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España, fuera de la AIE (ER 93)

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Tomás Díaz
Periodista
tomasdiaz@energias-renovables.com

En 1974, en plena crisis petrolera, los países ricos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico crearon la Agencia Internacional de la Energía (AIE) con un doble mandato: promover la seguridad de sus miembros con respuestas colectivas ante cortes de suministro de crudo –interviene en los mercados en situaciones de crisis, como la Guerra del Golfo de 1991– y asesorarles para seguir una política energética acertada. Este segundo mandato lo cumple elaborando informes y análisis que son referencia principal para el diseño de políticas energéticas nacionales y supranacionales.

Desde hace unos pocos años, los informes de la AIE defienden la rápida implantación de tecnologías energéticas limpias y autóctonas con el objeto de frenar el calentamiento global y disminuir la creciente dependencia de Occidente de los países productores de combustibles fósiles. Como ha publicado algún periódico, sus conclusiones y recomendaciones las podría firmar una organización ecologista.

La cosa ha provocado situaciones incómodas con los defensores de los combustibles fósiles, como ocurrió hace poco menos de un año, durante la presentación en Madrid del último World Energy Outlook. Antonio Brufau, presidente de Repsol, después de soportar una hora y media de datos y argumentos en defensa de las renovables, cerró el acto, con una alocución “a favor del carbón y del petróleo” en la que pidió “pragmatismo”.

Es fácil imaginar los sarpullidos que causa en algunos el discurso de la AIE: en mayo, en Valencia, durante la Conferencia sobre el Plan Solar Mediterráneo, Nobuo Tanaka, director ejecutivo de la entidad, afirmó que la energía solar sería competitiva en España en cinco años y que en 2050 aportaría entre el 20% y el 25% de la electricidad planetaria.

Pues bien, el pasado 20 de septiembre, en el salón de actos del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio (MITyC), durante la presentación del último Energy Technology Perspectives, Tanaka fue objeto de una insólita encerrona que nos hizo pasar un rato harto desagradable a él y a muchos de los presentes. En cuanto hubo desgranado lo más relevante del informe, otro de los ponentes, un ex ministro, criticó su “extraordinario voluntarismo político” y algunos enfoques y datos; sin perder la cordialidad, e indicando que eran reflexiones personales, ironizó (“…Si hay que creérselo…”) y logró arrancar alguna carcajada del siempre formal y prudente público.

El propio secretario de Estado de Energía, Pedro Marín, que presidía el acto, recibió la intervención del ex ministro –que no estaba en la mesa por casualidad– con una gran sonrisa y celebró su “baño de escepticismo”, antes de retirarse y ceder la palabra al siguiente ponente, un experto de la AIE. Éste, ignorando la embarazosa situación, ahondó en los detalles del informe. Cuando acabó, un director del Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía, tras alabar la exposición del ex ministro, remachó la faena con otra participación mucho más correcta que esa, pero también crítica hacia las tesis de la AIE.

El Energy Technology Perspectives puesto en cuestión es una prospectiva con vistas a 2050 que sostiene que es muy positivo adoptar un modelo energético basado en renovables, nuclear, captura y confinamiento de carbono, ahorro y eficiencia... Nos exigirá una inversión adicional de 46.000 millones de dólares sobre la tendencia actual, pero, a cambio, además de limitar el calentamiento global a unos 2º centígrados y evitar los escenarios más catastróficos, obtendremos unos ahorros acumulativos en combustible de 112.000 millones; incluso en el peor de los escenarios, el ahorro conseguido al adoptar un modelo energético sostenible es de 8.000 millones.

A la vista del crédito que parece otorgar a los informes y recomendaciones de la AIE, el MITyC debería proponer que España abandone la organización; de ese modo, además de ser coherente, nos evitará otras humillaciones en las próximas visitas de la entidad que vela por la seguridad energética de los países ricos. Y vayámonos preparando, porque, visto lo visto, dentro de poco estará proscrito afirmar que es bueno tener un modelo energético libre de CO2.
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