javier garcía breva

Agua y energía (ER 68)

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Javier García Breva
Director general de SOLYNOVA ENERGIA
jgarciabreva@solynova.com

Cuando más arrecia la lluvia en mayo se invierten todos los discursos que se hicieron en marzo sobre el abastecimiento de agua a Barcelona y hasta el vicepresidente aragonés manifiesta que “la divina providencia lo resuelve todo”. Yo sigo creyendo que el agua y la energía van a ser la causa del auge y decadencia de los pueblos. Cuando leo en la prensa catalana los calificativos de “frivolidad”, “irresponsabilidad”, “egoísmo partidista”, “desgobierno”, “ineficacia”, “decadencia”, “sociedad cerrada”, “incompetencia”.

Cuando el mes de abril se anuncia un gran apagón en Girona para este verano o cuando todo el Levante español pide agua, a la vez que aprueba más urbanizaciones, más regadíos o la vende a Danone, como han hecho los regantes de Villena, pienso que avanzamos lentamente hacia una trampa maldita, inconscientes de que el ahorro y la eficiencia en el consumo de agua y energía es la principal fuente de riqueza para un pueblo.

Según el INE los precios de la energía importada crecieron en marzo un 38,2% y el Gobierno de EEUU acaba de confirmar que la concentración de CO2 en la atmósfera ha duplicado su ritmo de crecimiento. Por el contrario, las estrategias para cambiar el modelo de crecimiento económico y el modelo energético son imperceptibles frente al avance del cambio climático. La explicación la ha dado la nueva presidenta de la patronal italiana, Emma Marcegaglia: “Los políticos sólo piensan en ganar elecciones y no en el medio plazo. Como las grandes reformas son impopulares, nadie las hace”.

El agua y la energía cubren necesidades esenciales a medio y largo plazo que no se pueden gestionar con improvisación o ligereza: necesitan visión de Estado. Constituyen a la vez un recurso natural y económico cada vez más escaso y caro, en absoluto un recurso semántico o paisajístico. Su gestión requiere planificación, inversiones económicas y desarrollo tecnológico encaminado hacia su uso más racional. Todo lo contrario de la demagogia y los particularismos que han invadido el debate público.

Una nueva cultura del agua y de la energía necesita, sobre todo, la anticipación. Anticiparse a mayores niveles de escasez, a escenarios de precios altos y a los conflictos que ello va a generar, en nuestro caso los conflictos territoriales en los que subyace una mirada provinciana que considera que hasta los bienes esenciales se pueden dividir en diecisiete partes. Anticiparse con las nuevas tecnologías del agua y la energía para desarrollar una industria nacional que introduzca grandes dosis de innovación en nuestro aparato productivo. Se trata de anticiparse a la escasez con la diversificación y eficiencia de los recursos, porque un país moderno no puede crecer ni satisfacer las necesidades de todos esperando la próxima situación de emergencia.

Pero la realidad nos dice otra cosa y nos demuestra también que el paralelismo entre la gestión del agua y la energía es mucho mayor de lo que creemos. En España, si algunas políticas han tenido el éxito garantizado esas han sido la política de hechos consumados y la política de acordarse de Santa Bárbara cuando truena. Todo ello conduce, en palabras de Josep Ramoneda, al sálvese quien pueda como destino. Sólo interesa engordar la demanda y el consumo olvidándonos de la oferta a medio y largo plazo, ya que ese es un problema que siempre se deja para los que vengan detrás.


Cuando analizamos en los primeros meses de 2008 la evolución tan distinta de las empresas del IBEX, constatamos que el largo ciclo de expansión que ya ha terminado no planteó la necesidad de una estrategia a más largo plazo sobre recursos como el agua y la energía y que el bienestar de la sociedad debe administrarse con más inteligencia. Aunque también podemos pensar, como Stephen Hawking, que “la vida inteligente en la Tierra está aún por llegar”.

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