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Von der Leyen plantea un plan de choque energético disruptivo

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La amenaza nuclear, que hasta ayer parecía distópica, vuelve a proyectar su sombra sobre Europa: la Rusia de Putin lleva días amenazando (de manera más o menos velada) con su arsenal atómico; mientras que en el Extremo Oriente, Corea del Norte podría estar proyectando un ensayo de lanzamiento de un misil nuclear en aguas del mar de Japón, a las que el Gobierno de Joe Biden ha enviado el portaaviones de propulsión nuclear USS Ronald Reagan. Tras todo ello se cierne la guerra del gas. Estados Unidos le está arrebatando a Rusia el mercado europeo, en medio de una escalada de precios que parece no tener final. En ese marco, la Europa rehén, de la mano de la conservadora Von der Leyen, está articulando medidas en el plano energético -netamente intervencionistas- que hasta ayer parecían poco menos que impensables o, sencillamente, distópicas.
Von der Leyen plantea un plan de choque energético disruptivo

El almacenamiento de gas en la UE está ya en el 90%, un 15% más que el año pasado por estas fechas. El dato lo enunció ayer la presidenta de la Comisión Europea, la conservadora Ursula Von der Leyen, que reconoció que la Unión sigue importando gas ruso (un 7,5% del total de las importaciones). La UE en todo caso ha reducido las importaciones de metano de Rusia de manera más que considerable, pues antes de la guerra el gas llegado de la nación de Vladimis Putin suponía un 40% del total de las importaciones UE. "Hemos compensado esta reducción -concretaba ayer en el Parlamento Europeo Von der Leyen- con un aumento de las importaciones de gas natural licuado y por gasoducto, principalmente de nuestros proveedores de confianza, como Estados Unidos y Noruega". La dependencia de la Unión Europea (en lo que se refiere al gas) sigue en todo caso siendo extraordinaria, pues si antaño lo era de Rusia, hogaño lo somos (dependientes) de Noruega, Estados Unidos, Argelia o Catar (ninguna de esas naciones pertenece a la Unión Europea). La única noticia netamente positiva es la relativa al ahorro. Según Von der Leyen, "la Unión Europea ha reducido su consumo de gas en aproximadamente un 10%" desde febrero.

El caso es que, en ese marco, la presidenta de la Comisión Europea presentó ayer su análisis actualizado de la situación que enfrenta Europa en estos momentos, cuando ya han trascurrido casi ocho meses desde que comenzara el conflicto en Ucrania. Von der Leyen resumió las medidas adoptadas ya por Bruselas y las que la Comisión plantea de cara a un futuro inmediato. Y, entre ellas, hay algunas claramente disruptivas, como imponer un gravamen a los beneficios (de petroleras y gasísticas) que sean superiores a un aumento del 20% de la media de los beneficios imponibles anuales desde 2018 (medida ya adelantada por la Comisión hace unos días) o (y esta medida sí que es novedad) ponerle un tope al precio del gas que la UE importe desde otras naciones, algo poco menos que impensable hace unos meses y que hoy no solo está sobre la mesa sino que tiene visos de materializarse en el plazo corto.

Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea: "hace tres semanas, en este hemiciclo, anuncié que despojaríamos a las empresas energéticas de sus beneficios excepcionales y los destinaríamos a apoyar a los ciudadanos y empresas vulnerables. La semana pasada, esto ha quedado consagrado en la legislación de la UE. Lo conseguimos a la velocidad del rayo (...). Y ahora intensificaremos nuestras negociaciones con socios de confianza -por ejemplo, con Noruega- para reducir el precio que pagamos por las importaciones de gas. Como Unión Europea, tenemos un poder de mercado considerable. Y muchos de nuestros proveedores quieren cerrar acuerdos con nosotros que sean beneficiosos para ambas partes"

La presidenta de la Comisión ha dejado en el Parlamento Europeo una frase lapidaria: "la UE no pagará cualquier precio por el gas". Von der Leyen ha reconocido que (en lo que se refiere a ponerle un tope al precio del gas) ahora, "en comparación con el mes de marzo, hay más Estados miembros dispuestos a ello" y ha explicado que, en todo caso, esa medida será temporal y en el marco de la absoluta garantía de suministro: "esta limitación del precio del gas debe diseñarse adecuadamente para garantizar la seguridad del suministro". Von der Leyen ha explicado que se trata de "una solución temporal para hacer frente al hecho de que el TTF -nuestra principal referencia de precios- ya no es representativo de nuestro mercado, que hoy incluye más gas natural licuado. Es una solución temporal hasta que se desarrolle un nuevo índice de precios de la UE que garantice un mejor funcionamiento del mercado. La Comisión ha empezado a trabajar en ello".

Pero la presidenta ha ido más lejos aún. Ya no se trata solo de trabajar en cómo limitar el impacto inflacionario del gas sobre la electricidad, sino que "este tope -ha anunciado- sería también un primer paso en el camino hacia una reforma estructural del mercado de la electricidad". Y ahí entramos en el mismo escenario antes anunciado: empieza ahora a ver la luz lo que hasta hace muy poco tiempo era absolutamente impensable (porque no encajaba en el marco regulatorio europeo, o porque iba a ser imposible alcanzar un acuerdo entre naciones con intereses tan dispares como lo son la Francia nuclear, la Alemania ruso-dependiente o la Iberia excepcional).

Von der Leyen abrió así ayer, definitivamente, ese melón -el de la "reforma estructural del mercado de la electricidad"-, que podría ahondar sobre todo en la merma de los beneficios extraordinarios de las gasísticas, pero, al mismo tiempo, alivió al sector con una apuesta decidida por la inversión UE en gasoductos. "Con REPowerEU, hemos desarrollado un instrumento crucial para acelerar la transición hacia la independencia energética. Permitirá invertir en infraestructuras, como gasoductos (...). Por eso creo que deberíamos impulsar aún más REPower con financiación adicional. De este modo, todos los Estados europeos pueden acelerar las inversiones necesarias".

El paquete REPower -recordó también Von der Leyen en el Parlamento- también permitirá invertir en interconexiones eléctricas y energías renovables y eficiencia energética, pero la apuesta de la Comisión por el gas, que es un combustible fósil (desencadenante de cambio climático), combustible fósil además del que carece la Unión (que habrá de importarlo de un país u otro) parece inequívoca. La Unión plantea así una medida en una situación crítica -tope al precio del gas procedente de todas las naciones en un momento de escalada imparable de los precios (tope temporal, no se olvide)- pero estaría cronificando la dependencia. Pasaríamos pues de una situación crítica a otra de dependencia crónica.

Sobre el coste público de infraestructuras que acaban varadas, léase Analistas del sector del gas alertan sobre el hidrógeno y los Castor que trae, un trabajo que presentábamos hace apenas un par de semana así:

"Previsiones erróneas (crecimientos de consumo de gas que nunca se materializaron), falta de transparencia en la formulación de los proyectos (hurtados al escrutinio público), sobredimensionamiento de las infraestructuras (tasas bajas, cuando no ridículas, de utilización de las mismas), costes para las arcas públicas (el ejemplo de Castor es emblemático) y para la ciudadanía (los precios medios del gas que tuvieron que pagar los hogares españoles entre 2015 y 2020 fueron los segundos más altos de Europa), sospechas de corrupción política, y alertas sobre la posibilidad de que con el hidrógeno suceda exactamente lo mismo que con el gas. Son algunas de las ideas que han sobrevolado la jornada El invierno del Gas, durante la cual han sido presentados los estudios «¿Hacia cero emisiones netas?» y «Capacidad y remuneración aún excesivas en el sector del gas español».

Analistas del sector del gas alertan sobre el hidrógeno y los Castor que trae

Discurso de Von der Leyen (en inglés)

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