Joaquín Nieto
Presidente de honor de Sustainlabour
jqn.nieto@gmail.com
El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, viene hablando reiteradamente de Global Green New Deal para afrontar la actual crisis financiera y económica mundial, rememorando el famoso New Deal o nuevo acuerdo social que Franklin D. Roosvelt puso en marcha para reactivar la economía tras la crisis de 1929. Pero incorpora los cambios que se corresponden con los desafíos de nuestro tiempo, 80 años después.
Si entonces, el programa emprendido por Roosvelt tenía por objetivo reactivar la economía, el consumo y el crecimiento económico a través de una serie de medidas monetarias, crediticias y de gasto público –que llegó a crecer un 80% en tres años–; ahora se trataría también de emprender reformas financieras y activar el gasto público, pero con una orientación más selectiva dirigida a generar no sólo una nueva economía sino un nuevo modelo productivo económica, social y ambientalmente más justo y más sostenible. Por eso habla también de Green Economy o economía verde, para desarrollar por ejemplo las energías renovables, que generarán millones de Green Jobs o empleos verdes, logrando a la vez mitigar el cambio climático y permitir el acceso a la energía a los habitantes de los países menos desarrollados.
Con su propuesta el secretario general de Naciones Unidas no se queda estancado en la proclamación de la necesidad de reformas en el sistema financiero –por importantes que éstas sean, que lo son– sino que nos remite a la economía real, al modelo productivo, cuya insostenibilidad está detrás de la crisis financiera.
Más allá de sugerentes palabras como Global Green New Deal, Green Economy o Green Jobs ¿en qué debería concretarse este nuevo acuerdo del que la economía y los empleos verdes constituyen el vector principal para la salida de la crisis? A escala mundial la principal trasformación de modelo productivo es la reorientación de las políticas energéticas para ir a una economía baja en carbono, menos dependiente de los combustibles fósiles, basada en el impulso de las energías renovables y de un sistema energético más eficiente y distribuido.
Esta transformación requiere de otras muchas, como la del transporte, que sustenta una movilidad energética y ambientalmente insostenible; o la de la edificación, basada en una ordenación del territorio y un diseño urbanístico y constructivo obsoleto, ineficiente, poco habitable y derrochador de recursos. Y así podríamos seguir con cada uno de los sectores económicos, como el turismo, la química o el sector agropecuario…
Algunos de estos cambios son ya vislumbrados por los propios sectores financieros, que se preparan para los nuevos escenarios de futuro. Un recientísimo informe para inversores del Deutsche Bank ha suscitado titulares como “La economía verde puede salvar la crisis económica”, “La Inversión Verde puede prevenir una recesión severa”, “Tiempos duros para los combustibles fósiles”, “Futuro brillante para las energías renovables”… en la misma onda que la revista Newsweek titulaba “Why it’s a Time for a Green New Deal” / Por qué es Tiempo para el ‘Nuevo Acuerdo Verde’ en las páginas de economía de su número de noviembre. Los anuncios inversores de Obama van en esa dirección.
España, a pesar de sus debilidades, tiene una potencialidad extraordinaria para ubicarse bien en el nuevo escenario productivo que se vislumbra. ¿A qué esperan sus gobernantes para apuntarse a la propuesta de Ban Ki Moon?
