javier garcía breva

Alemania y Francia pisan el freno de la transición energética

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El debate sobre la política industrial celebrado a primeros de mayo en la Cumbre del Crecimiento, impulsada por el Foro Económico Mundial, ha destacado la tendencia hacia una fuerte política industrial y el retorno del Estado como respuesta a los cambios geopolíticos producidos por la pandemia, el cambio climático y la invasión rusa de Ucrania. Los riesgos son enormes por la rivalidad entre los gobiernos, el aumento de la deuda y el nacionalismo disfrazado de proteccionismo frente a las oportunidades de la innovación y la mayor actividad económica. La integración vertical de las grandes empresas se verá fortalecida en un entorno menos favorable a la competencia.

La reacción europea se ha centrado en combatir la inflación y la deuda a través de la subida de tipos del Banco Central Europeo (BCE) y la vuelta al Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la austeridad de 2008 que impedirá a muchos de países europeos invertir lo suficiente en una política industrial orientada a cumplir sus compromisos climáticos. Las reglas fiscales que ha propuesto Alemania aumentarán la disparidad de las políticas industriales nacionales y no se reducirán las emisiones un 55% en 2030.

La transición energética avanza, pero no lo suficiente
El análisis de Bloomberg NEF sobre 2022 reafirma que las renovables son la opción más competitiva para expandir la capacidad de generación porque son más baratas que los activos fósiles; sin embargo, la capacidad de energía limpia crece a un ritmo insuficiente para alcanzar emisiones netas cero en 2050. La trayectoria actual reduciría las emisiones solo un 29% y el calentamiento alcanzaría los 2,6ºC a mediados de siglo. Acelerar la caída de la demanda de combustibles fósiles implica la utilización masiva de tecnologías limpias en el sector energético, la industria, el transporte y la edificación y el desarrollo de mercados de carbono.

El informe sobre la situación global de las renovables (GSR 2022) de REN21 corrobora la improbabilidad del cumplimiento de los objetivos climáticos por el escaso avance de las renovables. Entre 2009 y 2019, mientras las renovables pasaron del 10,6% al 11,7% del consumo final de energía, el incremento de las emisiones de CO2 fue del 16%. Tan escaso progreso es más preocupante en sectores como la calefacción y refrigeración y el transporte.

Los datos del Observatorio de Sostenibilidad sobre 2022 reflejan que la descarbonización en España va mal. Las emisiones de CO2 aumentaron un 9% y las de generación eléctrica un 24%. Según Enagás, se ha disparado la dependencia del gas en 2022 en un 52% por las elevadas temperaturas y las exportaciones a Francia y Portugal. El déficit comercial energético ha superado los 48.200 millones de euros y el sector energético obtuvo los mayores beneficios de su historia con un incremento del 41%. El BCE ha reconocido que los beneficios empresariales están detrás de la elevada inflación, sobre todo en los sectores con menos competencia.

El informe del Banco de España sobre “España y la Unión Europea frente a la crisis energética” confirma que su dependencia de los combustibles fósiles sigue siendo más elevada que la de las principales economías mundiales y ha advertido de nuevos tensionamientos en los precios del gas en Europa que dañarían la competitividad industrial. Sin embargo, resalta la acción del Gobierno en las ayudas públicas para controlar la inflación e impulsar la economía que han permitido que el IPC bajara 2,3 puntos y el PIB creciera 1,1 puntos.

Los cuellos de botella de la descarbonización
El Grupo Oxford de Finanzas Sostenibles, en su estudio sobre cómo la Unión Europea (UE) puede sustituir el gas ruso entre 2023 y 2028, estima que requerirá una inversión de 706.000 millones de euros en energías renovables y 105.000 en bombas de calor. En total, 811.000 millones que incluyen 299.000 millones de euros de inversión en energías limpias del Pacto Verde Europeo. La inversión adicional sería de 512.000 millones que se compensarían en parte por los ahorros energéticos, valorados en 254.000 millones de euros. La Universidad de Oxford afirma que es posible prescindir del gas ruso si existe un entorno político propicio.

Pero el entorno político europeo destaca por el distinto margen fiscal entre los países del norte y del sur, la lentitud en la toma de decisiones y el creciente rechazo a la agenda medioambiental. El Plan Industrial del Pacto Verde, presentado en febrero de 2023, pretende que el 40% de la tecnología verde se fabrique en Europa y la creación de un nuevo “fondo de soberanía” para la inversión tecnológica, pero sin financiación adicional. Solo contará con el NextGenerationEU, el fondo común creado para la pandemia.

El eje franco-alemán, que concentra el 77% de las ayudas de Estado de la UE, dejará que cada gobierno actúe por su cuenta, quedando la UE como actor secundario en la carrera por el liderazgo tecnológico y ecológico. La debilidad europea se ha hecho patente en la recta final del debate sobre las directivas del paquete “Fit for 55”, cuando Alemania y Francia han introducido las “energías bajas en carbono” para etiquetar la energía fósil y nuclear como renovables.

Las instituciones europeas carecen de consenso y confianza para imitar la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), firmada por el presidente Joe Biden en agosto de 2022, para adaptar la economía de EEUU al cambio climático con subvenciones y una política industrial verde. La UE ha perdido ese tiempo en debatir el regreso a las reglas fiscales de la austeridad alemana que impedirá las inversiones sostenibles que necesita la industria para su descarbonización.

Más del 72% de las empresas europeas presentan déficit tecnológico y digital, según Colt Technology Services. El déficit comercial de la UE alcanzó en 2022 la cifra récord de 431.000 millones de euros, debido a los 653.000 millones de sus importaciones energéticas. En el caso español, según datos de Funcas para 2022, el déficit comercial en tecnología digital fue de 10.000 millones de euros y de 7.200 millones en tecnología ecológica. El déficit de la transición digital y ecológica se incrementó en España un 40% desde 2019. Lo que indican estos datos es un modelo industrial vulnerable ante los riesgos y transformaciones que se avecinan.

Entre los cuellos de botella para la electrificación y descarbonización de la economía destacan la falta de un presupuesto europeo que respalde a los países con menor margen fiscal, la inexistencia de una política energética e industrial común, el escaso desarrollo de las tecnologías para una economía verde y digital, garantías en la cadena de suministros o la formación para los nuevos empleos.

Los cuellos de botella más graves son la decisión del BCE de subir tipos y poner fin a la compra de deuda y las reglas fiscales que reclama Alemania con recortes presupuestarios que retrasarán la transición de la industria, la energía, el transporte y la edificación y acabarán con la credibilidad de la Comisión Europea. España sufre, además, el tapón de Francia a sus interconexiones con el resto de Europa. Representa aislar a España y Portugal e impedir una política energética e industrial comunitaria; solo para proteger su industria nuclear pública y los monopolios energéticos nacionales.

La industria de la adaptación al cambio climático
La camisa de fuerza que Alemania pretende aplicar a la economía europea atrae a las corporaciones integradas verticalmente que se benefician de los elevados precios energéticos. La política industrial en la era digital y ecológica, por el contrario, requiere infraestructuras más distribuidas con la participación de millones de consumidores activos. Es la dirección por la que ya transita la economía global.

Según Wood Mackenzie, la energía eólica, terrestre y marina, la solar fotovoltaica y las baterías de almacenamiento disponen de un margen de reducción de costes a largo plazo que supera el 50% en todos los casos. La industria europea de generación y almacenamiento atraerá inversiones masivas de aquí a 2050.

Según Bloomberg NEF, la inversión en la transición energética igualó en 2022 la inversión en gas y petróleo y la inversión en fábricas de tecnología limpia alcanzó los 80.000 millones de dólares, cuatro veces más que en 2018. Un objetivo realista para Europa sería satisfacer la demanda local con producción local.

Para el think tank Ember, las energías limpias han sido imparables en 2022, alcanzando el 12% de la electricidad mundial y cubriendo todo el crecimiento de la demanda. A partir de 2023 empezará a caer la generación fósil y el sector eléctrico llegará a cero emisiones en 2040, gracias a la eólica y solar que representarán el 41% de la electricidad mundial en 2030. Para esa fecha, según EY (EV), la venta de vehículos eléctricos alcanzará el 55% del total.

La crisis energética ha visibilizado el poder del autoconsumo y las comunidades energéticas para electrificar el urbanismo y el transporte. Aun así, el mundo depende en un 80% de los combustibles fósiles y las dificultades políticas y sociales, como la falta de competencia o el retraso del almacenamiento en el caso de Europa, retardarán su sustitución por renovables.

La política industrial para la adaptación al clima debe desarrollar los instrumentos de eficiencia energética que establecen las directivas europeas, como el autoconsumo individual y compartido, las comunidades energéticas,  redes cerradas y microrredes, almacenamiento frente y detrás del contador, contratos de compra de energía renovable a largo plazo, agregador independiente de la demanda, edificios cero emisiones y de energía positiva, rehabilitación energética, calefacción y refrigeración sin emisiones, redes de calor y frio, indicador de aplicaciones inteligentes y recarga de vehículos eléctricos en los edificios.

El Reglamento sobre la gobernanza de energía y clima de la Unión Europea de 2018 no cita entre estos instrumentos la energía nuclear ni el gas fósil ni las “energías bajas en carbono”. Para alcanzar el objetivo de descarbonización solo incluye la reducción de la demanda energética, la utilización masiva de energías limpias y la participación de los consumidores activos en los mercados energéticos.

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Mariana
Participar en eventos sería excelente ya que estamos interesados en tener aprendizaje sobre energías renovables en medio de tantos desastres naturales, aquí en Venezuela estamos en pañales. Gracias
Baterías con premio en la gran feria europea del almacenamiento de energía
El jurado de la feria ees (la gran feria europea de las baterías y los sistemas acumuladores de energía) ya ha seleccionado los productos y soluciones innovadoras que aspiran, como finalistas, al gran premio ees 2021. Independientemente de cuál o cuáles sean las candidaturas ganadoras, la sola inclusión en este exquisito grupo VIP constituye todo un éxito para las empresas. A continuación, los diez finalistas 2021 de los ees Award (ees es una de las cuatro ferias que integran el gran evento anual europeo del sector de la energía, The smarter E).