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El año que ahora despedimos ha sido, desgraciadamente, extraordinario. Un microorganismo ha puesto en jaque a toda la Humanidad: en cuestión de semanas nuestras vidas cambiaron de manera radical, los confinamientos y las distancias sociales han mutado nuestra forma natural de relacionarnos, las mascarillas quirúrgicas y las soluciones desinfectantes han pasado de ser extravagantes a cotidianas, y hemos visto muy de cerca enfermedad, dolor y muerte. Por eso mi primera reflexión es de pesar por el quebranto humano que estamos sufriendo. Es un artículo de Ángel Martínez-Aroca, presidente de Anpier.
2020, un año para recordar

La segunda reflexión es de índole económica, porque la catástrofe sanitaria internacional ha llevado aparejada un colapso de las economías mundiales, especialmente de aquellas, como la española, que estaban más expuestas a los daños causados por la paralización de la libre circulación de personas; el sector servicios y, singularmente, la hostelería, está viviendo una pesadilla sin precedentes, que causa estragos en millones de familias, empresarios y trabajadores, que desde el mes de marzo vieron interrumpida su normal actividad.

Con las relaciones sociales muy limitadas y la actividad económica en parada durante segundo trimestre del año y en regresión hasta el anuncio de la inminente llegada de las vacunas, las energías fueron un espejo de la triste realidad que estábamos viviendo. La demanda y, como consecuencia inmediata, el precio del barril de petróleo se derrumbó: de 60 $/barril el 20 de febrero hasta 25 $/barril a principios de abril de 2020; el gas describió también su particular curva de crisis, el precio promedio en el mes de abril fue de 6,57 €/MWh, un 57% inferior al de abril de 2019.

El sector eléctrico español ha sido también un fiel termómetro de la crisis socio-económica que ha originado la Covid-19, con una caída de la demanda de hasta el 17,3% en abril. En los once primeros meses del 2020, según datos de REE, la demanda se estima en 227.551 GWh, un 6,2% menos que en el 2019. En abril el precio medio del pool en nuestro mercado eléctrico se situó en los 17,65 €/MWh y el ejercicio se cerrará con un precio medio no muy superior a los 35 €/MWh, cuando en 2019 este precio medio fue de 47,68 €/MWh.

La coyuntura actual no debe hacernos perder la perspectiva a medio y largo plazo. El gran objetivo es la descarbonización para evitar una catástrofe climática. La Unión Europea ha decidido elevar del 40% al 55% la reducción de emisiones en 2030 (con respecto a las que había en 1990), este nuevo horizonte se ajusta a la urgencia de transforma nuestros abastecimientos energéticos y racionalizar la forma de producir y consumir bienes y servicios, la tecnología es capaz de satisfacer este reto.

Sin embargo, se perciben desequilibrios alarmantes que habrán de ser corregidos de manera urgente. En el Sistema Eléctrico español, hasta el mes de noviembre (incluido)  las renovables habían producido un 13,4% más que en el mismo periodo de 2019. Según datos de Red Eléctrica Española (REE) de enero a noviembre de 2020, la generación renovable alcanzó una cuota del 43,3% del total nacional y en el mes de noviembre el 64,9% de la producción eléctrica procedió de tecnologías que no emiten CO2.

Sin lugar a dudas, en el Sector Eléctrico español se han hecho los deberes. Hemos madurado en tiempo record -en parte gracias a las 60.000 familias fotovoltaicas- las tecnologías de generación renovable; a pesar de los furibundos ataques que nuestro colectivo ha recibido y de los drásticos recortes retroactivos soportados, contamos un parque de generación limpia importante y con una industria capaz de culminar el proceso de transformación, de fósil a renovable, en muy pocos años. Todo el esfuerzo económico para poder afrontar el reto de la transición ecológica ha recaído únicamente sobre una parte, además muy pequeña, de la generación de energía: el sector eléctrico-renovable, al que habría que reconocerle su labor, porque la capacidad de penetración de energía limpia planificada en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima para el año 2030 está garantizada.

Sin embargo, en la actualidad, tan solo un 27% de nuestros consumos totales de energía son cubiertos por el Sistema Eléctrico, mientras que el grueso de nuestra demanda de energía sigue “cautiva” de la generación de origen fósil: derivados del petróleo y gas, básicamente que, como sabemos, son las que emiten un 70% de los gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático, y no han contribuido al  gran esfuerzo inversor que ha supuesto el gran cambio de paradigma renovable, a pesar de sus externalidades negativas.

También es importante que la transformación no sea sólo tecnológica, sino que también beneficie a la sociedad, que la riqueza económica que va a generar el nuevo escenario energético sea accesible a PYMES y ciudadanos, que deje riqueza en los territorios. En este sentido es necesario que se articulen medidas que garanticen la socialización de la generación y eso solo será posible si se articula un marco regulatorio que prevea esta necesidad y facilite la participación de las pequeñas iniciativas sin permitir nuevas perversiones de las normas por una deficiente definición.

El autoconsumo y las comunidades energéticas locales constituyen un vector de oportunidad irrenunciable para España, pero no debe dar cabida a virtualizaciones que permitan juegos especulativos de empresas que internalicen en terceros lo que en rigor serían suministros o sobredimensionen instalaciones de autoconsumo para comercializar, a cientos de kilómetros de distancia, una energía que no es la que esas instalaciones producen sino la generada por otras, cercanas al punto de consumo, y sometidas a un marco legal mucho más exigente. El autoconsumo debe verificarse como tal o nos estaremos haciendo trampas al solitario en beneficio de unos pocos operadores.

Los errores del pasado han de servirnos para un diseño sólido del Sistema Eléctrico que vamos legar a nuestro hijos, puesto que los errores o los aciertos en estos sectores estratégicos se proyectan a más de una década. Las burbujas o disfunciones del nuevo marco podrían ser una  pesada carga para los futuros usuarios y dañar el propio Sistema Eléctrico, que ha sido capaz de ofrecer suministro de manera universal hasta en la aldea más recóndita de nuestra geografía, es la única red que garantiza que se pueda combatir la pobreza energética y ha sido el garante de que el nuevo modelo energético pueda ser una realidad.

Recordemos bien el año 2020, que no se nos olvide nunca que debemos estar preparados para contingencias dolorosas y que una buena planificación evita graves quebrantos a la sociedad. Recordemos que nos enfrentamos a nuevas amenazas, consecuencia de la trasformación climática que hemos provocado con la quema de combustible fósil, y que debemos articular mecanismos de adaptación y revertir las emisiones de gases de efecto invernadero para evitar los daños más severos.

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