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Dos miradas sobre la relación Renovables-Biodiversidad

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España ha instalado en los últimos cinco años 20.000 megavatios de potencia solar fotovoltaica sobre suelo. Nunca antes una tecnología de generación de electricidad creció aquí tanto en tan poco tiempo. Nunca. El aluvión ha hecho despertar voces en muchos territorios que alertan sobre el impacto paisajístico, el desplazamiento de actividades tradicionales esenciales, los riesgos potenciales para la biodiversidad. Sería imposible traer aquí todas esas voces hoy. Hemos elegido (para empezar) dos.
Dos miradas sobre la relación Renovables-Biodiversidad

Dos miradas distintas, dos, sobre un espacio-tiempo (el aquí y el ahora) que está presidido por un mayúsculo reto: casar de la mejor manera posible la conservación de nuestro más preciado patrimonio, el natural, con la revolución renovable que va a ser necesaria para combatir el mayor desafío al que se enfrenta hoy la humanidad: el cambio climático. Dos miradas distintas que señalan pros y contras, que alumbran las luces y las sombras que están perfilando ya el presente, las luces y las sombras que están llamadas a marcar el futuro de las generaciones que vienen. En fin, dos miradas distintas, dos, en clave ER. Periodismo. Renovables. Pasen y lean.

Helena Fernández Castro. Isemaren*
De la convivencia entre biodiversidad y fotovoltaica
Cuando uno quiere hacer una valoración de los impactos de una tecnología sobre un único aspecto como puede ser la biodiversidad es importante que se haga de forma periódica, porque la forma en la que las distintas tecnologías se relacionan con el territorio cambia a gran velocidad. En el caso de la fotovoltaica, nada tienen que ver los proyectos que se implantaban hace años con los que se proyectan hoy en día. Y digo bien -se proyectan- porque los cambios son tan rápidos que incluso podemos ver diferencias entre los parques que hoy se construyen, que iniciaron su tramitación hace 4-5 años, y los que hoy estamos tramitando.

Y no solo ha cambiado el diseño y las medidas que introducen los proyectos de plantas fotovoltaicas, sino que cada vez tenemos mayor información de calidad acerca de los impactos reales, unida ella al paso del tiempo, que ha permitido calmar el impacto de una perturbación como es una obra y que las áreas se adapten a la presencia de los proyectos fotovoltaicos y las “recolonicen”.

El primer paso para esta reflexión parte de recordar que, cuando hablamos de biodiversidad, estamos hablando de la diversidad biológica como "la variabilidad de organismos vivos de todas las clases, incluida la diversidad dentro de las especies, entre las especies y de los ecosistemas" (Convenio de Diversidad Biológica). Es decir, no hablamos únicamente de aves, o mamíferos, sino que hablamos de todas las especies, incluidas plantas, insectos, hongos, bacterias… muchas de ellas muy importantes para nuestra salud y nuestra actividad económica.

Y teniendo presente este concepto amplio de biodiversidad no son pocos los estudios que analizan cómo las áreas ocupadas por plantas fotovoltaicas están siendo recolonizadas por plantas y animales del entorno, gracias a la escasa actividad antrópica que existe en el interior, a la existencia de presas, como pequeños artrópodos o mamíferos, que encuentran refugio en el interior.

Incluso encontramos citaciones de especies esteparias en el interior de las plantas. Este hecho de especial relevancia debe tratarse con especial cautela, ya que no significa que este sea su hábitat ideal o que la presencia de plantas solares sea inocua para estas especies. Sin embargo, nos está poniendo sobre la mesa nuevos datos, demostrando que en determinadas circunstancias estas áreas no constituyen un área “prohibida” para estas aves, sino que han encontrado en su interior alguna necesidad que puede ser cubierta, como alimentación o refugio.

Siendo conscientes de que la introducción de una infraestructura inevitablemente tiene un impacto sobre el medio en el que se implanta, y partiendo de la premisa de que el primer e ineludible paso debe ser una buena selección de ubicación, teniendo en consideración todas las variables posibles, cabe destacar que la fotovoltaica presenta algunos aspectos que pueden tener un impacto positivo sobre la biodiversidad.

Impactos positivos para polinizadores
Buena parte de nuestra alimentación depende de millones de insectos que cada año polinizan los cultivos. Alrededor de un 70% de las plantas cultivadas y hasta el 80% del total de las plantas dependen de la polinización por parte de insectos. Solo en Europa, el 84% de los cultivos principales subsisten gracias a la acción de abejas, avispas, moscas, escarabajos, mariposas, y otros insectos. La caída del número de polinizadores significa que muchas especies de plantas podrían disminuir o incluso desaparecer junto con los organismos que dependen directa o indirectamente de ellas. Además, tiene un impacto en la seguridad alimentaria, con posibles pérdidas en los rendimientos agrícolas.

Entre los factores que amenazan a los polinizadores están las prácticas de la agricultura industrializada, como los monocultivos (menor disponibilidad y diversidad de alimento para estos insectos) y el uso de plaguicidas. Consciente de este grave problema, la Unión Europea (UE) presentó en el año 2018 la "Iniciativa de Polinizadores de la UE", que ha ido actualizándose en nuevas iniciativas y compromisos.

La realidad de las plantas solares hace que el suelo incluido en ellas pueda tener un doble uso. En este caso, son varias las publicaciones que han visto como una oportunidad para los polinizadores la plantación de vegetación con una composición de especies que proporcione un hábitat adecuado y libre de plaguicidas. Pero no solo está patente en la ciencia esta oportunidad. En varios estados de los Estados Unidos se han establecido programas voluntarios de certificación "favorables a los polinizadores" para ayudar a los desarrolladores de energía solar a implementar, mantener y promover hábitats de praderas nativas debajo y alrededor de los paneles solares.

Impactos positivos para el suelo
Más de dos tercios del territorio español corre riesgo de desertificación, lo que significa que estamos expuestos a perder buena parte de nuestros recursos naturales. En muchos casos, conocemos las causas inmediatas de esta situación: el sobrepastoreo, la deforestación y la expansión de la agricultura intensiva. El 50% de los suelos contienen un nivel de materia orgánica muy bajo, lo que los hace vulnerables ante la desertificación, y compromete su capacidad para mantener la actividad productiva a medio plazo.

Durante la vida útil de una planta solar fotovoltaica el suelo no experimenta grandes presiones, y reduce uso de fertilizantes y fitosanitarios, lo que puede animar su recuperación al facilitar la actividad microbiana. Si a esto le unimos unas medidas de gestión de suelo en pos de la mejora de su calidad, la implantación de un proyecto solar podría ser una oportunidad para promover la formación de suelos fértiles y saludables. La mejora de la calidad del suelo puede a su vez beneficiar a la diversidad de especies vegetales y animales que dependen de él para su subsistencia.

Impactos positivos para las aves y “allegados”
Las poblaciones de aves agrarias se han reducido a la mitad en los últimos 30 años en Europa. En España, el 48% de hábitats y el 30% de las especies están amenazados por la actividad agrícola intensiva, y el 80% de hábitats asociados a la agricultura extensiva se encuentra en un estado de conservación desfavorable (SEO Birdlife).

El uso de productos plaguicidas es una de las principales amenazas para la conservación de las aves que viven en ambientes agrícolas, porque la acumulación de pesticidas reduce la capacidad reproductiva y pone en peligro sus poblaciones (IREC, 2021; CSIC 2023).

El 60% de las masas de agua está en mal estado, en gran parte debido a las sobreextracciones por regadío o a la contaminación por agroquímicos. Y un 16% del territorio estatal está calificado como zona vulnerable a nitratos de origen agrario (SEO Birdlife).

La implantación de un parque fotovoltaico sobre un área en sustitución de un monocultivo tiene impactos positivos sobre la biodiversidad en la medida en que se elimina la aplicación de fertilizantes y plaguicidas, reduciendo el riesgo de que estos entren en la cadena trófica o pasen a las aguas subterráneas y superficiales.

La gestión de la cubierta vegetal sin el uso de herbicidas facilita el crecimiento de especies herbáceas que pueden servir de alimento y refugio para la fauna.

Son algunos ejemplos del impacto positivo que los proyectos de energía solar en suelo pueden producir sobre la biodiversidad (al margen del indudable impacto positivo que la fotovoltaica produce en materia de lucha contra al cambio climático).

Sin embargo, son muchas más las oportunidades que existen, tanto asociadas a la realidad productiva de las plantas solares en sí, como a las medidas de diseño, preventivas, correctoras y compensatorias que se incorporan actualmente en los proyectos. Muchas de ellas podrían constituir por sí solas proyectos de mejora de la biodiversidad.

Por lo tanto, existe un gran potencial para que las plantas solares no solo no generen un impacto negativo sobre la biodiversidad, sino que podrían convertirse en un buen aliado para determinados grupos faunísticos y florísticos. Al integrar consideraciones de biodiversidad en su diseño, construcción y gestión, es posible maximizar los beneficios positivos de las plantas solares y minimizar sus impactos negativos. Deberíamos aunar fuerzas, el sector fotovoltaico, el investigador, la actividad consultora y la administración para desarrollar conocimiento y estrategias que conviertan España en un referente en el desarrollo de esta tecnología.

* Helena Fernández Castro es socia (y directora de Sostenibilidad y Medio Ambiente) de Isemaren, consultoría focalizada en la inversión verde y la transición ecológica

Y, a continuación, la otra mirada. 

Fernando Prieto, Teresa Bartrina, Berta Caballero, Maarten Platteeuw*
Renovables sí, pero no así
La instalación masiva de las renovables en España en los últimos años puede calificarse del far west de las renovables. Resumiendo, se trataría de un proceso  insostenible ambiental, económica y, sobre todo, socialmente. Procesos masivos de ocupación del suelo, impactos en aves sobre todo esteparias, procedimientos ambientales dudosos, troceamiento de proyectos (problema ya detectado en 2010) para tener tramitaciones más benignas por parte de las autoridades, ocupación de la Red Natura por infraestructuras industriales, desprecio del paisaje en zonas emblemáticas… Este desordenado despliegue de renovables se está implantando con nulas garantías ambientales, no está beneficiando ni a las poblaciones ni al territorio, y ha ocasionado todavía más vacíos demográficos al no crear empleo local.

Se está creando una enorme desigualdad territorial: en algunas comunidades autónomas hay miles de hectáreas de fotovoltaica y en otras, ni una. Igual sucede con los molinos eólicos. El hecho es que hay territorios sacrificados y otros, privilegiados, en muchas ocasiones con recursos renovables muy parecidos. Aragón, Extremadura, Galicia, las castillas, por ejemplo, son territorios sacrificados, mientras que Madrid, País Vasco o Cataluña son territorios que se están beneficiando de estas energías sin ceder prácticamente nada de su espacio. Y lo mismo pasa a escala municipal.

Por otra parte, los polígonos industriales de renovables se han convertido en un producto de especulación, como se observa con las continuas compras y ventas de parques en todo el país.

El Atlas de las Energías Renovables 2023 (Observatorio de Sostenibilidad) estima que a finales de 2022 ya había en España más de 35.000 hectáreas dedicadas a la fotovoltaica (excluidos tejados y superficies artificiales) o más de 50.000, si se incluyen las superficies valladas en las instalaciones. Simultáneamente, y según la propia Asociación Empresarial Eólica, el país cuenta ya con 1.345 parques eólicos (más de 22.000 aerogeneradores), repartidos en 857 municipios.

Al contrario que otros países europeos, hasta ahora la implantación de las energías renovables se ha basado casi exclusivamente en grandes instalaciones industriales y muy poca potencia en tejados y comunidades energéticas.

Mucha ha sido la potencia renovable instalada en los últimos años, pero la instalación ha sido desordenada, buscando el mayor beneficio de las empresas y los sitios de mayor rapidez en la implantación, y olvidando otras variables, como la protección del paisaje, la biodiversidad y la participación de la población local en la toma de decisiones.

Debatir sobre estos temas es complicado cuando, en muchas ocasiones, los que debaten no quieren entender, o siguiendo a Upton Sinclair, “es difícil lograr que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”.

El despliegue de renovables empezó hace ya unos decenios, pero la ocupación masiva del territorio, sobre todo en los últimos años, ha sido tan caótica y ha originado tal malestar que ha dado lugar a casi un género cinematográfico. He ahí la premiada Alcarràs (Oso de Oro en la Berlinale y 11 nominaciones a los Goya), que parte del conflicto entre cultivos y transformación en zonas industriales, o As Bestas, otro filme multipremiado que narra una historia enmarcada en un contexto de envidias y codicias surgidas al albur de la llegada a la zona de un promotor eólico (la obra ha recibido 9 Goyas, el César de la Academia de las Artes y Técnicas del Cine de Francia y el premio a la mejor película europea en San Sebastián).

Son ficciones que recogen un sentir que también se manifiesta en las protestas de los agricultores y ganaderos de las últimas semanas y en numerosas manifestaciones en la última década en toda España.

El malestar se produce básicamente por tres variables. La primera es la localización de los macroparques. La segunda, la forma en la que se decide su aprobación. Y la tercera, en quiénes recaen los beneficios de estas renovables.

Renovables aquí, sí
El despliegue de nueva potencia renovable debe tener lugar allí donde produzca menor impacto, es decir, en zonas ya antropizadas, como los tejados y cubiertas (de particulares, naves industriales, parkings, superficies comerciales), en áreas ferroviarias, en zonas de autopistas y demás infraestructuras terrestres, en zonas mineras donde no tenga impacto, invernaderos, zonas degradadas, etcétera, etc.

Aliente , agrupación que engloba a más de 100 plataformas del territorio, y el Observatorio de Sostenibilidad delimitaron estas zonas en España de una forma preliminar en su informe Renovables Aquí Sí, que identifica cientos de miles de hectáreas donde el impacto ambiental es muy bajo.

Desde luego donde no deben situarse estas infraestructuras industriales es en zonas agrarias, forestales, o zonas importantes para la biodiversidad, como está pasando.

Es crucial evitar seguir destruyendo ecosistemas de valor ecológico o agronómico. No se puede arrasar con la biodiversidad (como así lo demuestran docenas de proyectos recogidos en numerosos artículos científicos), ni despreciar la ciencia, a pesar de que la patronal renovable se empeñe en sacar informes de vez en cuando intentando demostrar lo contrario pero sin base científica alguna.

Hay que recordar las cifras reales de mortalidad de especies y los estudios del CSIC sobre esteparias que contradicen los pseudoestudios que hablan de paraísos para la biodiversidad en las plantas fotovoltaicas. Los estudios científicos hechos por científicos son los que tienen que demostrar si las plantas industriales de renovables afectan o no a la biodiversidad, y desde luego no son comparables a los estudios hechos por divulgadores ligados a las compañías eléctricas.

Renovables así, sí
La ciudadanía tiene que poder decidir dónde instalar estas infraestructuras. En el medio rural es donde deben de crearse oportunidades de empleo fijo y beneficios sociales. Actualmente estos complejos industriales solo aseguran trabajo temporal durante la fase de construcción. Durante la larga etapa de generación de energía la oferta se reduce a algún puesto de vigilancia o mantenimiento de las instalaciones.

El proceso ha sido tan amplio y tan contestado que ya existen comisiones de investigación sobre su implantación en Galicia, La Rioja o Aragón.

Finalmente, el exceso de producción de electricidad va a hacer que una parte importante de ella se pierda, como ya sucedió en 2022 y 2023, o como está sucediendo estas semanas por el exceso de producción eólica. Esta situación se producirá a partir de 2024 de una forma mucho más acusada cuando aumente la insolación y se produzca mucha más energía solar que no se va a poder aprovechar.

La transición energética necesita sobriedad, solidaridad y democracia. El reto es poner a la ciudadanía en el centro, y que sea ella la que decida libremente qué modelo energético quiere.

1. Sobriedad: la transición energética debe ahondar en el ahorro y la eficiencia en el uso de la energía, incluyendo el decrecimiento como variable macro en la ecuación.

2. Solidaridad: la transición energética debe contribuir a solucionar la pobreza energética, y también a disminuir las desigualdades entre territorios, y no a exacerbarlas, como ocurre ahora. La transición energética está siendo una gran oportunidad para las grandes empresas, pero está resultando una condena para el campo y las zonas rurales menos pobladas, cuando debería estar beneficiando a ciudadanía y pymes, y no solo al IBEX35, como sucede hoy. 

3. Democracia: la transición energética debe pasar por la participación informada de la ciudadanía en la toma de decisiones (asambleas ciudadanas, mejor ciencia disponible). El fin de esa democracia es que los beneficios de esa transición (creación de empleo mantenido en el tiempo, descarbonización, soluciones a los retos demográficos) lleguen directamente a la población local.

Son varios los retos. El reto es seguir las recomendaciones de la propia Unión Europea en el paquete de invierno: eficiencia y ahorro energético primero. El reto es acelerar el autoconsumo individual y colectivo, eliminar trabas y transponer las directivas de 2018 (España ya ha sido apercibida por Bruselas, pues lleva más de dos años de retraso en esa trasposición). El reto es acelerar el despliegue en terrenos ya degradados y que las administraciones deriven los grandes proyectos a estas zonas y a los cinturones urbanos, acercar la producción al consumo en vez de seguir permitiendo la ocupación de zonas rurales a precio de saldo. No se entienden las prisas por acelerar el despliegue macro-renovable y al mismo tiempo la falta absoluta de prisa por ocupar tejados y zonas ya degradadas.

Para evitar que hasta el más mínimo desarrollo sea judicializado, para conseguir un despliegue sostenible y ordenado, que genere empleo y nos conduzca antes al 100% renovable, hay que preguntar a la ciudadanía qué tipo de desarrollo quiere para su territorio, y no imponer un modelo que genera cada vez más rechazo social, provocando un retraso en la tan necesaria transición energética. Elijan ustedes.

* Fernando Prieto es director general del Observatorio de Sostenibilidad. Maarten Platteeuw es miembro de Aliente (Prieto también lo es). Teresa Bartrina y Berta Caballero lo son de Aliente Guadalajara

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