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Tribuna de Javier García Breva

La pandemia es una ventana de oportunidad para las energías renovables

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En la crisis del Covid-19 y la depresión económica que ha provocado la paralización de la actividad económica se han cometido errores por falta de comprensión de un problema global inédito que se ha pretendido gestionar como una crisis local.
La pandemia es una ventana de oportunidad para las energías renovables

Solo así se explican los errores de la presidenta del BCE, Christine Lagard, de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, y de los gobiernos de Alemania y Holanda que han reforzado una Europa dividida entre el norte y el sur y resucitado las barreras nacionales, como ya ocurrió en la gran recesión de 2008 con las políticas austericidas, que castigaron los servicios esenciales que ahora impiden una correcta gestión del coronavirus.

Los activos energéticos valen hoy menos que ayer
Tampoco se debe cometer el error de infravalorar cómo esta crisis afecta a la energía. El sector energético ha perdido cerca del 30% de su valor, que se añade a la depreciación del 50% de sus activos fósiles realizada en los últimos tres años. Aunque haya afectado más a unas empresas que a otras, la realidad es que las empresas energéticas son ahora más “opables”, a pesar del blindaje que el gobierno ha aprobado para evitar opas hostiles de inversores del exterior de la zona euro.

Es el escenario perfecto para que los fondos de inversión continúen comprando y vendiendo activos energéticos. Esta amenaza afecta particularmente a las energías renovables, muy atractivas para la inversión extranjera, configurando un sector más preocupado por el valor de sus activos, el beneficio y el dividendo, sobre todo si está garantizado por las subastas del Estado, que por los objetivos climáticos y por los consumidores. Esta es también una amenaza para la transición ecológica.

La demanda, la gran olvidada del modelo energético convencional
El confinamiento del país para combatir la pandemia ha provocado la caída de la demanda eléctrica que ha incrementado la participación de las renovables en el sistema eléctrico que, a su vez, provoca siempre un abaratamiento del precio de la electricidad. De persistir esta situación, el precio mayorista estará por debajo de los costes de las instalaciones renovables, éstas quedarán fuera de mercado y reaparecerá el déficit tarifario. La pérdida de rentabilidad de las instalaciones renovables traerá una ralentización de las inversiones.

La pérdida de rentabilidad afectará a las grandes instalaciones renovables conectadas a la red en un modelo de generación centralizada, pero no así a las renovables distribuidas o pequeñas instalaciones de autoconsumo No tendrán ese problema al estar vinculadas a los centros de consumo y poder ajustar la oferta y demanda.

La gran cualidad de las renovables es que permiten la aproximación de la generación al consumo y eso garantiza la más alta eficiencia que permite reducir costes, inversiones y abaratar la energía para el consumidor.

La caída de la demanda eléctrica y gasista deja al descubierto una crisis del modelo energético convencional. No se pueden gestionar las energías renovables como se ha gestionado tradicionalmente la generación con combustibles fósiles. Ni se puede mantener la desproporción de 2019 por la que solamente el 7% de la nueva potencia renovable ha sido de autoconsumo y el 93% para renovables a gran escala. Hace falta mucha más energía renovable distribuida y menos a gran escala por razones económicas y ambientales.

El mundo camina hacia la generación distribuida
La paradoja del impacto del coronavirus es que, a la vez que provoca la reducción de las emisiones, representa una amenaza para la inversión en energías renovables, en el vehículo eléctrico y para el cumplimiento de los objetivos de energía y clima de 2030. Es el análisis de la Agencia Internacional de la Energía; sin embargo, la AIE insiste en que la respuesta de los gobiernos al impacto económico de la pandemia no debe perder de vista el desafío de nuestro tiempo: la transición hacia la energía limpia.

El director de la AIE, Fatih Birol, considera que los paquetes de estímulo que los gobiernos están poniendo en marcha para afrontar la recesión provocada por el coronavirus deberían incluir la inversión en energías renovables.

Para Fatih Birol, “tenemos una importante ventana de oportunidad” que tendría enormes beneficios para la transición energética. En este sentido, insta a los gobiernos a aprovechar la bajada del precio del petróleo para eliminar los subsidios a los combustibles fósiles, que podrían dirigirse al gasto sanitario y a financiar proyectos de renovables. A nivel mundial solo entre el 10% y el 30% de esos subsidios alcanzan los 370.000 millones de dólares anuales (Global Subsidies Iniciative)”

Para la AIE la bajada de la demanda obliga a disponer de más recursos energéticos flexibles y mayor inversión en redes. Si los sistemas eléctricos van a depender cada vez más de las energías renovables éstas deberán aportar flexibilidad al sistema. Por ello, pide que la integración de las renovables sea “una parte central de los planes de estímulo”. En Europa no debería ser un problema cuando la inversión en fondos sostenibles se ha multiplicado por dos en 2019, hasta 120.000 millones de euros.

La modulabilidad de las renovables les permite estar próximas a los centros de consumo y ajustar de forma inteligente y en tiempo real la oferta y demanda de energía a través de todas las formas de autoconsumo con almacenamiento, aumentando la capacidad de energía flexible del sistema eléctrico.

La combinación de renovables distribuidas con baterías de almacenamiento, aplicaciones inteligentes, carga del vehículo eléctrico y agregación (VPP) son los principales recursos energéticos distribuidos (DER) que protagonizan hoy la innovación energética más importante en el mundo.

La credibilidad del objetivo 100% renovables
Alcanzar el objetivo 100% renovables no será creíble si no va a acompañado de una iniciativa dirigida al autoconsumo con almacenamiento en los tejados a través de comunidades ciudadanas de energía y agregadores y convertir el parque inmobiliario en edificios de consumo de energía casi nulo con la carga inteligente en el edificio para extender la movilidad eléctrica. La inteligencia distribuida garantiza la capacidad de oferta y demanda flexible suficiente para optimizar los recursos energéticos distribuidos y mejorar la gestión de la red.

La regulación debe mirar más a la demanda que a la oferta de generación. Si no, ¿cuándo se podrán beneficiar los consumidores de las ventajas del autoconsumo y de los contadores inteligentes o de la bajada de los precios de la energía por la mayor integración de energías renovables? 


Si vencer al coronavirus depende de cada uno de nosotros, la transición energética, ecológica y justa dependerá de que cada uno de nosotros nos convirtamos en consumidores activos.

Este artículo se publicó originalmente en La Oficina de Javier García Breva.

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