antonio de lara cruz

Articular un ambicioso plan con fotovoltaica y desalación

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En los años cincuenta se instalaron los primeros semáforos en Madrid. Se colocaron inicialmente en la izquierda de las calles. Las malas lenguas atribuyeron este hecho a haber copiado el modelo de Londres.

Los países costeros como Reino Unido, han optado ya por la eólica y en particular por la modalidad marina. Esto es lógico dada la escasez de sol y abundancia de viento en esas latitudes. La falta de espacio la han suplido con ventaja yéndose al mar. Allí han encontrado vientos intensos y constantes, además de fondos marinos poco profundos donde anclar los equipos. Aquí se están agotando los emplazamientos terrestres y hay poco litoral donde cimentar eólica marina. A favor tenemos gran irradiación y superficie para fotovoltaica.

Esta tiene muchas ventajas, como ser: económica, asequible y cercana; de bajos costes de O&M; modular; estática y silenciosa; de cadencia uniforme; robusta a futuro; integrable en superficies ya antropizadas; directa del sol; fabricada con materiales abundantes; reciclable; con alto potencial de mejora.

Como inconvenientes: ser afectada por la nubosidad; intermitencia diaria y estacionalidad. La nubosidad es un problema menor en amplias zonas de nuestra geografía. La intermitencia diaria obligará a almacenamientos para hacer la cobertura en las horas sin sol. Pero será la estacionalidad el tema de mayor calado en nuestra península, ya que aquí el mes de mayor producción solar triplica con creces al que tiene menos. Por lo que una alta cuota de solar en el mix implicará gestionar grandes volúmenes de energía.

Para impedir vertidos, además de almacenar, se recurre a industrias electrointensivas con demanda flexible, capex reducidos y stocks almacenables. Como las fábricas de H2 y, ahora, también las desaladoras de agua por gravedad.

En estas la desalación se realiza en dos fases independientes: primero se bombea el agua de mar a depósitos elevados a precio muy bajo, al evitar vertidos eléctricos. Posteriormente la presión de la columna de agua entre los citados depósitos y las membranas de osmosis inversa permite desalar de forma continua. De esta forma la desalación resulta muy competitiva.

La costa mediterránea española es idónea para este menester dadas sus necesidades hídricas y la alta productividad de su huerta. Con tan sólo 4 TWh se desalarían los 1.000 hectómetros cúbicos (Hm3) de agua previstos inicialmente en el trasvase Tajo-Segura. Con alta cuota solar en el mix, la estacionalidad generaría excedentes con los que desalar miles de Hm3.

Aparece así una nueva situación en la que se podría invertir el trasvase Tajo-Segura e, incluso, realizar inyecciones en las cabeceras de otros ríos. Un ejemplo podría ser desde desaladoras en Almería al Guadalquivir, vía el embalse de Cuevas de Almanzora para ir al de Negratín o al Tranco de Beas. Sería el inicio de una antropización de la función hídrica de la azarosa lluvia.
La prevista reducción de costes de la fotovoltaica hace pensar en ello, ya que la alternativa de incrementar la eólica flotante y/o almacenamientos es muy cara.

En Australia no saben dónde meter los cuantiosos vertidos solares. En España tenemos serios problemas de desertización y de erosión que el cambio climático amenaza con agravarlos. Podemos recuperar desiertos aprovechando la sombra de los paneles o/y usar la superficie mal aprovechada del olivar tradicional para cultivar manto vegetal entre olivos evitando erosión y ganando superficie fotovoltaica.

Desalar grandes volúmenes de agua con excedentes fotovoltaicos es una gran oportunidad. Tal obra requeriría una gran apuesta de ingeniería y debería complementarse con apoyo a la I+D fotovoltaica y a sus fabricantes. Hablo de un auténtico proyecto de país donde la iniciativa corresponde al Estado y el desarrollo a alianzas público-privadas.

Este es un tema nuestro, donde nos jugamos el porvenir de las siguientes generaciones. Iniciándolo ya estaría perfilado en 2030; luego no bastará con mover semáforos de sitio.

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