A finales de junio de 2018 la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA, en sus siglas en inglés), publicó su segundo informe trienal sobre la aplicación de la Renewable Fuel Standard (RFS), el programa que regula el uso de biocarburantes en el transporte en el país norteamericano. El contenido crítico, principalmente sobre el impacto ambiental de la producción de etanol y biodiésel, molestó notablemente a la industria, que mostró su rechazo al contenido del informe.
Casi cuatro meses después, son las principales organizaciones ecologistas de Estados Unidos las que denuncian que no se ha hecho nada a la hora de aplicar medidas para paliar uno de los problemas que más les preocupa: la perdida de hábitat naturales. Las ONG calculan que desde la puesta en marcha de la RFS en 2007 se han perdido 2,8 millones de hectáreas de estas tierras.
La EPA reconoce que “se ha constatado la expansión de las tierras de cultivo y la pérdida de hábitat naturales (incluidos los bosques) durante la implementación del RFS”, aunque matiza: “es probable que el aumento en la producción de biocarburantes haya contribuido a estos cambios en el uso de la tierra, pero hay una incertidumbre significativa sobre la cantidad y el tipo de cambios que se atribuyen al consumo de biocarburantes en los Estados Unidos”.
Liberación de carbono a la atmósfera, contaminación del agua y pérdida de biodiversidad
Las organizaciones ambientalistas, entre las que se encuentran Sierra Club, Earthjustice, National Wildlife Federation o Union of Concerned Scientists, tienen claro que las millones de hectáreas perdidas se deben al cultivo de maíz y soja para biocarburante y exige a la EPA que “cumpla con la ley, porque cuando el Congreso desarrolló el RFS quedó claro que la biomasa para combustible no se debe cultivar en pastizales nativos y sin perturbaciones”.
También recuerdan que el propio Congreso de los Estados Unidos “reconoció que la conversión de tierra nativa a tierra de cultivo libera carbono almacenado a la atmósfera, aumenta la contaminación del agua y elimina el hábitat de la vida silvestre. Durante años, sin embargo, la EPA ha ignorado completamente su obligación legal, al negarse a hacer cumplir estas protecciones ambientales cruciales”.
Un cómputo engañoso
En el documento suscrito por las organizaciones añaden que a partir de la Ley de Independencia y Seguridad Energética, las materias primas para biocarburantes solo pueden proceder de tierras ya en cultivo antes de la aprobación de dicha norma en 2007. Desde ese momento cuantifican los 2,8 millones de hectáreas perdidas de hábitats naturales y la inacción de la EPA, a quien reprochan que haya instaurado un sistema de cómputo global de tierras cultivadas que favorece a los biocarburantes.
Según este cómputo, las ONG denuncian que “hay tierras de cultivo que vuelven a ponerse en uso en una parte del país, mientras que una cantidad igual de pastizales nativos que proporcionan hábitat para la vida silvestre se convierten en cultivos de maíz para etanol en otra parte del país. La superficie neta de cultivo sigue siendo la misma, sin embargo, el hábitat de la vida silvestre se destruye y el carbono secuestrado en el suelo previamente se libera a la atmósfera como un gas de efecto invernadero dañino”.
La industria promueve mezclas con menos emisiones
La principal asociación de la industria del etanol estadounidense, la Renewable Fuels Association, no ha respondido a esta demanda y estas críticas, pero sigue defendiendo la reducción de este tipo de emisiones que se consigue con la producción y consumo de este biocarburante; y que incluso podría ir a más.
Así lo expresa la RFA al pedir también a la EPA y a la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en Carreteras (NHTSA, en sus siglas en inglés) que aprueben y admitan la distribución y uso en los vehículos del denominado etanol de alto octanaje y bajo carbono (HOLC, en sus siglas en inglés).
Desde la RFA exponen que investigaciones realizadas a petición de la EPA y la NHTSA por laboratorios gubernamentales y fabricantes de automóviles “concluyen que el combustible HOLC podría mejorar la eficiencia del vehículo y reducir las emisiones de dióxido de carbono en un 4 y un 10 por ciento en motores optimizados de alta compresión”. Por ello piden que la administración elimine las barreras regulatorias para comercializar estas mezclas de etanol.