Este fenómeno se viene sucediendo desde hace dos años, en los que la habitual temporada de lluvias, que abarca de noviembre a abril, se demuestra escasa para cubrir las necesidades de los embalses y también en lo que hace al consumo de agua sanitaria.
La última sequía de Brasil en 2001 obligó a racionar la energía, desde entonces el gobierno ha duplicado la participación de las centrales térmicas en la generación de energía y ha potenciado renovables como la eólica, que ya ronda los 6 GW de capacidad instalada.
En este contexto, se entiende que surjan iniciativas como las del Ministerio de Minas y Energía, que a través de su titular, Eduardo Braga, anunció el lanzamiento de un programa de eficiencia energética para proporcionar "aún más seguridad y robustez a la red nacional", y que debería estar listo en dos o tres meses.
Según Braga, dentro del conjunto de medidas que se están analizando, se plantea recompensar a los consumidores de energía de casas, fábricas, tiendas y edificios públicos que adoptan medidas de eficiencia energética.
Otro aporte lo ha hecho DASOL-ABRAVA, el Departamento Nacional de Calefacción Solar de la Asociación Brasileña de Refrigeración, Aire Acondicionado y Calefacción, al proponer en una "Carta Abierta a la Sociedad Brasileña" un desarrollo aún más intenso de la energía solar térmica, destinada principalmente al calentamiento de agua. Especialmente, asegura, en una coyuntura que presenta una fuerte industria nacional en el sector.
Según DASOL-ABRAVA, la energía solar térmica, presente en el país desde finales de los años 70, produce electricidad equivalente (EEE) a 5.404 GWh/año, en datos de 2013 de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), cantidad superior a la generación de la central nuclear Angra 1.
También de acuerdo con la AIE, Brasil es cuarto en el ranking mundial de la EEE, pero sólo 32º en la energía solar térmica per cápita entre 57 países.