El IDAE ha cumplido 25 años. De todos los discursos pronunciados en el acto organizado por Alfonso Beltrán el pasado 20 de junio para celebrar la efemérides me quedo con una idea: el desarrollo de las renovables en nuestro país no hubiera sido el mismo sin el trabajo de los profesionales de esa casa y de los directores que se han sucedido en el
cargo. Es obligado felicitarles a todos ellos —superando la tentación, mira que me cuesta, de modular en cada caso el entusiasmo— y mostrarles el agradecimiento de los que, como ellos, creemos que el ahorro, la eficiencia y las renovables son los pilares de una nueva y obligada concepción de la energía.
En el acto se echó de menos una mayor representación gubernamental aunque –por qué vamos a negarlo– de producirse seguro que la hubiéramos echado de más. Pero lo cierto es que hemos visto al Presidente del Gobierno o al Ministro de Industria en “saraos” de mucha menos importancia que estas bodas de plata de lo que es la punta de lanza de una política energética sostenible, o, al menos, debería serlo. Pues no, ni el Presidente, ni el Ministro, ni el Secretario de Estado se dejaron ver. En esta ocasión no se apuntaron ni siquiera a la foto.
Corren malos tiempos para la lírica y aunque en el acto solo era necesario echar cuatro piropos a las políticas de ahorro y eficiencia a las renovables, aunque no había que rubricar ningún decreto ni ordenanza a favor de la diversificación y el ahorro que tanto molestan a las grandes empresas del sector, pues nada, ya ni de boquilla se apoya a las renovables desde el Gobierno. La bipolaridad a la que hacía alusión en esta columna hace meses ya ha sido superada y ahora ni siquiera nos dejamos ver por los cumpleaños para pronunciar buenas palabras que luego los hechos contradicen. Ahora, directamente y sin tapujos, renunciamos a la medida estrella de un plan de ahorro de importaciones de petróleo, aunque las razones que llevaron a adoptarlo pervivan, porque suenan trompetas electorales y hay que maquillar, si es posible, el batacazo que se anuncia dejando a los ciudadanos que aprieten el acelerador del consumo energético.
Por supuesto, tampoco estaban en el acto del IDAE los “peces gordos” del sector energético, denominación que obviamente no tiene ningún sentido peyorativo. Sí estaba Luis Atienza, presidente de REE, al que por lo visto ya se le quiere hacer pagar, desde el sector convencional, el haber puesto la alfombra al desarrollo de las renovables facilitando —no sin un gran esfuerzo— su integración en red. Pero sí me pareció entender que hubo una mención indirecta a esos “peces gordos” –al menos esa es mi interpretación personal, por supuesto– cuando Carmen Becerril habló en su intervención de “impedidores”, frente a los que el IDAE había tenido que actuar como “facilitador”.
Me gustó la expresión, el juego de palabras, tanto como lo poco que me gusta la justificación de esta denominación que día a día se hace más evidente. La campaña que hace ya casi tres años se inició con el “Vilasecazo” exigiendo un frenazo a las renovables no ha terminado pese a que ya podrían cantar victoria, ¡y por goleada! Esa campaña ha tenido sus momentos más intensos y otros más suaves pero no ha cesado nunca desde entonces. Han logrado reducir el desarrollo fotovoltaico a unas cifras irrisorias para el potencial de nuestro país con el aplauso de una opinión pública aletargada por la intoxicación de hacer responsable a la tecnología de lo que fue un error regulatorio y una tolerancia cómplice con el fraude de tirios y troyanos. No hay más que compromisos etéreos sobre la nueva regulación que el sector eólico reclama desde hace dos años para el post RD 661.
El parón en el desarrollo eólico va a ser clamoroso, nefasto para nuestra industria. A este paso, para cuando se sepa cuál va a ser la retribución del kW/h de los parques eólicos que se instalen a partir del 1 de enero de 2013, buena parte de las fábricas de aerogeneradores, palas y otros componentes habrán buscado otros mercados para instalarse; deslocalización creo que se llama a eso.
Solo los termosolares aguantan el tipo, seguramente porque tienen entre sus filas a gallos de otros sectores capaces de mantener un pulso con los gigantes del sector energético. Pero lo más grave es que todavía hoy se presiona para mantener la incertidumbre regulatorio como mejor arma para desincentivar el desarrollo futuro de las energías renovables. Después de descafeinar los objetivos de la Subcomisión del Congreso para la planificación energética ahora se quiere, y se logra, paralizar las nuevas normas que el sector requiere. Es una de las principales tareas de los “impedidores” y hay que reconocer que lo hacen muy bien. Para ellos el ahorro y las renovables nunca debieron ser algo más que una guinda en “su” pastel.