tomás díaz

Fotovoltaicidio

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El ministro Sebastián ha consumado el fotovoltaicidio. Ya sabemos dónde ha trazado La delgada línea roja (ER91) que separa a los defenestrados de los damnificados, porque todos perdemos. Bueno…, todos, lo que se dice todos, no. Ni las corporaciones energéticas ni la banca pierden: las primeras, porque retrasan la implantación de una tecnología que realmente puede romper su dominio sobre la indispensable energía; la segunda, porque, pase lo que pase, siempre gana.

Escribo estas líneas sin conocer el resultado de la validación por las Cortes del Real Decreto-Ley 14/2010, que niega un 30% de los ingresos a 50.000 instalaciones fotovoltaicas –más del 90% del total– de un modo retroactivo. En el mejor de los casos, que se tramite como Proyecto de Ley y sea suavizado, la normativa final causará un daño terrible. Dos intereses, coyuntural el de Sebastián y estructural el de las corporaciones, se han unido y se han cobrado la pieza fotovoltaica.

Sebastián debe liquidar el déficit de tarifa, esa deuda pública encubierta, contraída con las corporaciones y equivalente al 2% del PIB. El déficit, aunque gravísimo, no es un problema energético estructural (lo son la dependencia de las importaciones, el oligopolio de las corporaciones o los circenses mecanismos de formación de precios), pero no puede quedarse para la siguiente legislatura, o se convertirá en estructural. Por si flaqueaba, UNESA le ha llegado a recordar públicamente que sus socios garantizan el suministro eléctrico y que podría haber apagones.

Como el fotovoltaicidio no soluciona el déficit –reducir el coste del parque solar sólo contribuirá a que crezca menos–, veremos nuevas monterías en 2011 y 2012, aunque Sebastián haya anunciado que no se revisarán más costes del sistema hasta 2013; por mucho que quiera dejar los problemas estructurales al que venga, la luz no puede subir un mínimo del 20% en dos años sin más.

Las corporaciones, por su parte, odian y temen la energía solar; los primeros espada han hecho pública y notoria su aversión. Borja Prado, presidente de Endesa –empresa con asiento en el consejo de administración de Unidad Editorial, propietaria de El Mundo y Expansión– lo dijo descarnadamente ante su Junta de Accionistas del pasado junio: “Hemos dado de comer a la bestia y ahora la bestia va a acabar con nosotros”.

Reduciendo costes como un rayo –las tarifas han bajado un 70% en cuatro años–, la fotovoltaica va a ser la fuente más barata para los consumidores en menos de un lustro. Y ello conlleva una transformación radical del mercado eléctrico, primero, y de todo el energético, después. Nada menos que la socialización de la energía. Para defenderse de una amenaza estructural como esa, las corporaciones están sembrando la desconfianza en los consumidores al demonizar la tecnología ante la opinión pública.

Y en esa campaña de acoso y derribo, las corporaciones han encontrado un inapreciable aliado en el sanguíneo Sebastián, necesitado de justificar ante sus iguales la violación de la seguridad jurídica del país, el descrédito del ideario socialista, y dolido, entre otras cosas, por haber heredado un desarrollo fotovoltaico insostenible. Amén de los escandalosos casos de fraude.

Los bancos, finalmente, son necesarios y siempre ganan; sus pérdidas, de hecho, son públicas. Canalizaron inversiones en fotovoltaica por unos 20.000 millones de euros –otro 2% del PIB– en 2008, con unas condiciones poco favorables para ellos, justo entre el estallido de las hipotecas subprime en EE UU y el hundimiento de Lehman Brothers. Ahora tienen oportunidad de refinanciar aquellos proyectos apretando clavijas y aumentando beneficios; no creen que la ya abultada morosidad suba insoportablemente; de otro modo, Sebastián nunca hubiera escrito el RD-L 14/10.

El fotovoltaicidio, sin duda, retrasará la implantación de la energía verde en España; con ello, todos perdemos, no sólo económica y ambientalmente. Los perjudicados directos acudirán a los tribunales y es de esperar que se restablezca el Estado de derecho, mas no a corto plazo, por el blindaje antijudicial que Sebastián ha dispuesto para su atropello. El Sector Fotovoltaico, arrodillado, tendrá que atravesar un erial.

Pero fotovoltaicidio es un neologismo muy fuerte. No habrá sepelio, porque la tecnología no está muerta; por mucho que quieran erradicarla, no pueden hacerlo. Como decía el gran Benedetti: “rotos, pero enteros”.

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