«Todas nosotras sufrimos el mismo machismo que las mujeres de otros ámbitos –precariedad, inseguridad laboral, brecha salarial, techo de cristal, acoso laboral y sexual o invisibilización– pero con las particularidades asociadas a nuestro sector. El actual modelo energético, centralizado, carbonizado, contaminante, oligopólico, extractivista y neocolonialista, sustentado en un sistema socioeconómico capitalista, neoliberal y heteropatriarcal, no sólo excluye sistemáticamente a las mujeres de las esferas más altas del poder, así como de la toma de decisiones en la política energética, sino que además no tiene en cuenta la energía como un derecho básico sino como un mero producto de consumo, que atenta directamente contra la vida de muchas personas (la pobreza energética afecta al 11% de los hogares españoles, según el Estudio de Pobreza Energética elaborado por la Asociación de Ciencias Ambientales -ACA- en 2016, y más de 5 millones de personas en nuestro país se declaraba incapaz de mantener su vivienda a una temperatura adecuada durante la estación fría). Desde el ecofeminismo apostamos por transitar hacia otro modelo energético que sitúe a la vida y la sostenibilidad de ésta en el centro de las acciones y decisiones».
Sector masculinizado
«El nuestro es un sector muy masculinizado, donde las cabezas visibles son en su mayoría hombres, los cuales toman decisiones sin contar con la otra mitad de la población, estando, por tanto, muy lejos de ser representativo. Nosotras aparecemos como las víctimas del sistema o las beneficiarias de los bonos sociales pero nunca como agentes de transformación social, como personas emancipadas y autónomas que tienen mucho que decir y mucho que aportar en este nuevo paradigma. Los feminismos también son necesarios para mejorar el sector energético y aportar soluciones a la precarización, al cambio climático y la feminización de la pobreza en la que se encuentran muchas personas, tanto en los países del norte como del sur global (según datos de la OMS 4,3 millones de personas mueren al año por la falta de acceso a servicios de energía limpios y seguros, cifra mayor a la suma de muertes por SIDA y Malaria).
Queremos conquistar los espacios vetados a las mujeres en el ámbito de la energía e impulsar una transición energética ecofeminista sustentada en la sororidad, el empoderamiento, la participación, la horizontalidad, el apoyo mutuo, la creación y facilitación de espacios de confianza y complicidad, donde las mujeres tengamos voz y podamos ayudarnos a materializar nuestras propuestas de cambio. Por eso, en este 8 de marzo exigimos al sector energético que tengan en cuenta nuestras reivindicaciones».
Reivindicaciones
1. La brecha salarial es una realidad en nuestro sector. Exigimos a las empresas transparencia salarial y una revisión de categorías, complementos y criterios profesionales que permitan acabar con ella.
2. Techo de cristal. Las direcciones y consejos de administración de las empresas y cooperativas energéticas están copadas por hombres a pesar de la alta preparación y experiencia que tenemos las mujeres del sector. Reivindicamos nuestro derecho a estar presentes en los espacios de decisión y responsabilidad y a que se nos tenga en cuenta en las promociones profesionales a todos los niveles.
3. Precariedad. Sufrimos niveles de temporalidad superiores a los de nuestros compañeros. De la misma manera, denunciamos la inestabilidad laboral de las compañeras y la discriminación por cuestiones de edad y por la imposibilidad de conciliar la vida personal y laboral ante la falta de corresponsabilidad en los cuidados.
4. Corresponsabilidad y cuidados. Denunciamos que las dinámicas de trabajo priorizan el presentismo, la libre disposición y son ajenas a las necesidades de cuidado que tienen todas las personas. Creemos que la corresponsabilidad y la flexibilidad no deben ser un asunto de buena voluntad sino una prioridad que las empresas deben asumir para que estas tareas se repartan por igual entre mujeres y hombres. Como en otros sectores, una ausencia de conciliación real perjudica más a las mujeres, que acaban modificando o recortando sus horarios para poder cuidar e incluso abandonando su empleo o cambiando de profesión.
5. Invisibilización y mansplaining. Son muchas las mujeres del sector que han sufrido por parte de compañeros y superiores la invisibilización, el ninguneo, la condescendencia, el paternalismo y el mansplaining, estando a la orden del día en nuestra actividad diaria. Los espacios de opinión, decisión, congresos, etc. están masculinizados a pesar que hay suficientes mujeres expertas que pueden equilibrar esos espacios.
6. Mirada parcial y preocupación por los enfoques. Todas estas brechas que sufrimos las mujeres del sector de la energía tienen consecuencias. La visión de la realidad que transmiten es muchas veces parcial y está sesgada porque no tiene en cuenta en la misma medida las experiencias, los relatos y las vivencias de las mujeres que, a menudo, son tratadas como personajes secundarios o con estereotipos. Un ejemplo es el tratamiento de la pobreza energética o el cambio climático que, en muchas ocasiones sigue victimizando y proponiendo soluciones asistencialistas en lugar de ser tratado como un problema estructural del modelo energético actual que -por tener una mayor incidencia en mujeres y menores- requiere de un enfoque feminista en las estrategias y políticas que tratan de erradicarla.
7. Instamos a la ciudadanía a ser cómplices de nuestras demandas. Las mujeres firmantes de este manifiesto lo hacen a título individual y no queremos que ningún partido político, sindicato, empresa o cooperativa se apropie de nuestras reivindicaciones.
«El 8 de marzo paramos por todas nosotras, por las que podemos hacerlo y por las que no. Paramos para reivindicar un nuevo modelo energético renovable, distribuido, descentralizado, democrático, participativo, descarbonizado, equitativo, justo y en manos de las personas. Un nuevo modelo energético ecofeminista en el que la energía sea un derecho y la vida se sitúe en el centro».
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