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La flexibilidad de la demanda, en el centro de la resiliencia energética

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A estas alturas está claro el contexto: necesitamos acelerar la descarbonización de la economía, reducir nuestra independencia energética e integrar energía limpia, fiable y segura. Los objetivos planteados para 2030 en España son claros: el mix de renovables debe pasar a ser del 74%, especialmente gracias a las inversiones en solar y en eólica. Estamos hablando del objetivo mínimo, porque justo estos días el gobierno español está trabajando en la actualización de los objetivos del PNIEC que tiene que enviar a Bruselas antes del 30 de junio.
La flexibilidad de la demanda, en el centro de la resiliencia energética

Parece sencillo. Sin embargo, esto supondrá una enorme descentralización de la generación de la energía, lo que a su vez introduce una gran complejidad en la red eléctrica. Sabemos que las renovables son complicadas de predecir (son intermitentes, no regulables y de flujos en vez de reservas). Por obvias razones: no podemos controlar cuándo tenemos sol o viento, ni decidir generar más o menos con una placa fotovoltaica. Esto añade aún más presión al momento actual y, en especial, a la red eléctrica, ya que en un modelo energético basado en renovables debe poder garantizar un suministro energético seguro y fiable.

La clave para abordar todos estos retos reside en la flexibilidad de la demanda.

¿Qué es la flexibilidad de la demanda?
La flexibilidad de la demanda energética se refiere a la capacidad de los consumidores de energía para ajustar o cambiar su patrón de consumo de acuerdo con las fluctuaciones de la oferta de energía o los precios de la energía. En otras palabras, la flexibilidad de la demanda energética está directamente relacionada con la actitud proactiva de los consumidores para adaptarse a las condiciones cambiantes del mercado y las necesidades de la red eléctrica, tomando decisiones informadas sobre cuándo y cómo usar la energía. Es decir: de cambiar el momento o la cantidad de energía que consumen.

Al permitir que los consumidores ajusten su consumo de energía en función de la oferta y la demanda, la flexibilidad de la demanda energética ayuda a reducir la necesidad de construir nuevas plantas de energía, mejorar la estabilidad del sistema eléctrico y reducir los costes de la energía para los consumidores.

La alta penetración de renovables tendrá muchas implicaciones, como por ejemplo que los precios más bajos de la electricidad ya no siempre serán los de la franja nocturna, y sí quizás los de mediodía. Todo será dinámico. En este contexto, será decisivo que el consumidor evolucione hasta poder gestionar de forma activa su demanda –y en general toda su energía– reduciendo, incrementando o desplazando su demanda energética mediante la gestión de su consumo, generación local o almacenamiento, activada por señales de precio del mercado.

¿Cómo implementar la flexibilidad de la demanda?
La digitalización será imprescindible tanto para los consumidores, como para los nuevos agregadores y el resto de los actores tradicionales del sistema eléctrico. La digitalización convierte lo invisible en visible: los sensores proporcionan datos sobre equipos y sistemas, y estos datos, a su vez, se analizan a través de sistemas y softwares estratégicos, que aportan información de valor. Con esta información, tanto las redes como los consumidores de energía pueden conocer su comportamiento para poder tomar decisiones informadas, que les permitan ser más eficientes y reducir el despilfarro energético.  

No podemos mejorar lo que no conocemos, ni reducir lo que no medimos. La clave es comprender cómo y dónde se consume o se desperdicia la energía. Por eso, habrá que equipar a industrias, edificios e infraestructuras con sistemas basados en software y hardware, que les permitan tener flexibilidad total, haciéndolos más sostenibles, eficientes y competitivos.

En este contexto, encontramos una tecnología que puede ser la respuesta: las microgrids, que ayudan a automatizar las decisiones y monetizar la flexibilidad en sus dos vertientes:
• Flexibilidad Implícita: cuando la monetización para el consumidor se traduce en ahorros directos en su factura eléctrica.

• Flexibilidad Explícita: cuando la monetización se traduce como nuevos ingresos para el consumidor, que es remunerado en función de la capacidad energética (Potencia “kW”, durante un periodo de tiempo “h”), que es capaz de despachar en respuesta programada a incentivos del mercado, como soporte a la gestión de la red eléctrica, ya sea a través de su comercializadora o de otro agente (como los nuevos agregadores independientes que operarán en breve en el mercado).

¿Qué es una microgrid?
Las microgrids son una solución energética altamente digitalizada, flexible y eficiente. Se trata de redes eléctricas autónomas, detrás del contador o del punto de conexión a red, que conectan los recursos energéticos distribuidos (DER) in situ y las cargas, y que actúan como una única entidad controlable respecto a la red eléctrica.  

Básicamente son la herramienta perfecta para gestión de riesgos, aportando certidumbre energética (reduce los riesgos a largo plazo derivados de la volatilidad de los precios de la energía); y para mejorar la independencia energética (reduciendo los riesgos asociados al suministro eléctrico ganando en autonomía).

Una microgrid aprovecha la tecnología de control para gestionar y optimizar de manera inteligente los recursos de almacenamiento y de generación de energía renovable instalada in situ (fotovoltaica o eólica, principalmente).  

Una de las cosas que hay que tener en cuenta es que, a diferencia del autoconsumo, una microgrid tiene inteligencia y capacidad de control de todo el sistema de la energía local. Pongamos el ejemplo de un edificio o de una planta industrial: contar con una microgrid permite gestionar y optimizar de manera inteligente sus recursos de almacenamiento y de generación de energía on-site, así como gestionar sus cargas flexibles, tomando decisiones sobre su energía, convirtiéndose en prosumidores.  

La capacidad de control de la microgrid garantiza en cada momento la optimización de los costes energéticos de una infraestructura y su factura eléctrica, maximizando la sostenibilidad al tener en cuenta múltiples parámetros, como las necesidades de la instalación, la previsión meteorológica, el precio de la energía u otros.  

Un ejemplo de este modelo se encuentra en la fábrica de Puente La Reina de Schneider Electric, en la que se ha instalado una microgrid as-a-service junto con Acciona. Ha sido una de las primeras en España y la primera en una fábrica española. Incluye 852 kWp de energía fotovoltaica, cinco puntos de recarga de vehículo eléctrico y 80 kWh de almacenamiento en baterías, todos ellos controlados en este caso mediante el software EcoStruxure Microgrid Advisor (EMA) de Schneider Electric. De esta manera, se consigue la máxima autonomía energética de la fábrica y se optimiza el consumo de red, con la consiguiente reducción de costes energéticos y de la huella de carbono.

En definitiva, para poder afrontar el contexto energético, tanto el actual como el futuro, debemos considerar la energía como un recurso, como un activo. Tenemos que pasar de simplemente consumirla a gestionarla de forma activa: optimizar su uso y reducir costes sin comprometer la calidad y la eficiencia de los servicios y procesos.

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