Según todos los indicios –y no hablo solo de los sondeos electorales– las urnas darán el 20 de noviembre el poder al Partido Popular. Los estragos de una crisis económica que este gobierno negó primero, no valoró adecuadamente después y ante la que nunca reaccionó por propia iniciativa, salvo para hacer lo que otros le decían que tenía que hacer, van a propiciar una amplia mayoría parlamentaria a un partido que no ha mostrado sus cartas, limitándose a ver como se desgastaba, como tropezaba en sus propias contradicciones, como era arrastrado por los acontecimientos el ejecutivo de Rodríguez Zapatero. El PP no ha dicho a día de hoy, víspera del inicio de la campaña electoral, esta boca es mía y mucho menos cuáles son sus planes en el ámbito de la energía, clamoroso silencio que comparten el resto de los temas en los que no estaría de más que los electores supiéramos a qué atenernos.
He tenido ocasión en esta pre-campaña de acudir a media docena de debates en los que los representantes de los partidos debían exponer su postura ante temas variados en nuestra área como la sostenibilidad, la energía en general o la energía solar en particular, entre otros. En general, el resultado ha sido decepcionante y lo más decepcionante sin duda han sido los balones fuera que un día sí y otro también echaba el representante del PP cuando no hacía mutis por el foro, como ha sucedido en alguna ocasión. En la mayor parte de los casos los populares han estado representados por Teresa de Lara, portavoz del Grupo Parlamentario en la Comisión de Medio Ambiente del Congreso de los Diputados, que solo después de varios debates –y sin duda aburrida de su propio silencio– ha acabado enseñando tímidamente, por debajo de la puerta, la patita de pro nuclear pero, sin una afirmación rotunda, por ejemplo, sobre la posibilidad de propiciar la construcción de nuevas centrales no vaya a ser que le demos una pista a la ciudadanía. Eso sí, no falta una profesión de fe en las renovables poco creíble que queda siempre condicionada a un “coste razonable”, una forma sutil de declarar que “los incentivos actuales son un sobrecoste al que hay que poner coto”, términos en los que sí se manifestaban los representantes de UPyD quienes, a tenor de sus intervenciones, consideran a las renovables el principal, por no decir el único, problema de nuestro sistema energético.
Lamentablemente ese discurso de “no podemos prescindir de la nuclear” (por supuesto sin mojarse manifestando si se refieren a la próxima legislatura, al próximo decenio, a la mitad de este siglo o lo que queda de él y ni mucho menos si proponen construir nuevas centrales) va siempre acompañado de esa cínica declaración de amor a las renovables seguida del mencionado condicionante. Binomio que comparten tanto PP y UPyD como PNV y CiU. En el caso de estos dos últimos, adornados siempre con ese “guante suave” de tono de equilibrio para estar por encima del bien y del mal.
Denominador común de las intervenciones, con alguna excepción, ha sido la defensa del “mix” como un valor supremo. Al parecer defender el mix, este mix, es demostrar que uno es muy sensato, muy equilibrado. ¡Vamos a ver! ¿No habíamos quedado en que ese mix es el causante de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero o de nuestra dependencia del exterior? Entonces ¿por qué seguimos adorándolo como la perfección absoluta que no debemos modificar en ningún caso? Efectivamente, lo más sangrante es que en el diagnóstico parece que todos —“jubilado” el primo de Rajoy— estamos de acuerdo, pero luego, al recetar las soluciones, nos olvidamos de los resultados de los análisis.
Por su parte, el PSOE intenta montar una campaña pro renovable que se desmorona como un castillo de naipes simplemente con recordar el nombre del actual ministro de Industria. Es descorazonador escuchar a Teresa Ribera –la única persona de este Gobierno que se lo cree de verdad– con un discurso coherente, bien construido y que sin embargo solamente nos evoca lo que hubiera podido ser y no ha sido esta legislatura.
Respecto a Izquierda Unida cabe señalar que no es, este de la energía, un territorio en el que se sienta a gusto, sin duda por algún clientelismo relacionado con la representación de los trabajadores del sector convencional, y que hasta hace unos meses había delegado en Joan Herrera, su socio de ICV, la representación en este ámbito, ejercitada, en este caso, de forma entusiasta por el hoy diputado del Parlamento catalán. ICV será ahora socio de Equo, el nuevo partido que sí que asume una apuesta clara por la sostenibilidad energética con demostrado conocimiento de la realidad del sector por su cabeza de lista, Juantxo López Uralde al que los sondeos dan un escaño. Será sin duda una voz con las ideas claras frente a una mayoría parlamentaria que ha guardado celosamente sus intenciones.