Entre la defensa vehemente que el ex ministro de Agricultura y Asuntos Forestales de Indonesia hizo de las plantaciones que proveen de aceite de palma a la industria de los biocombustibles (entre otras industrias), advirtió a la Unión Europea que esté tranquila con las importaciones desde este país asiático, ya que “cumplimos con las exigencias de sostenibilidad establecidas por el proyecto de directiva de la Comisión”.
En cuanto a las acusaciones de deforestación, Bungaran Saragih, además de afirmar que “es falso que las plantaciones de palma provoquen deforestación y aumenten las emisiones de CO2”, incidió en que “es casi imposible conseguir un permiso para realizar una plantación en un bosque. La expansión se ha hecho de forma sostenible, en zonas marginales, en tierras no productivas o para sustituir cultivos de café o cacao; y todo bajo los criterios establecidos por la RSPO”. No obstante, confirmó que existen talas ilegales e incendios incontrolados.
GreenPalm, la etiqueta ecológica del aceite de palma
Indonesia es el mayor productor del mundo de aceite de palma para biocombustibles, aunque, según Saragih, el futuro crecimiento no conllevará una mayor expansión de los cultivos: “en la actualidad se utilizan semillas de alto rendimiento y otros avances científicos y tecnológicos que permitirán duplicar la producción en 15 años pero sin apenas ampliar la superficie cultivada”.
Entre las diferentes iniciativas y modelos de certificación de cultivos de materias primas y de producción de biocarburantes, se avanzó la inminente puesta en marcha de GreenPalm, marca que a partir de mayo o junio llevarán los productos procedentes de plantaciones sostenibles de palma. Ian McIntosh, presidente de GreenPalm, adelantó que el comprador del certificado pagará entre 10 y 50 dólares por tonelada y que el dinero se reinvertirá en las plantaciones certificadas. “La cadena ya está funcionando y los clientes esperando para acreditar plantaciones dentro de un método que entendemos como eficaz, barato y sensible”, concluyó McIntosh.
Otra de las intervenciones corrió a cargo de Neil Judd, director de Proforest, compañía británica que promueve y supervisa sistemas de producción sostenible en todo el mundo, incluido los trabajos de la RSPO. Para Neil Judd, la certificación no es la respuesta a todos lo problemas, pero sí a los impactos directos, y añadió que “la RSPO cumple todos los criterios de mejores prácticas que podamos imaginar, demostrando que, aparte de fijar buenos criterios de certificación, lo que verdaderamente es necesario es conseguir un buena puesta en práctica de los mismos”.
Más información:
www.rspo.org
www.greenpalm.org