En enero de 1.985 y en la revista “Información Comercial Española” del Ministerio de Economía y Hacienda, José Luis Sampedro publicó un artículo titulado “Transición y Metaeconomía” en el que se hace un diagnóstico de la crisis económica y de la función de los economistas que, casi tres décadas después, es fundamental para entender la gravedad de la actual recesión española y cómo detrás de las cifras hay una realidad social y cultural que es ignorada en la toma de decisiones.
“La crisis actual es una ruptura sin precedentes. No es un paréntesis coyuntural sino la crisis del modelo de desarrollo. Es una gran contradicción interna pues, con una técnica increíblemente avanzada resulta incapaz de dar sustento y trabajo a toda la humanidad, además de la contradicción entre esa misma técnica de casi el siglo XXI y las instituciones políticas y sociales del XIX con las que se intenta encauzarla y que no pueden controlarla”.
El consumismo y el modelo único de desarrollo están tropezando con sus límites físicos, por la destrucción de los recursos del planeta; límites políticos, por el dominio de la codicia y la desigualdad; y límites psicológicos, por la anulación de la vida interior y la identidad de los individuos. “La consecuencia es el replanteamiento de ese desarrollo y del propio sistema generador a través de una revisión desde los cimientos, a saber, los valores que motivan a los agentes, que orientan sus decisiones, que son la causa primera de los resultados finales”. “Ahora bien, el mundo de los valores no se puede abordar con el equipo convencional de los economistas. Me refiero al error consistente en creer que la aludida formación convencional les capacita para abordar cuestiones como el desarrollo económico, que suelen atribuirse y suele confiárseles equivocadamente”.
Rara vez, dice José Luis Sampedro, los economistas profundizan hasta este nivel de los valores, más bien suelen reducir su análisis a ”la interpretación de la realidad social en términos monetarios”. A partir de aquí surge la necesidad de la “metaeconomía” que es ver también lo que hay más allá de la economía. “Más sencillamente, la moneda y los precios (primer nivel) responden a decisiones individuales e institucionales (segundo nivel) motivadas por creencias y valores (tercer nivel)”. “En tiempos de crisis como los actuales, la reflexión en el tercer nivel es más imprescindible que nunca”. “La tarea del “metaeconomista” consiste en la crítica de los valores básicos de este sistema (sin perjuicio de reconocer su eficacia en otro momento histórico) así como ayudar a instrumentar los nuevos valores y a difundirlos en las mentalidades individuales y ámbitos colectivos”.
Es el diagnóstico más lúcido de una crisis que se originó con la revolución conservadora de aquellos años 80, que nos estalló en 2008 y de la que nadie todavía ha dado cuenta. La clarividencia de un análisis que pervive con el tiempo debería demostrar que lo acertado sería escuchar más a aquellos que piensan libremente.