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En el despacho de José Donoso, presidente de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), hay una enorme fotografía que plasma lo que la asociación defiende, que la biodiversidad encuentra su sintonía con las energías renovables: unos pájaros están posados sobre unas placas. Las aves se colocan sobre ellas cuando hace frío, y bajo ellas cuando el calor arrecia, relata el economista. Recuerda que el año pasado, cuando en Extremadura llegaban a grados inhabitables, las plantas fotovoltaicas lograban ser un oasis; debajo de los paneles había unos grados menos.
"Las distopías existen"

Desde la UNEF insisten en estas ventajas, conscientes de los inconvenientes, y trabajan para resolverlos. Se presentan como la principal agrupación del sector solar fotovoltaico en España con más de 770 empresas, sin favoritos, pero con criterios para señalar lo sobresaliente; con su propio Sello de Excelencia en Sostenibilidad. De las últimas crisis, Donoso extrae un aprendizaje inapelable, que no hay que bajar la guardia porque "las distopías existen". Pocos podrían prever la pandemia mundial y la guerra en Ucrania. Le preocupa si esa distopía llega al comercio con los países asiáticos. "Se puede paralizar el proceso de transición ecológica", advierte.

- ¿Hay un modelo que defiende la Unión Española Fotovoltaica (UNEF) para el desarrollo de la energía solar? ¿Priorizan el autoconsumo o las grandes plantas?
Es como si me preguntas si queremos más a papá o a mamá. Nuestro sector tiene esas dos almas, pero además cada vez están más interrelacionadas. Una de las claves del éxito de nuestra asociación ha sido que todo el mundo ha comprendido que lo que es bueno para el autoconsumo, es bueno para las grandes plantas y viceversa. Tenemos 788 empresas, unas muy grandes y otras muy pequeñas. Y aquí trabajamos en el consenso: una empresa, un voto.
Ahora nos enfrentamos a las dificultades de la receptividad social y dedicamos muchos esfuerzos a esto. No podemos perder el apoyo social porque somos un sector regulado, dependemos de decisiones políticas, que a su vez dependen de sus clientes, que son los electores; si perdemos ese soporte de la sociedad y de los gobernantes, podemos perder los marcos regulatorios adecuados.
Cuando surgieron problemas como el impuesto al sol, nos implicamos en la lucha. Hace poco se ha anunciado que por fin el País Vasco va a eliminar la necesidad de licencia de obra para las plantas de autoconsumo. Eso culmina un trabajo en solitario que ha llevado nuestra asociación durante más de dos años en los que hemos ido por las Comunidades Autónomas para conseguir que se elimine este requisito. También estamos haciendo esfuerzos para liberalizar el autoconsumo colectivo, para que no se limite a dos kilómetros.

- ¿Hay algún proyecto empresarial que le parezca especialmente reseñable o innovador?
La treintena de proyectos que tenemos cuantificados con el Sello de Excelencia. Aquellos que logran la integración de la biodiversidad y los intereses socioeconómicos. Pero es importante insistir en que no queremos dar medallas a los proyectos que sean mejores, queremos que sean la norma.
Nos parecen muy interesantes los proyectos de autoconsumo colectivo y de comunidades energéticas. También los novedosos, como plantas flotantes o algunos de integración fotovoltaica en viñedos que se están desarrollando en Toledo. En este caso, no solo se utiliza el territorio para producir energía, también se incrementa la calidad y cantidad de vino que se produce.
En general, y con la revisión del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), es el momento de incrementar, de pasar de 35 gigavatios (GW) a un entorno entre 55 y 65 GW, según avance la electrificación. Tenemos una oportunidad única para tener una energía limpia y barata, y para sustituir las contaminantes. Tenemos los inversores, las compañías dispuestas, cadena de valor y profesionales. No hay excusa para no acelerar esta transición.

-¿Con el impulso del año pasado ha mejorado la situación de autoconsumo en España o se está descuidando?
Venimos del récord de 2.507 megavatios (MW) instalados en 2022, un incremento del 100%. Sin embargo, lo que nos están transmitiendo las empresas es que se está produciendo una ralentización del crecimiento, sobre todo en residencial. El año pasado había dos motores fundamentales: los precios altos de la energía y las subvenciones. Los precios este año son 1/3 de lo que eran, las subvenciones están teniendo problemas de gestión; estos motores están apagándose. Además, tenemos un problema adicional: la inflación que está reduciendo la renta disponible de las familias.

- ¿Las empresas asociadas se han pronunciado respecto al trato que reciben de las distribuidoras?
Estamos recibiendo numerosas quejas de que la relación con las distribuidoras no funciona de manera adecuada. Fundamentalmente, se habla de retrasos e incrementos y poca previsibilidad de los costes.

- ¿La UNEF llegado a alguna conclusión?
Estamos recopilando la información, viendo cuáles son los principales problemas y buscando soluciones. Analizamos y estudiamos qué medidas podemos proponer a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) o al Gobierno para acabar con esta situación.

- ¿Hay alguna posibilidad de que Europa recupere su capacidad industrial en el sector?
No es que haya una posibilidad, es que se necesita. Es importante que Europa cambie el chip y su paradigma. En los últimos años, parecía que era casi un anatema hablar de política industrial, pero tenemos que volver a ello por los límites que impone la globalización. Si no, Europa será siempre un cliente dependiente de los vaivenes, de las distopías como el covid-19 o la guerra de Ucrania, y de los medios políticos de terceros. Tenemos que hacer que sea sostenible económicamente.
Hay voluntad política y conciencia y tenemos el dinero de los fondos Next Generation para dar ese empuje. Va a ser difícil que se repita esta alineación de todos los factores. ¿Qué necesitamos primero? Una clase empresarial dispuesta a afrontar el reto.

- ¿Cuáles son los factores de competitividad en España frente a otros países?
Por un lado, el precio de la energía, sobre todo para producir el silicio barato. No nos sirve que el desarrollo industrial sea solo de las últimas fases de la cadena de valor del panel fotovoltaico, hace falta extenderlo para garantizar de suministro.
Necesitamos investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), y tenemos que hacer que las plantas sean competitivas en el futuro. Y para eso se tiene que producir una disrupción tecnológica. No podemos fiarnos solo de voluntad política y de las subvenciones que llegan, sino que tenemos que conseguir generar un gap tecnológico con nuestros competidores fuera de Europa, tanto en Asia como Estados Unidos.
Eso conlleva que esos empresarios que vengan a trabajar aquí tienen que tener la mentalidad de que hay que dedicarle una parte importante de la facturación al I+D+i. En Europa trabajamos en función de las subvenciones al CAPEX, pero, por ejemplo, en Estados Unidos están dando subvenciones al OPEX. No podemos tener tabúes, hay que mirar qué es lo más eficaz para garantizar esa capacidad, esa reserva estratégica tecnológica.

Hace unas semanas la Organización Mundial de la Salud (OMS) desactivó la emergencia sanitaria global por el covid-19. ¿Cómo ha afectado a la energía fotovoltaica estas excepcionalidades globales?
El efecto del covid-19 fue paradójico. Hubo un pequeño retraso al principio en las plantas, en suelo, pero luego se superó. Hubo algunos cuellos de botella por los problemas de suministro de China. Lo curioso es que creció el autoconsumo en el sector residencial. La gente estaba encerrada en sus casas, ni en los bares, ni en restaurantes, ni de vacaciones en la República Dominicana. La sociedad tuvo tiempo para pensar. Muchos decidieron pasarse al autoconsumo, lo que supuso un incremento aquel año del 100%.

- ¿La pandemia creó conciencia?
Sí, pero no hay que hacerse ilusiones. Fue puramente por un tema de ahorro. Pero bueno, gato negro o gato blanco, lo importante es que cace ratones. De todas formas, lo que están dejando el covid-19 y otros hechos como la guerra de Ucrania es una reflexión crucial: que las distopías existen. Estamos acostumbrados a ser una generación mimada. Vivimos en un entorno de una organización que consideramos perfecta.
Llevado a nuestro sector, si China tiene los paneles fotovoltaicos más baratos que nadie, ¿por qué no dejar que China los produzca y nosotros los instalamos aquí para tener una energía más barata? Pues porque hemos aprendido que si se da una distopía en el comercio con los países asiáticos se puede paralizar el proceso de transición ecológica.
La fotovoltaica es una tecnología por la que están apostando la mayor parte de los países. Alemania ha propuesto un incremento del 100% y sus objetivos son doscientos gigavatios (200 GW). Esperamos que España siga esos pasos... Tenemos que tener una capacidad propia de fabricación. Antes hablábamos de geoestrategia, es decir, de la necesidad de garantizar el consumo de energía con el control de determinadas zonas del mundo; como el carbón en el Ruhr (Alemania) o el petróleo de Oriente medio o el norte de África. Con las energías renovables es diferente, todo el mundo tiene viento o sol, y no hay forma de controlarlo. De hecho, lo que es clave es controlar la tecnología, que es la que hace que transformemos esos recursos naturales en energía eléctrica. Por eso, tenemos que pasar de hablar de geoestrategia energética a tecnoestrategia energética.
Y, al mismo tiempo, igual que cuando hablábamos de geoestrategia, hablamos de reservas estratégicas de petróleo, ahora tenemos que hablar de reservas tecnológicas estratégicas. Esto no quiere decir que guardemos un montón de paneles en un almacén, sino que tengamos la capacidad de fabricar una cantidad que nos garantice una continuidad en estos procesos de transición ecológica.

- ¿Qué cree que España puede aprender de otros países?
Estabilidad. El principal aprendizaje sería estabilidad regulatoria. El vaivén que ha sufrido nuestro país nos ha perjudicado mucho y, sobre todo, al tejido industrial. Hace 15 años, las empresas más punteras de fabricación de paneles estaban en España. Pocos años después habían desaparecido.
Estamos ante algo que es una oportunidad única para nosotros, la cuarta revolución industrial. En todas las anteriores, España se ha encontrado en una situación de inferioridad en relación con el input energético. Nunca hemos tenido un carbón bueno, petróleo ni para dos mecheros. No hemos tenido ni uranio ni tecnología nuestra. Sin embargo, tenemos las horas de sol y territorio para economías de escala, que producen un precio kilovatio hora más barato que el de ninguno de nuestros competidores.
Una planta fotovoltaica en España trabaja alrededor de unas 1.900 horas al año, mientras que en Alemania son 950. Esto nos indica que podemos producir la energía eléctrica a mitad de precio que la que se puede producir a Alemania. Los países del norte de Europa están apostando por energía offshore, y las más competitivas dan un precio en torno a 85 euros por megavatio hora, el doble de lo que podemos producir nosotros. Es una oportunidad que no podemos perder, la de aprovechar nuestra potencialidad para reindustrializar nuestro país.

[Bajo estas líneas, a la derecha, el director general de UNEF repasa los retos a los que se enfrenta ahora mismo el sector].

- ¿Qué beneficios tiene España por haber sido pionera en la apuesta por la fotovoltaica?
En el futuro, cuando se haga esa típica pregunta de: “¿Qué hizo España por la humanidad?”, creo que, junto a Alemania y China, somos los que hemos puesto la energía fotovoltaica sobre la mesa. Hemos demostrado que es una energía limpia y barata. Y hemos empezado muy temprano. Al principio de los años 90, en España se fabricaba el 50% de toda la capacidad fotovoltaica mundial. Lo que pasa es que la capacidad en ese momento era de dos megavatios, una media muy pequeñita, pero hemos tenido tecnólogos y empresas pioneras y vanguardistas que nos han permitido que hoy en día sigamos a la cabeza en fotovoltaica. No en fabricación de paneles, pero sí en fabricación de inversores. Somos un auténtico líder mundial y debemos comprometernos con esa fabricación de paneles para convertirnos en un auténtico hub fotovoltaico a nivel mundial.

- ¿Y eso como nos beneficia económicamente?
Primero con el empleo generado. Todos los años hacemos un informe macro, en el último, de hace dos años, ya había cerca alrededor de 100.000 familias en España que dependían directa o indirectamente el sector. Seguramente se habrán incrementado de forma sustancial.
Por otra parte, nuestros ciudadanos tienen una energía más barata. Importamos petróleo por valor de alrededor de 70.000 millones de euros todos los años. Es prácticamente el equivalente a todos los fondos de Next Generation. Si conseguimos descolonizar nuestra economía, es como si tuviéramos los Next Generation cada año. En lugar de hacer una extracción de rentas en nuestro país para terceros por ese importe, lo podríamos utilizar aquí para nuestro desarrollo, pero de forma también directa con la captación de inversiones industriales que vengan aquí. Tenemos ejemplos, como la famosa fábrica de diamantes de Trujillo.

- ¿En qué situación se encuentran los objetivos marcados por el Gobierno de España de la Agenda 2030?
Los llevamos bien en nuestro sector, pero tenemos desafíos importantes. Tenemos que demostrar el interés de invertir y crear un entorno regulatorio que permita que esos proyectos se puedan llevar a cabo. No podemos ponernos corsés a nosotros mismos una vez que ya hemos hecho un esfuerzo como país, empresas, administración. Ahora, sería absurdo no comprender la situación que tenemos, el gran potencial que tenemos. Desperdiciaríamos todo.

- Varios medios se han hecho eco de los vertidos renovables, ¿lo consideran un problema?
Los vertidos no son significativos, son puntuales. Se van a dar cada vez más si no tomamos medidas, como el incremento de la electrificación y el almacenamiento. Necesitamos también que los inversores tengan previsibilidad de sus vertidos, que antes de hacer una inversión tengan información correcta para saber hasta qué punto les interesa hacerla.

- ¿Qué le diría a aquellos que se oponen a la creación y desarrollo de plantas fotovoltaicas?
Nosotros queremos ser un sector que haga bien las cosas. En los estudios que estamos haciendo nosotros y los organismos independientes hemos demostrado que las plantas se pueden convertir en una reserva integral de la naturaleza. La biodiversidad se desarrolla más dentro de la planta que fuera de ella. Por eso, trabajamos para que ese préstamo del territorio lo mejore.
Nuestro concepto es que una planta es como un matrimonio que se piensa que va a durar 30 años: no puede partir de la imposición, tiene que partir de una seducción. Territorio, población y planta son el triángulo que tiene que funcionar. Por eso, no somos partidarios de que se utilice la expropiación. Tiene que ser la libre voluntad de los propietarios del terreno, tiene que haber un acuerdo, y hay que ganarse la voluntad de esa población local. Que vea que es una oportunidad única y que estén contentos. Tiene que haber transparencia, información y beneficio. Además de los impuestos que se pagan, hay que buscar formas de compartir y cambiar la vida a positivo de esa población local, que es lo que nos va a ganar su favor y va a lograr que sean nuestros principales aliados.

- ¿Quién se opone a la fotovoltaica, y por qué?
Fundamentalmente hay intereses económicos competitivos que no dicen la realidad, que ocultan su cara detrás de argumentos paisajísticos. Inmobiliarias, empresas de turismo, bodegas o macrogranjas que necesitan el terreno para depositar sus vertidos.
Son intereses económicos competitivos que son lícitos, pero no los muestran directamente. Hablan de la tradición en el campo en lugar de pedir que no se ponga una planta fotovoltaica porque ellos quieren seguir vertiendo sus purines en ese terreno.

- ¿Y perjudica realmente a los agricultores?
Son los que menos están en nuestra contra, porque para ellos es una gran ocasión. Si en nuestro país un secano puede recibir una renta entre 100 y 400 euros por hectárea al año, el alquiler de ese terreno para la energía renovable puede hacer que reciban entre 1.500 y 2.000 euros. Es un incremento de su calidad de vida y una forma de fijar población al territorio.

- ¿Cómo repercuten los intereses electoralistas a la energía fotovoltaica?

Hay personas que piensan en el paisaje, pero no en los paisanos y tampoco tienen esa visión global del real problema: el cambio climático que estamos viviendo. Todos estos son lo que llamamos neonegacionistas. Muchos hablarán de que tienen objetivos más ambiciosos, pero a la hora de la verdad actúan con los mismos criterios que un negacionista.

• Esta entrevista está incluida en el número de junio de Energías Renovables en papel, que puedes descargar gratis en formato PDF aquí.

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