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EQUO: menos carne y lácteos para combatir el cambio climático

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Lo que comemos y cómo producimos nuestros alimentos está enfermando al planeta así como a nosotros mismos. El sistema alimentario es ya responsable de la cuarta parte de todas las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), y si no remediamos, supondrán el 50% del total en 30 años. En el informe "Comer bien para vivir mejor: reduzcamos nuestro consumo de carne", elaborado por EQUO con la participación de una amplia gama de expertos, se dan las pautas para reducir este impacto.
EQUO: menos carne y lácteos para combatir el cambio climático

En el informe "Comer bien para vivir mejor: reduzcamos nuestro consumo de carne", EQUO reflexiona sobre los impactos de la industria low-cost de carne sobre el clima, nuestra salud y el bienestar animal. En su elaboración han participado organizaciones relevantes como Greenpeace, WWF, Ecologistas en Acción, Anima Naturalis, AVATMA, Justicia Alimentaria, CECU, la Red EQUO Derechos Animales o el consejo español de Dietistas y Nutricionistas, aportando cada una un ángulo de análisis así como propuestas alternativas.

“Comer no solo es un acto fisiológico e individual: es también un acto de gran incidencia social y ecológica", ha declarado el eurodiputado de EQUO, Florent Marcellesi, e impulsor del informe.  "Hoy nuestra dieta saturada en proteínas animales, alimentada por una industria intensiva y low cost de carne y pescado, tiene profundos impactos sobre el planeta, nuestra salud, otros países y el bienestar animal. Los datos son claros: si queremos que nuestra dieta sea saludable y sostenible, no debemos superar los 20 kg de carne. Es decir, teniendo en cuenta que una persona en España consume de media 50 kg de carne al año, significa que debemos reducir a más de la mitad nuestro consumo”.



El informe deja claro, asimismo, que la industria española está masificada: “En España se sacrifican tantos cerdos como habitantes hay en nuestro país y tantas aves de corral como personas habitan en la UE”, ha señalado Marcellesi. Por ello, añade, “es más que necesaria una reflexión sobre los impactos de esta industria low-cost de carne y proponer alternativas de producción y de consumo hacia una alimentación sana, sostenible y respetuosa con los animales”.

Nuestra ilógica forma de comer

Según la Organización Mundial de la Alimentación y Agricultura (FAO), la ganadería es uno de los sectores que más impactos tiene sobre el cambio climático: casi el 15% de los gases de efecto invernadero emitidos a nivel mundial. Además, las proteínas animales requieren para su producción diez veces más hectáreas que las proteínas vegetales, lo que provoca problemas graves de deforestación, por ejemplo en la Amazonia, y en general de pérdida de biodiversidad. Y eso va contra toda lógica alimentaria: "si los cultivos comestibles empleados para alimentar a los animales se destinaran al consumo humano, se podría alimentar a 4.000 millones de personas más en el mundo", señala Marcellesi.



Esta forma de alimentarnos también conlleva menos derechos laborales y empleo, destacan desde EQUO. Las condiciones laborales que se dan en mataderos, en su mayoría en régimen de subcontratación, son pésimas: precariedad laboral y estrés psicológico. Por si fuera poco, el desarrollo incontrolado de las macrogranjas supermecanizadas destruye empleo en el mundo rural: 4 veces menos empleo en estas industrias intensivas que en las pequeñas explotaciones.



Hacia un nuevo modelo agrícola

La alternativa es avanzar hacia un nuevo modelo agrícola que privilegie la producción ecológica de proteínas vegetales y, con un consumo de carne reducido por lo menos a la mitad, la ganadería extensiva, ecológica y local. "Esto implica luchar de lleno contra las macrogranjas, una de las piezas clave del puzzle agroalimentario dominante y que matan al mundo rural, y revisar de arriba a abajo la Política Agrícola Común para convertirla en una herramienta a favor de la agricultura ecológica y las pequeñas explotaciones", afirma Marcellesi.



Con este fin, EQUO pide a los ciudadanos que "ejerzamos nuestra capacidad como personas consumidoras, apostando por nuestra dieta mediterránea". Es decir, una dieta que además de ser mucho mejor para el clima privilegia las proteínas vegetales a las de origen animal. En este sentido, añade, "podemos y debemos incentivar social y económicamente el consumo de legumbres, los huertos urbanos, los grupos de consumo, el etiquetado de proteínas vegetales, guías municipales de restaurantes con opciones a base de proteínas vegetales o una alimentación sana y sostenible para nuestras hijas e hijos en los comedores escolares".



La clave, afirman los autores del informe es "articular una amplia red plural y multidisciplinar que sume un gran abanico de la sociedad a favor del clima, una alimentación saludable, la justicia global y los animales". Para facilitar este camino a favor el clima, la salud humana, la solidaridad global y el bienestar animal, el informe aporta análisis y propuestas complementarias de diferentes personas y organizaciones, tanto en el ámbito social y productivo como institucional: ecologistas, animalistas, dietistas, veterinarias, de consumidores, de desarrollo o de ganadería extensiva y ecológica.



El informe se puede descargar aquí.



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