Mi experiencia, desde que estoy en el sector de las renovables, ya hace más de 22 años, me demuestra de forma incuestionable algo que, lamentablemente, todos sabemos: los dos principales partidos del país, no sólo no han sido capaces de acordar un plan nacional a largo plazo en los temas más estratégicos, como el de la política energética y la gestión del agua, sino que han estado continuamente poniendo de manifiesto sus enormes discrepancias.
En la fotovoltaica, vivimos con gran satisfacción la aprobación en 2004 del RD-436, que permitió arrancar el mercado. Fue en el último consejo del gobierno del PP, un día después de los atentados de Atocha. En momentos tan dramáticos se decidió algo que fue muy importante. Pero he de decir que me alegré de que no ganara el PP, a pesar de mi gratitud al señor Folgado, porque se habría podido “ejecutar” el plan hidrológico aprobado en 2001, que incluía un delirante trasvase del Ebro a Levante, presupuestado en 4.300 millones de euros. Se evitó un desastre (el pobre Ebro ya no da para eso), pero vinieron otros como el catastrófico RD661 de Zapatero. Aciertos y desaciertos, que no dejan de ser decisiones cuya trascendencia es, a veces, imprevisible.
En el momento en el que escribo estas líneas, aún no he tenido acceso a los planes energéticos y medioambientales de ningún partido, pero cuatro años después, recuerdo los programas de los principales partidos y las diferencias son tan evidentes, y la situación ha avanzado tan claramente hacia la emergencia climática y la sequía, que da miedo pensar qué pasará si Vox tiene algo que decir en un posible nuevo gobierno. Y lo han empezado a hacer en ayuntamientos y autonomías. Con temas de menos transcendencia, pero que marcan una tendencia preocupante.
Tengo amigos, dentro del sector, con ideas políticas diferentes, pero respecto a estos temas, casi todos los que llevamos tantos años en él, estamos alineados con los planteamientos de la Comisión Europea, que son los que el actual gobierno, con aciertos y algún error, están siguiendo.
No tengo ninguna duda de que, desgraciadamente, y tal y cómo está de enconada la política, no hay ninguna posibilidad de acuerdo entre PSOE y PP en un tema que trasciende a las ideologías y que afecta a toda la sociedad. Y esto es tremendo.
Tengo la muy triste sensación de que los ciudadanos estamos cada vez más polarizados emocionalmente en el tema político, y que la racionalidad que debería influir en decisiones como a quién votar, está relegada a una actitud más de forofo de equipo de fútbol que de otra cosa.
Lo que estoy viendo es que más que pedirle al elector “vota para tener esto”, el mensaje que lanzan es “vota contra ese”. Independientemente de los hechos o de los compromisos políticos. Si a esto añadimos las mentiras reiterativas respecto a temas como la extensión de vida de las centrales nucleares, la polarización, por no decir las posiciones súper encontradas ante demasiados temas sensibles, me temo que nos va a llevar a un panorama muy oscuro.
Lo que está en juego, no es ya si unos sectores industriales se van o no a beneficiar, o si eso ayudará a crear empleo o a perderlo. Lo que está en juego son cuatro años de políticas que pueden seguir alineadas con los objetivos europeos relacionados con el cambio de modelo energético y la lucha contra el cambio climático, o políticas negacionistas que nos hagan retroceder años y perder gran parte de lo conseguido y que nos lleven a luchar contra la sequía sacando a la virgen de procesión.
En definitiva, hay que votar. No tanto a los políticos o a sus partidos, pero sí a los programas que nos garanticen seguir adelante en estos tiempos tan críticos. Creo que importa, y mucho, quién gane estas veraniegas elecciones.
