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No todo es electromovilidad en las Comunidades Energéticas Locales

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Uno de los instrumentos de los que se está dotando la Unión Europea y el Estado Español para la transición energética son las Comunidades Energéticas, que pueden llevar a cabo múltiples actividades, tales como producir, consumir, almacenar, compartir o vender energía. Aunque sin duda lo más interesante es que puedan servir como herramienta para la gestión de la demanda, el ahorro y la eficiencia en el uso de la energía, optimizando las inversiones y maximizando los beneficios colectivos.

Poco a poco los proyectos de Comunidades Energéticas crecen en nuestro país y, como en otros ámbitos, se observa que las actuaciones propuestas en movilidad se limitan mayoritariamente a la implantación de puntos de recarga eléctrica, dejando de lado actuaciones más profundas encaminadas a reducir el uso del coche. Sobra decir que el vehículo eléctrico no acabará per sé con los problemas de la accidentalidad, la congestión, la ocupación de espacio, la ineficiencia energética o el agotamiento de minerales y recursos naturales.

Las Comunidades Energéticas nos brindan una oportunidad para aunar intereses comunes y gobernar a los actores locales en estrategias colectivas, inclusivas y participadas, también en la movilidad. La electrificación del transporte es una estrategia clave pero siempre que vaya acompasada de la reducción de los desplazamientos y un adecuado reparto modal.

Una reciente investigación del GREEDS de la Universidad de Valladolid corrobora que una fuerte electrificación sin cambiar los patrones de movilidad sólo conseguirá reducir un 15% las emisiones mundiales del transporte en 2050. Y señalan que para lograr reducciones del 80% –en línea con el Pacto Verde Europeo, que establece una reducción del 90%– será preciso abordar cambios ambiciosos en la movilidad, una drástica reducción de la demanda del transporte, combinada con una estabilización del crecimiento económico mundial en un nivel un 23% menor de la media actual.

Volviendo a las comunidades energéticas, de la misma forma que antes de instalar un sistema de autoconsumo se estudia y optimiza el consumo energético, la implantación de puntos de recarga debería acompañarse de un análisis de los servicios de movilidad necesarios para la comunidad en la que actuamos.

Posteriormente podremos tomar decisiones e implementar distintas soluciones, por ejemplo:
• Implantar nuevos servicios de autobús lanzadera, mejorando interconectividad con el transporte público (tren, metro, etc)
• Poner en marcha servicios de sistemas de bicicleta o coche compartido (bikesharing y carsharing).
• Fomentar la gestión del compartir coche mediante aplicaciones entre los miembros (carpooling), etc.
• Proveer de aparcamientos para bicicletas cerrados y seguros con video-vigilancia y control de acceso; con posibilidad de vestuarios para cambio de ropa…
• Promover las rutas de autobuses de empresa, muy útil en comunidades que se constituyan en polígonos industriales periurbanos.
• Impulsar rutas configuradas y gestionadas a demanda mediante aplicación tecnológica, aportando soluciones a comunidades del medio rural.

Además, la constitución de una comunidad energética es una forma de organizar y sumar fuerzas para aumentar la participación y presión social y así poder subsanar las carencias del transporte público (incorporación de nuevas líneas, ajustes y ampliación de horarios y recorridos), o solicitar la pacificación del tráfico y la mejora de la convivencia vial (solicitud de calles de velocidad reducida, creación de carriles bici, mejora de los pasos peatonales).

En definitiva, actuemos con una mirada amplia en nuestras Comunidades Energéticas Locales, con soluciones integradas para una movilidad sostenible, segura, eficiente, saludable e inclusiva, que responda a los desafíos energéticos y de descarbonización del transporte y mejore nuestra calidad de vida.

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Angel
Muy buen artículo. Corremos el riesgo de entender que las comunidades energéticas son solo autoconsumos colectivos, y obviar todo el potencial que tienen. No perdamos de vista, por cierto, que el consumo eléctrico (en 2020, y también en 2030) es inferior al 30% respecto al consumo total. Así que no debemos olvidarnos de los consumos no eléctricos.
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