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Según la Organización Meteorológica Mundial, la humanidad jamás se ha enfrentado a una concentración media mundial de CO2 tan elevada como la actual

La última vez que la Tierra acumuló tanto CO2 en la atmósfera el nivel del mar estaba entre 10 y 20 metros por encima del actual

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Es uno de los datos que aportaba hace unos días el último Boletín sobre los Gases de Efecto Invernadero de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Según ese documento, la concentración media mundial de dióxido de carbono (CO2) alcanzó las 407,8 partes por millón (ppm) en 2018, tras haber sido de 405,5 ppm en 2017. Además, las concentraciones de metano y óxido nitroso se dispararon y ascendieron en mayores cantidades que durante los últimos diez años. La última vez que se dio en la Tierra una concentración de CO2 comparable fue hace entre 3 y 5 millones de años. El homo habilis aparece hace unos 2,5 millones de años.
La última vez que la Tierra acumuló tanto CO2 en la atmósfera el nivel del mar estaba entre 10 y 20 metros por encima del actual

Los niveles de los gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera han alcanzado un nuevo máximo (407,8 partes por millón), una marca "sin precedentes", según revela el último Boletín sobre Gases de Efecto Invernadero que ha publicado la Organización Meteorológica Mundial (OMM): "esta tendencia continua a largo plazo -explican los meteorólogos- significa que las generaciones futuras tendrán que hacer frente a unos efectos cada vez más graves del cambio climático, como (1) el aumento de las temperaturas, (2) unos fenómenos meteorológicos más extremos, (3) un mayor estrés hídrico, (4) la subida del nivel del mar y (5) la alteración de los ecosistemas marinos y terrestres". Problema añadido, además, es el hecho de que "el CO2 permanece en la atmósfera durante siglos y aún más tiempo en los océanos".

Así las cosas, la OMM alerta en su último Boletín: "desde 1990 ha habido un incremento del 43% del forzamiento radiativo total (que tiene un efecto de calentamiento del clima) provocado por los gases de efecto invernadero de larga duración". Además, y, según las cifras proporcionadas por la Administración Nacional del Océano y de la Atmósfera (NOAA) de los Estados Unidos de América que se citan en el Boletín de la OMM, el CO2 ha contribuido en casi un 80% a ese incremento.

Pero el CO2 no es el único gas de efecto invernadero que bate marcas: según los registros de la red de Vigilancia de la Atmósfera Global, que cuenta con estaciones en las regiones remotas del Ártico, en zonas montañosas y en islas tropicales, "las concentraciones de metano y óxido nitroso se dispararon y ascendieron en mayores cantidades que durante los últimos diez años" (y la vida atmosférica del metano, aproximadamente 12 años, es más corta que la del CO2, pero su efecto invernadero es 23 veces más potente que el del CO2).

Petteri Taalas, secretario general de la OMM: “no hay indicios de que se vaya a dar una desaceleración, y mucho menos una disminución, de la concentración de los gases de efecto invernadero en la atmósfera a pesar de todos los compromisos asumidos en virtud del Acuerdo de París sobre el cambio climático. Tenemos que plasmar los compromisos en acción y aumentar el nivel de ambición en aras del bienestar futuro de la humanidad. Cabe recordar que la última vez que se dio en la Tierra una concentración de CO2 comparable fue hace entre 3 y 5 millones de años. En ese entonces, la temperatura era de 2 a 3 °C más cálida y el nivel del mar entre 10 y 20 metros superior al actual"

La Organización Meteorológica Mundial informa
El último Boletín de la OMM sobre los Gases de Efecto Invernadero informa de las concentraciones atmosféricas de los gases de efecto invernadero. La OMM entiende por emisión la cantidad de gas que se libera a la atmósfera y por concentración la cantidad que se queda en la atmósfera después de las complejas interacciones que tienen lugar entre la atmósfera, la biosfera, la criosfera (partes de la superficie de la Tierra donde el agua se encuentra en estado sólido) y los océanos. Aproximadamente una cuarta parte de las emisiones totales son absorbidas por los océanos y otra cuarta parte por la biosfera.

La OMM estima que las emisiones mundiales seguirán creciendo de aquí a 2030 "si se mantienen las políticas climáticas y los niveles de ambición actuales". Su Informe de síntesis United in Science (Unidos en la Ciencia), elaborado para la Cumbre sobre la Acción Climática que organizó Naciones Unidas en Nueva York el pasado mes de septiembre, subraya "la manifiesta, y cada vez mayor, disparidad entre los objetivos acordados para resolver el problema del calentamiento global y la realidad" (este informe ha sido elaborado gracias a la labor de las principales organizaciones asociadas en el ámbito de la investigación sobre el cambio climático mundial).

Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente: "las conclusiones del Boletín de la OMM sobre los Gases de Efecto Invernadero y el Informe sobre la disparidad en las emisiones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente nos marcan una dirección clara: en este período crítico, debemos intensificar las medidas y realizar acciones concretas para reducir las emisiones. Estamos frente a una difícil situación: podemos emprender las transformaciones radicales que necesitamos hoy o deberemos enfrentar las consecuencias de un planeta radicalmente modificado por el cambio climático”

Principales conclusiones del Boletín sobre los Gases de Efecto Invernadero
Entre los temas tratados en el Boletín se presta especial atención a la manera como los isótopos confirman la función predominante de la quema de combustibles fósiles en el incremento del dióxido de carbono atmosférico. Existen múltiples indicios de que el incremento de los niveles atmosféricos de CO2 guarda relación con la quema de combustibles fósiles. Estos combustibles se formaron hace millones de años a partir de materia vegetal y no contienen radiocarbono. Así pues, con la quema de estos combustibles se libera a la atmósfera CO2 sin radiocarbono, lo que aumenta los niveles de CO2 y disminuye su contenido de radiocarbono. Y eso es exactamente lo que demuestran las mediciones.

Dióxido de carbono
El dióxido de carbono es el principal gas de efecto invernadero de larga duración en la atmósfera relacionado con las actividades humanas. Su concentración alcanzó un nuevo valor máximo en 2018, a saber, de 407,8 ppm o, lo que es lo mismo, el 147 % del nivel preindustrial en 1750. El incremento del CO2 que se produjo de 2017 a 2018 superó el crecimiento medio de los últimos diez años. El promedio del índice de aumento del CO2 de tres decenios consecutivos (1985–1995, 1995–2005 y 2005–2015) se incrementó de 1,42 ppm/año a 1,86 ppm/año y a 2,06 ppm/año, observándose los índices de crecimiento más altos durante los episodios de El Niño. El índice anual de gases de efecto invernadero de la Administración Nacional del Océano y de la Atmósfera (NOAA) de los Estados Unidos de América muestra que entre 1990 y 2018 el forzamiento radiativo causado por los gases de efecto invernadero de larga duración aumentó un 43 %, habiendo contribuido el CO2 a ese aumento casi en un 80 %.

Metano
El metano (CH4) es el segundo gas de efecto invernadero de larga duración más importante y contribuye en aproximadamente un 17 % al forzamiento radiativo. Cerca del 40 % del CH4 que se emite a la atmósfera procede de fuentes naturales (por ejemplo, humedales y termitas), mientras que aproximadamente el 60 % proviene de fuentes antropógenas (por ejemplo, cría de ganado, cultivo de arroz, explotación de combustibles fósiles, vertederos y combustión de biomasa). El CH4 atmosférico alcanzó en 2018 un nuevo valor máximo, a saber, 1 869 partes por mil millones (ppb), por lo que se sitúa en el 259 % del nivel de la era preindustrial. Su incremento de 2017 a 2018 fue mayor que el observado de 2016 a 2017 y que la media del último decenio.

Óxido nitroso
Las emisiones de óxido nitroso (N2O) a la atmósfera provienen de fuentes naturales (en torno al 60 %) y de fuentes antropógenas (un 40 %), como son los océanos, los suelos, la quema de biomasa, los fertilizantes y diversos procesos industriales. En 2018 la concentración atmosférica de N2O fue de 331,1 partes por mil millones, lo que equivale al 123 % de los niveles preindustriales. Su incremento de 2017 a 2018 también fue mayor que el observado de 2016 a 2017 y que la media del último decenio. Este gas también contribuye significativamente a la destrucción de la capa de ozono estratosférico, que nos protege de los rayos ultravioleta nocivos del Sol. Es el causante de un 6 % del forzamiento radiativo provocado por los gases de efecto invernadero de larga duración.

Vigilancia de la Atmósfera Global
El Programa de la Vigilancia de la Atmósfera Global de la OMM sirve para coordinar las observaciones sistemáticas y el análisis de los gases de efecto invernadero y de otros elementos traza. Un total de 54 países han facilitado los datos con los que se ha elaborado el Boletín sobre los Gases de Efecto Invernadero. Esos datos de medición de los países son archivados y distribuidos por el Centro Mundial de Datos sobre Gases de Efecto Invernadero (CMDGEI), ubicado en el Servicio Meteorológico del Japón.

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