La actividad de las energías renovables en España se está recuperando, o eso parece. Es una conclusión a la que se llega en estos últimos meses, a poco que se asista a determinados actos en los que se hable de transición energética, autoconsumo, subastas, contratos PPA… Pero cuando hablas con los asistentes en la parte más interesante de estos actos, o sea, en la “pausa café” (hay que hacer networking, es fundamental), es cuando se da uno cuenta que, al igual que en otros sectores, lo que se está jugando todo el mundo es poder o no poder trabajar, es poder impulsar su actividad laboral y con ella la de su empresa, si es que consiguen sobrevivir hasta que pase la crisis o hasta que el Gobierno vea la luz y admita que las renovables son el futuro energético.
Esta actividad laboral ha tenido y tiene un componente de inestabilidad, propiciado por la inestabilidad jurídica impuesta por los Gobiernos en España, lo que ha llevado a las empresas a salir a otros países, en el mejor de los casos, o a la desaparición de sus actividades. Por eso, es normal que un profesional haya tenido que cambiar de trabajo varias veces, o cambiar de tipo de trabajo, y haya tenido que formarse de forma continua para no quedarse obsoleto. Formar a un buen profesional con conocimientos en energía, y más concretamente en renovables, puede llegar a ser una mezcla de ingeniero, economista y abogado. Se habla de instalaciones de energía, que dependen mucho de la parte económica y por ende de la parte jurídica, todas íntimamente ligadas. También hay una fuerte componente tecnológica que hace que la parte ingenieril del tema nos avoque a un estudio continuo de los diferentes tipos de tecnologías de presente y de futuro.
Por lo tanto, la formación de todo tipo por su interdisciplinariedad, forma parte consustancial de este trabajo. Formación extensible a los idiomas, porque aunque todos esperan que en España el futuro sea espectacular, los que han estado en los últimos 15 o 20 años ligados a las energías renovables, han tenido que viajar para poder ejercer su trabajo.
No hay que perder de vista la situación socio laboral que tenemos. El aumento progresivo de la edad oficial de jubilación, unido al aumento de la esperanza de vida en buenas condiciones físicas, parece que se encamina a mantener la actividad profesional de las personas hasta más allá de los 70 años, con lo que supone tener que realizar cambios laborales a partir de una determinada edad (digamos los 50 o los 60 años, doy fe de ello).
Por lo tanto, es bueno que todos los que se dedican a las renovables (seguramente en otros sectores será muy parecido), tengan en cuenta desde muy jóvenes, que esto les va a suponer no solo cambios de trabajo, sino en muchos casos de profesión, y que la preparación, los conocimientos, las experiencias y las relaciones, forman parte del necesario bagaje para acreditar a cada profesional en estos cambios. Puede ser incluso que tengamos que mezclar el trabajo por cuenta ajena, con trabajos por cuenta propia o con emprendimientos, o incluso mezclarlos, aunque eso es muy complicado. La claves es no precipitarse nunca.
Pero todo ello va a depender de la evolución de la carrera profesional y, por qué no, de la edad. Y va a ser necesario una continua definición de los objetivos profesionales, consolidarnos en ellos o llegar a explorar nuevas actividades, ya que las empresas para toda la vida están desapareciendo. Lo más normal es que a lo largo de nuestra carrera profesional cambiemos de empresa o de puesto de trabajo 8 o 10 veces. Es necesario, por tanto, revisar nuestra trayectoria profesional, y poder identificar nuestras oportunidades constantemente. Suerte a todos.