fukushima se estiman en más de 96.000 millones de euros. Pues bien, el Parlamento español tramita en estos momentos un proyecto de ley que limita a 1.200 millones la responsabilidad de las eléctricas por daños nucleares o producidos por materiales radiactivos, lo que, según la organización ecologista "supone que, si en España ocurriera un accidente similar al de Japón, los ciudadanos españoles tendrían que pagar 80 euros por cada euro que pagasen las propietarias de las plantas atómicas". Este proyecto de ley fue aprobado hace apenas unos días por la Comisión de Industria, Turismo y Comercio del Congreso de los Diputados y deberá ser enviado al Senado en fechas próximas.

El PSOE, el PP y CiU votaron a favor de la aprobación. Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya (IU-ICV), que presentó una enmienda a la totalidad de esta ley, votó en contra. Y lo hizo porque, según la parlamentaria de IU-ICV Buenaventura Puig, "de la misma manera que la Ley de Responsabilidad Medioambiental tiene en cuenta la responsabilidad ilimitada de todas las empresas por daños medioambientales, pensamos que los daños producidos por la energía nuclear no pueden ser una excepción, sino que han de ser exactamente igual que los de cualquier otra empresa".

Puig puso un ejemplo –y así lo recoge el diario de sesiones del parlamento–: en Alemania "han optado por una responsabilidad civil ilimitada por los daños que puedan causar las instalaciones (...). Nos podemos encontrar con que, mientras el coste del accidente de Chernóbil se cifró, a nivel económico, en 250.000 millones de dólares, en nuestro caso, aquí, la responsabilidad está limitada a 1.200 millones de euros". En las antípodas de ese discurso, se pronunció el diputado del PP Gómez Darmendrail: "creo que se ha hecho un buen trabajo y que queda una buena ley". En la imagen, una proyección de Greenpeace sobre la central nuclear de Cofrentes.

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