sergio de otto

Pere Navarro circula en dirección contraria

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De la misma forma que esos “kamikazes” que de vez en cuando circulan en autovías y autopistas en dirección contraria causando graves accidentes, el director general de Tráfico, precisamente él, Pere Navarro, ha irrumpido en el debate sobre la movilidad a 250 km/h llevándose por delante todo el discurso que se había construido mirando al futuro. A su paso no ha dejado sin atropellar o arrollar ningún concepto, ha ido a por todo, no ha maniobrado ni un milímetro –un matiz, una salvedad– en su reaccionaria conducción hacia el pasado.

Afirma el hombre que se ha ganado un merecido prestigio en su lucha contra la siniestralidad en nuestras carreteras que “nos hemos equivocado todos” porque “vendimos un producto que no teníamos en la estantería, que no tenemos donde enchufarlo y que además es carísimo”. Se refiere obviamente al vehículo eléctrico.

A esta declaración de principios añadió casi con rabia el argumento que le había soplado al oído ANFAC (la patronal de la industria automovilística) de que “un coche eléctrico tarda 25 horas en hacer el trayecto Madrid-Cádiz”. Al disparate de esta afirmación, que por si sola sería merecedora de una destitución política, contestaron enseguida en las redes sociales muchos conductores de esas supuestas “tartanas” eléctricas desmintiendo con su experiencia la falaz afirmación.

Pero vamos con el mensaje de fondo, con nuestra, según él, equivocación colectiva. Cuando habla de “vendimos” en primera persona del plural a quién se refiere: ¿A los políticos, incluidos los del partido que por dos veces le ha otorgado tan alta responsabilidad? ¿A los distintos planes de apoyo a la movilidad alternativa de los que, por cierto, los vehículos de gas se han llevado en algún caso el 50% del modesto importe de la subvención? ¿A los fabricantes que han lanzado sus modelos al mercado? ¿Al vendedor del concesionario que le ha colocado a su cliente un coche eléctrico como si de unas preferentes se tratara?

Si tanto nos hubiéramos equivocado, nuestras calles estarían llenas de vehículos eléctricos abandonados porque no han encontrado donde recargarse lo que supondría que los insensatos compradores no se aseguraron antes de la adquisición de contar con un punto de recarga cercano a su domicilio o a su trabajo.  

Respecto a la carestía del producto es inconcebible que vuelva con ese argumento de un debate ya superado. ¿Es caro un vehículo eléctrico? Pues mire usted, depende del uso que vaya a hacer del mismo. En muchos casos el propietario de este tipo de coches ha llegado a esta opción después de hacer números. Entre desgravaciones, exenciones y, sobre todo, teniendo en cuenta que el coste por kilómetro recorrido es el 20% del de un vehículo de combustión, para algunos esta apuesta no es cara sino una forma de ahorrar.  Pero no lo vamos a negar, para otros sí, el vehículo eléctrico es un lujo que se pueden permitir de la misma forma que lo era hace apenas veinte años el teléfono móvil y hoy lo tiene todo el mundo.

Pero lo más grave es que el mensaje que lanza en dirección contraria afecta a temas muy graves. La movilidad eléctrica, unida a la recarga con energía de origen 100% renovable, es una imperiosa necesidad en dos ámbitos: ni más menos que en la lucha contra el cambio climático, amenaza de la que la forma en que nos desplazamos es uno de los principales responsables. Y por otro lado está el problema de la contaminación en las ciudades, en la que también los coches de combustión son uno de los principales factores, no el único, que la propician. Por cierto, señor director general de Tráfico, provocando un número de muertes ocho veces superior al de los accidentes de tráfico, aunque en este caso sea más difícil hacer ver a la sociedad la relación causa efecto que sí que tiene demostrada la comunidad científica.

Por tanto, señor Navarro, por favor, no circule en dirección contraria en el debate de la sostenibilidad. Es una grave irresponsabilidad.

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