tomás díaz

Trampas al solitario

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El Gobierno por fin ha presentado el borrador del Plan de Energías Renovables 2011-2020 (PER), la hoja de ruta de las energías limpias en España hasta el año 2020. Estaba previsto para finales de 2010, pero hemos tenido que esperar hasta julio de 2011 para conocer el documento. Hubo un anticipo, con forma de resumen, que se presentó durante la Feria de Genera, en mayo; al poco de ver la luz ya se anunció que se estaba revisando ante el cambio del escenario energético global causado por las revoluciones en el Norte de África y Oriente Próximo y el accidente de Fukushima.

La Fundación Renovables ha anunciado que esta segunda versión del PER confirma el frenazo de las energías limpias y autóctonas en España, puesto que retrasa la fecha de competitividad de las renovables que aparecía en el primer borrador.

La versión de julio del PER contiene cambios muy significativos en relación con la de mayo, alguno, incluso, escandaloso… Muy escandaloso… Absolutamente escandaloso: en el primer borrador se afirma que, durante 2010, el coste de las primas de las renovables sobre el coste total del sistema eléctrico fue del orden del 21,4%, pero en el segundo, asombrosamente, ese coste ha bajado al 17,3%. ¿Qué ha pasado entre mayo y julio? ¿Ha cambiado el coste de las primas del año pasado? ¿O ha sido el coste del sistema el que ha cambiado?

La competitividad futura de las energías limpias depende de muchos factores que pueden variar en un sentido o en otro, pero el “sobrecoste” que hubo en 2010 debería ser un dato claro y objetivo. Y si no es así…

Cotejando más datos de ambos borradores, se puede observar cómo en el PER de julio han aumentado los escenarios futuros de precios del petróleo (en el escenario más moderado estará un 30% más caro) y del gas (un 20% más caro), y, sin embargo, no disminuye la previsión de consumo de energía primaria. Diríase que el Ministerio de Industria piensa igual que un buen amigo: la energía es como el tabaco: no porque esté más caro se venden menos cajetillas.

Admitamos que, aunque el precio del combustible suba, no se reduce el consumo, porque influyen el ahorro y la eficiencia, y la economía va a crecer muchísimo más de lo previsto; a fin de cuentas, ello afecta poco a la competitividad de las fuentes limpias; eso sí, ¿cómo es posible que, si el precio de los recursos fósiles sube, se retrase la competitividad de las renovables? Pues porque el segundo PER también cambia la previsión de precios del Mercado Eléctrico: si en mayo se calculaba que el Pool estará a 8 c€/kWh en 2018, en julio se dice que no se alcanzará ese nivel hasta 2030. O sea, se prevé que suban los costes, pero que bajen los precios.

Y sin concordancia alguna con esta previsión más baja de los precios del Pool, el PER de julio no modifica proporcionalmente la fecha de entrada en competitividad de las distintas renovables: la eólica marina se adelanta dos años, la minihidráulica se retrasa uno, la termosolar se retrasa dos, la eólica terrestre se retrasa tres, la biomasa forestal se retrasa nada menos que 10 años…

Curiosamente, la fecha de la fotovoltaica no cambia: 2023 para el suelo y 2024 para tejados. Aquí la principal razón es que el PER de mayo no contemplaba la reducción extraordinaria de tarifas del año pasado. Sin embargo, revisando las estimaciones de costes en el documento completo, resulta que el umbral de precios de los paneles solares estimado para 2015 es similar al que tenemos ahora…

En fin, o la calidad de los análisis técnicos que arrojaron las cifras del PER de mayo era muy deficiente; o, como dice la Fundación, hay “renovables buenas y renovables malas”; o –todo puede ser– hay tecnologías a las que se quiere alargar artificialmente el período de percepción de las primas, y tecnologías cuyo despliegue se quiere retrasar en el tiempo. Y para ello se hacen todas las trampas que sean necesarias.

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