sergio de otto

Una mancha innecesaria (ER 55)

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Sergio de Otto
sdeo@sdeocom.com

Se está librando una batalla importante para el futuro de las energías renovables. La propuesta de nueva regulación para el Régimen Especial del sistema eléctrico en el que se encuentran incluidas —para poco bien y mucho mal— las energías limpias y autóctonas. En el origen de esta reforma está, como ya he comentado en esta columna, la reacción a un hecho coyuntural: los altos precios del mercado de finales de 2005 y principios de 2006 que sumados a las primas (¡Ojo ¡ que NO son subvenciones) que perciben las renovables suponían una retribución considerable, especialmente de la energía eólica, que escandalizó a unos pocos entre los que se encontraban el anterior secretario de la Energía, Antonio Fernández Segura —al que el destino guarde lejos de las renovables— y a su sucesor, Ignasi Nieto.
A uno le hubiera gustado que tanto el texto que dejó preparado el primero como la propuesta remitida por el segundo a la CNE, en un noventa por ciento calcada del primer borrador, tuvieran como objetivo poner lo medios necesarios para el cumplimiento del Plan de Energías Renovables 2005-2010 (PER) aprobado por el Gobierno en agosto de 2005. Sí, en efecto, un plan aprobado en Consejo de Ministros por este mismo Gobierno. Es importante recordarlo porque en este PER se habla de extender la regulación del RD 436/2004 prevista para los objetivos del anterior Plan de Fomento de Energías Renovables y los correspondientes reajustes del Plan de Infraestructuras de 2002, a los nuevos objetivos que en el caso de la energía eólica se colocan ahora en los 20.155 MW.
Pero no, lo que ha inspirado toda esta reforma que supone cambiar las reglas a mitad de partida, con el consiguiente descrédito de nuestro Estado de derecho, no es dar alas a las tecnologías renovables que no han despegado todavía. No, de lo que se trata es de impedir que unas empresas que han apostado por unas tecnologías limpias, que no emiten gases de efecto invernadero ni generan residuos para las generaciones futuras, no ganen más allá de lo que desde Industria se conoce por “rentabilidad razonable”.
Bien es cierto que se trata de un sector regulado, en el que el legislador estableció en su día, y por ley, unas primas a la producción (insisto, que NO son subvenciones) para internalizar sus beneficios medioambientales y estratégicos, y nadie niega el derecho del Gobierno a intervenir. El sector estaba de acuerdo, y así lo propuso en noviembre, en que a determinados precios de mercado se podría ir reduciendo la prima hasta desaparecer. Pero a Industria lo que le obsesiona es que los propietarios de parques eólicos obtenga en un determinado momento unos ingresos altos, si quieren muy altos, pero que lo único que han venido a compensar es ingresos muy ajustados de años anteriores y puede que muy bajos de los años venideros.
Pero lo peor no es que, en su afán inquisidor por poner límites a las rentabilidades, se le haya ido la mano y ponga en peligro el futuro de esta tecnología por ahorrar 400 millones de euros, que el sistema perderá y con creces por los retornos positivos de la eólica (baja el precio medio del mercado, evita emisiones, evita importaciones de fósiles); no, lo peor es que para armarse de razón ha echado un mancha sobre el sector eólico, hablando de “especulación” primero (¡en el país de los pelotazos!) y presentando, después, a las empresas como unos voraces buscadores de beneficios sin límites. Uno de los periodistas que asistía el pasado 12 de febrero a la restringida rueda de prensa de Ignasi Nieto resumía así sus palabras: “se ha dedicado a echar mierda a la eólica”.
Ni una palabra de la razonable propuesta del sector, del ofrecimiento permanente de diálogo, ni una matización a las aportaciones positivas de la eólica. Creo que en cualquier otro país un secretario de la Energía no hubiera desprestigiado al sector que es líder mundial en una actividad que cada día se manifiesta más como imprescindible, a un sector que crea cinco veces más puestos de trabajo que el convencional, a un sector que exporta, que contribuye al cumplimiento de los objetivos de Kioto, a un sector que, por supuesto, busca rentabilidades pero al que, le aseguro, le atraía más el convencimiento de que el futuro está en esa vía que los dígitos de las rentabilidades obtenidas hasta ahora.
No, señor Nieto, para sacar adelante su propuesta no era necesario echar una mancha al sector.

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