A principios de 2014 y con motivo de mi cumpleaños, mis queridos amigos tuvieron el original detalle de regalarme un frondoso limonero de dos metros de altura. El frutal, maceta incluida, apenas entraba por la puerta de mi escueta terraza con orientación al sur. A pesar de las estrecheces, durante más de un mes mi limonero nos proporcionó sombra, verdor y unos jugosos limones que aromatizaron varias bebidas espirituosas compartidas con los propios compradores del árbol.
Llegó marzo y, pese a la mejora estacional, mi limonero comenzó a perder rápidamente las hojas que caían de manera alarmante. A pesar de regarlo, fertilizarlo y orientarlo al sol, en apenas un mes el pobre vegetal contaba con 3 o 4 hojas vivas, y su futuro parecía abocado al compostaje. De manera paralela se producía un cambio en mi propio contexto personal. Mi situación laboral como profesional del sector de la energía solar sufría varios contratiempos y vaivenes. Aunque surgían varias oportunidades de trabajo ninguna acababa de cuajar y empecé a tener la extraña sensación de que mi destino profesional estaba fatalmente ligado al devenir del desmejorado cítrico y al de buena parte de los trabajadores del sector renovables en España, esto es: paro, precariedad y emigración. No obstante no perdí la esperanza y mi mujer lo tenía claro “el tronco sigue verde, el árbol está vivo”.
Y en estas llegó el verano y el calor. Una mañana me levanto y en el tejado de un nuevo bloque de oficinas anexo a mi casa contemplo que se está instalando en paralelo dos plantas solares térmica y fotovoltaicas (de unos 10 KW) sobre cubierta. “¡Caramba!” pensé, “ ¡En España aún hay valientes que siguen instalando plantas de energía solar!.”
En paralelo el moribundo limonero comenzó a dar síntomas de cierta reanimación y en pocas semanas se repobló de hojas, flores y finalmente limones amarillos. En esas mismas fechas mi situación laboral también comenzó a cruzar el Cabo de Hornos, surgieron nuevas oportunidades que dieron fruto aunque, eso sí, principalmente en proyectos de energías renovables ubicados en el extranjero y en mercados emergentes.
En los últimos años el sector de las energías renovables (y particularmente la energía solar fotovoltaica) ha sido sistemáticamente vapuleado, maltratado y satanizado por parte de instituciones públicas, medios de comunicación y ciertas empresas que defienden el mantenimiento del statu quo energético. Incluso algo tan lógico y de sentido común como es facilitar el autoconsumo de los propios ciudadanos mediante fuentes renovables (las cuales han demostrado YA su viabilidad económica sin ningún tipo de subsidio público) a día de hoy está prácticamente destinado a la clandestinidad en nuestro país. Las cifras no engañan: en todo el mundo se instalaron 37.000MW de energía solar fotovoltaica sólo en 2013. En España nos tuvimos que contentar con 49MW: el 0,10% del total.
No obstante los tiempos y los ciclos cambian. Mi limonero cada vez tiene más limones, continuo trabajando en este apasionante sector y el sol sigue saliendo cada mañana. En ciertas ocasiones resistir es vencer.