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Un año y once meses ha estado Pedro Fresco al frente de la Dirección General de Transición Ecológica en la Generalitat Valenciana. Químico de formación, Fresco, autor de "El nuevo orden Verde" (Barlin libros, 2020) y "El futuro de la energía en 100 preguntas (Nowtilus, 2018), ha sido uno de los grandes animadores de la escena política energética de los últimos dos años. La última guerra de las renovables -renovables sí, pero no así; renovables en el suelo; renovables en el techo; renovables sípero- se lo ha llevado por delante. ER le ha pedido una tribuna cinco minutos después de que fuera defenestrado. La publicamos hace unos días en la revista de papel, en nuestro Anuario. La abrimos hoy a la red. 2022, el año que lo cambiará todo. Por Pedro Fresco.
2022, el año que lo cambiará todo

Sé que el titular puede parecer osado y, de hecho, lo es, pero creo honestamente que el año 2022 va a representar un punto de inflexión en lo que a la transición energética en Europa se refiere. Comenzamos el año con una crisis energética de causa incierta y lo acabamos en una situación de guerra energética donde Europa ha decidido dejar de depender de su principal proveedor energético. A nivel conceptual, esta situación supone el fin de aquello que se ha conocido como el “trilema de la energía”, que venía a decir que no se podía tener un sistema energético limpio, barato y con seguridad de suministro, ya que sólo podía haber dos de las anteriores características. Pues bien, la guerra en Ucrania y el precio de los combustibles fósiles han supuesto que las energías renovables cumplan las tres características: son limpias, baratas y, ahora también, ofrecen seguridad de suministro, ya que sus dificultades de integración y almacenamiento quedan empequeñecidas ante los cortes en el suministro de combustibles fósiles que estamos viviendo.         

Toda esta situación debe catalizar en una adopción de energía renovable rápida y masiva en los países europeos, en consonancia con el REPowerEU. Y la energía más rápida de instalar es la solar fotovoltaica, y en concreto los sistemas de autoconsumo, de burocracia bastante más simple. En España hemos visto claramente la explosión en la instalación de autoconsumo. 2021 ya fue el mejor año de la historia con 1.200 MW instalados, pero en 2022 todo apunta a que superaremos holgadamente los 2.000 MW. La cifra es excelente y nos lleva a un ratio que, desde mi punto de vista, representa casi el óptimo en la instalación de energía solar en un país: ⅓ de las instalaciones en tejado (aunque, ojo, no todo el autoconsumo va en tejado) y ⅔ de las instalaciones en suelo. Mucho más de ⅓ en tejado representaría que se está instalando poco para la capacidad del país, pero mucho más de ⅔ sobre suelo representaría que estamos dejando a los autoconsumidores al margen de este cambio estructural.

2023 apunta a ser tan bueno como 2022, lo que puede dejar el autoconsumo en España entre 7 y 8 GW a final de 2023. Sin embargo, las previsiones apuntan a que a partir de 2024 se observará cierto retroceso debido a la combinación de tres factores que, en este momento, están catalizando el autoconsumo: Los fondos Next Generation, los enormes precios eléctricos y que todavía tenemos libres las mejores cubiertas del país.

Para que esto no suceda, debemos comenzar a pensar qué cambios tenemos que hacer a partir de 2024 para mantener el impulso al autoconsumo. La extensión del autoconsumo colectivo a 2 kilómetros o la eliminación de la autorización administrativa previa y de construcción para instalaciones inferiores a 500 kW van en esa dirección, pero necesitamos más. La extensión de la compensación simplificada a más de 100 kW o algún sistema ultra-simplificado para la venta de excedentes debería estar en la agenda. Quizá también deberíamos pensar qué hacer con el IVA en el momento decaigan los fondos Next Generation.

Mención especial merecen las Comunidades Energéticas. 2022 ha supuesto la explosión de proyectos de Comunidades Energética en España. En concreto en la Comunidad Valenciana he podido comprobar como una mayoría de pueblos desean impulsarlas y que existen muchas decenas de iniciativas en distintos estados de maduración. Y todo esto se ha hecho sin una regulación específica, a pesar de que ya debería existir.

Sin embargo, no olvidemos que la inmensa mayoría de estos proyectos se basan en autoconsumos colectivos de menos de 100 kW, así que su posibilidad de erigirse como un actor relevante dentro del mundo de la energía es improbable. Por expresarlo claramente: la Comunidad Energética del Realengo en Crevillent, pionera en España y de 120 kWp/100 kWn con baterías, genera 50.000 veces menos energía que la central nuclear de Cofrentes.

Dicho de otro modo: necesitamos del orden de 50.000 de estas Comunidades para sustituir una sola central nuclear. Así que si las Comunidades Energéticas quieren representar aunque sea una pequeña parte del “quesito” de la descarbonización, necesitarán saltar del orden de los kilovatios al orden de los megavatios. Para eso presentamos la propuesta de regulación de Comunidades Energéticas, que hemos defendido con ahínco durante este año y, permítanme el atrevimiento, creo que tiene algo que ver con algunas de las mejoras que he comentado anteriormente.

No obstante no perdamos de vista lo esencial: la transición energética no se hace solo con energía solar y mucho menos solo con autoconsumo y Comunidades Energéticas. Necesitamos energía eólica, necesitamos almacenamiento, necesitamos electrificación, necesitamos gases renovables y necesitamos otras energías renovables. Personalmente, me preocupa el desarrollo eólico de los últimos dos años. Con escasamente más de 1.000 MW instalados en 2021, en 2022 se superará esta cifra, pero tampoco de manera muy destacada (1.200 MW a principios de diciembre, difícilmente parece que pueda superar los 2.000 MW). España debería instalar unos 2.500 MW de eólica anuales para alcanzar el objetivo del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030. Aquí debemos acelerar.

Merece una mención especial el biogás, energía poco desarrollada en España hasta que el REPowerEU nos ha exigido su desarrollo. El interés por este gas renovable se ha multiplicado durante esta crisis energética y quiero destacar la Ruta Valenciana del Biogás que presentamos en Valencia el pasado mes de septiembre, que creo representa un punto de inflexión para el desarrollo del biogás en España.

Estoy convencido que 2023 será todavía mejor en el desarrollo de energías renovables que 2022, pero cuidado, que la transición energética es una carrera de fondo en la que no se puede fallar ningún año. Pensar a medio plazo es esencial para tener éxito.

Pedro Fresco ha sido director de Transición Ecológica de la Generalitat Valenciana hasta el pasado 2 de diciembre.

• Esta tribuna está incluida en el Anuario 2022 de Energías Renovables en papel, que puedes descargar gratis en formato PDF aquí

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