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Luis Marquina, director de Relaciones Institucionales de Grupo Gransolar y presidente de AEPIBAL, la asociación de Almacenamiento, analiza en este artículo lo acontecido a lo largo del año en el sector y los retos que quedan por superar.



Un año bien aprovechado, un reto titánico por delante

El COVID 19 ha dañado de forma implacable la economía del mundo entero, y muy especialmente la de nuestro país. Pero no por eso todos los sectores empresariales se han visto afectados por igual. Las energías renovables, por ejemplo, han seguido su rumbo certero e impasible, obviamente con problemas de ejecución de proyectos, pero sin dudas ni titubeos en los promotores, constructores, proveedores u operadores de los mismos. Esta es la clave de porqué las energías renovables no han sufrido tanto como otros sectores empresariales: nadie duda, no hay marcha atrás, y su implantación de forma absoluta y universal es cuestión de tiempo y resistirá cualquier embate que se le ponga por delante, COVID incluido.

Por otro lado, con las dificultades propias de la gestión del día a día que todos hemos vivido en nuestra actividad, con la inclusión del teletrabajo y la pérdida de mucha gestión cara a cara, hay procesos naturales en el cambio del modelo energético en el que estamos inmersos que se han visto retrasados en su implantación si bien, y esta es la buena noticia, el regulador no ha dejado de avanzar, por lo que la distancia entre regulación y realidad se ha acortado mucho. En un mundo en el que la realidad va casi siempre por delante de la ley, este año al ralentí ha permitido al regulador recuperar mucho terreno perdido. Es el caso del almacenamiento, por ejemplo. No ha sido un año de grandes avances empresariales y sin embargo el regulador ha avanzado mucho y ha dejado el año 2021 preparado para abordar un gran reto.

Terminamos el año pues con poca actividad en el desarrollo del almacenamiento con baterías, aunque hemos visto a muchos actores de primer orden comenzar a tomar posiciones, instalar sus primeros proyectos piloto, acercarse a las diferentes tecnologías con visión de futuro y no como una mera curiosidad tecnológica y esto por un motivo: el almacenamiento de baterías está a medio metro de nuestras vidas y se quedará con nosotros mucho tiempo. El sistema eléctrico lo necesita, el equilibrio de los precios de mercado lo anuncia y el propio desarrollo industrial de almacenamiento genuinamente nacional así lo reclama.

El Plan Estratégico de Almacenamiento, foco de todas las miradas
El año se ha despedido con una buena noticia: la presentación en Octubre del Borrador del Plan Estratégico de Almacenamiento presentado por el MITECO que diseña un panorama de alto voltaje para el almacenamiento. Y decimos de alto voltaje porque en el almacenamiento reside gran parte del cambio del modelo energético que hemos vivido hasta ahora. Y si nos atrevemos a ser tan rotundos es por dos motivos: en el almacenamiento está la base del empoderamiento del ciudadano como gestor de su energía y, a su vez, será el elemento equilibrador que permitirá la entrada de 60 GW de potencia renovable nueva. No es menor el reto, ni menor su protagonismo, aunque se hace forzoso entrar en detalles.

A la pregunta de qué retos debe afrontar el almacenamiento hay que responder que claramente debemos plantar cara (y con éxito) en cuatro frentes: en primer lugar, debemos crear un cuerpo regulatorio inmenso, complejo, que abarque desde las unidades de producción a gran escala a la hibridación o el almacenamiento distribuido y su organización en Comunidades energéticas, agregadores de demanda o prosumidores. En segundo lugar, debemos configurar, a partir de dicha regulación positiva, un ecosistema financiero que identifique claramente a inversores, promotores, distribuidores y consumidores para que conjuntamente con una financiación clara y previsible pueda configurar el almacenamiento como un modelo de negocio rentable, cualquiera que sea su modalidad.

En tercer lugar, debemos evolucionar tecnológicamente en un proceso de mejora de eficiencia de las baterías, identificando las mejores soluciones para las diferentes aplicaciones que el mercado reclame, mientras acometemos en paralelo una bajada de costes que permita al círculo virtuoso de la economía girar con naturalidad (inversión – previsibilidad – rentabilidad – más inversión). Y, por último, y sin duda para AEPIBAL el frente más importante de todos, debemos aprovechar esta oportunidad para apoyar, estimular, robustecer y consolidar definitivamente un tejido industrial local, ampliando la cadena de valor desde la gestión de las materias primas esenciales a la economía circular o segunda vida con residuos cero.

En este sentido, es de celebrar la creación de Centro Nacional de Almacenamiento con sede en Extremadura que deberá ser un referente en cómo convertir I+D+i en productos finales que consoliden la cadena de valor nacional. En resumidas cuentas, tenemos ante nosotros un gran reto que necesita de muchas manos pero que hoy nos permite dibujar un muy optimista horizonte al final.

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