Como cuestión de partida, se tuvo en cuenta que la huella hídrica de los cultivos energéticos es mucho mayor que la de otras formas de generar energía. Sin embargo, los investigadores también destacaron que en la producción de electricidad se ahorra más del doble de agua que en la de biocarburantes, especialmente porque “es más eficiente utilizar el total de la biomasa para generar electricidad o calor que una parte del cultivo (azúcares, almidón o aceites) para la elaborar biocarburantes”.
19.000 litros de agua por cada litro de biodiésel
De los trece cultivos estudiados, se concluye que los más adecuados para la producción de bioelectricidad son el maíz, la remolacha azucarera y la caña de azúcar, mientras que los más inapropiados son la colza y la jatropha, cuya eficiencia hídrica es diez veces menor. Para la producción de bioetanol, la remolacha azucarera y la patata ocupan las dos primeras posiciones y el sorgo la última. En cuanto al biodiésel, los más eficientes en consumo de agua son la soja y la colza, y la jatropha vuelve a ser la más consumidora.
La diferencia es especialmente abismal entre el consumo de agua para fabricar etanol (unos 1.325 litros por cada litro de carburante) frente al mejor de los casos en el campo del biodiésel, que es la soja, y que conlleva un gasto diez veces mayor (13.250 litros de agua por litro de carburante). La cosa empieza a desvariar con la jatropha, la peor clasificada, ya que para obtener un litro de biodiésel es necesario utilizar casi 19.000 de agua.
A pesar de todo, el estudio advierte sobre la elección del emplazamiento más favorable para cada cultivo si se relaciona el consumo de agua con datos climatológicos y geográficos, especialmente con vistas a mantener la producción de alimentos en zonas que carecen de suficientes recursos hídricos.
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