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Nuestra dependencia del petróleo sigue siendo enorme

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El último informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) –Key World Energy Statistics 2020– supone un auténtico jarro de agua fría a cómo avanza el mundo hacia las energías limpias. El  estudio pone de relieve que, a finales de 2018, el petróleo suministraba el 31,6% de la energía; el carbón, el 27%; y el gas, casi el 23.

Nuestra dependencia del petróleo sigue siendo enorme

Tres combustibles fósiles -petróleo, gas y carbón- suministran hoy más del 81% del total mundial de la energía que demandamos. Cuatro décadas atrás, el porcentaje era el 86,5%. Apenas hemos avanzado. Key World Energy Statistics 2020 ofrece una mirada en profundidad sobre la producción y consumo de energía  mundial a lo largo de los últimos 45 años; en concreto, entre 1973 y 2018. Y los datos dejan meridianamente claro que nuestra dependencia de los combustibles fósiles sigue siendo formidable. De hecho, todavía suponen más de las dos terceras partes en la mezcla energética mundial, poniendo en evidencia que si bien las energías renovables han logrado importantes avances en el suministro de electricidad, aún les queda un largo camino por recorrer en este terreno. Y aún más en transporte y climatización, donde su participación es mínima.



El petróleo crudo sigue representando todavía el 31,6% del suministro total de energía mundial, el gas el 22,8%, y el carbón incluso ha crecido en estos 45 años, elevándose al 26,9%. Si nos centramos en el consumo de energía final, en 1973, cuando las energías renovables eran unas perfectas desconocidas, el petróleo crudo supuso el 48,2 por ciento del mix energético mundial. Cuarenta y cinco años más tarde, pese a los importante avances tecnológicos logrados, apenas se ha reducido en un 8, 6%, para situarse en el 40,8 por ciento. La participación del carbón incluso se ha reducido menos proporcionalmente: solo 3,6 puntos en 45 años, hasta el 10 por ciento del total en 2018.

Gracias a las renovables, ahora el mix es mucho más eléctrico: ha crecido del 9,4 por ciento de 1973 al 19,3 por ciento de 2018, lo cual es ciertamente un avance importante. De hecho, entre 2005 y 2018, la producción de electricidad a partir del viento se disparó de 104 teravatios-hora a 1.273 teravatios-hora, mientras que la generación con energía solar creció de sólo 4 TWh en 2005 a hasta 554 TWh en 2018. Unas cifras impresionantes pero del todo insuficientes atendiendo a la necesidad imperativa de frenar las emisiones de CO2 para hacer frente al calentamiento global. 



En 1973, el petróleo era la mayor fuente de dichas emisiones, con un 49,9 por ciento del total, seguido del carbón, con un 35,7% y del gas con un 14,4 por ciento. En 2018, la proporción del petróleo en las emisiones totales se redujo al 43,1 por ciento, mientras que la del carbón aumentó un 44 por ciento, y la del gas subió al 21,1 por ciento.



Todo ello pone en evidencia otro aspecto clave: mientras que los combustibles fósiles sean baratos, en muchas regiones del mundo se seguirá optando por ellos. Y no solo en los países con economías más débiles, sino también en grandes mercados, como China. Más aún teniendo en cuenta que la demanda de energía sigue en aumento a medida que crece la población mundial. Así, según los datos aportados por la AIE, entre 1973  y 2018 el suministro de energía aumentó de 6.089 millones de toneladas de petróleo equivalente a más de 14.000 millones de toneladas.

Mirando al futuro
Las perspectivas de la Agencia Internacional de la Energía para las próximas dos décadas siguen incluyendo una importante presencia del petróleo y el gas en la cesta energética mundial, tanto en lo que la AIE denomina el Escenario de las Políticas Estatales, como en el Escenario del Desarrollo Sostenible. De hecho, bajo ambos escenarios, el petróleo y el gas juntos continuarán representando más suministro de energía que las renovables, incluso en 2040, si bien en Escenario de Desarrollo Sostenible, la proporción de petróleo se reducirá en alrededor de un millón de toneladas entre 2030 y 2040.

En resumen, estos datos aportados por el organismo internacional muestran un mundo muy dependiente del petróleo y el gas, e incluso del carbón, para su continuo suministro de energía, e invitan a la reflexión y a un cambio rápido de rumbo. De no hacerse así, limitar el cambio climático a lo planteado por la ciencia parece del todo inalcanzable.




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