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La eólica española no es profeta en su tierra

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El dicho vuelve a cumplirse. La eólica española gana terreno fuera, no dentro. El sector lleva viviendo los últimos años de las exportaciones y de las labores de operación y mantenimiento de los parques. En el suelo patrio, la Reforma Energética iniciada en 2012 y materializada un año más tarde ha dado al traste con esta antaño boyante industria, llevándose por delante fábricas, puestos de trabajo,  beneficios e iluisiones. Deloitte y la Asociación Empresarial Eólica (AEE) advierten que de continuar así la situación, la eólica Made in Spain podría incluso perder el destacado protagonismo del que goza actualmente en el mundo.

La eólica española no es profeta en su tierra

La eólica en la economía española 2012-2015”, informe realzado por la la consultora Deloitte para la Asociación Empresarial Eólica y presentado ayer, 24 de octubre, en Madrid, lo deja muy claro: de cara al futuro, las empresas españolas se encuentran bien situadas para aprovechar las oportunidades globales,  siempre que se tomen medidas en el mercado interno y se recupere la confianza y la inversión. Si eso no cambia, “en el medio plazo se irán reduciendo las actividades de fabricación de equipos y componentes. A medida que el sector madure, muchas de ellas se realizarán a través de filiales en los países en los que se instale la potencia eólica. Esto supondrá ir perdiendo la posición de vanguardia y las ventajas competitivas alcanzadas a finales de la década pasada: la excelencia tecnológica de nuestras empresas y profesionales cada vez será menor".

En realidad, este sería solo el último daño inflingido a una industria que ha sido duramente castigada por la Reforma Energética llevada a cabo por los dos últimos gobiernos.  “El eólico ha sido el sector más golpeado”, aseguró en la presentación del informe José López-Tafall, vicepresidente de la asociación. Enrique Doheijo, de Deloitte, lo certificó desgranando alguno de los datos recogidos en el informe: caída de un 23% de media de los ingresos en los dos primeros años de aplicación; caída de la contribución al PIB de 2.425 millones de euros en cuatro años respecto al cuatrienio anterior (hoy supone el 0,25% del total);  4.651 empleos destruidos en los últimos cuatro años, que hay que sumar a los 14.319 perdidos desde 2008 a finales de 2011 (esta cifra supera la del empleo total del sector del carbón)…



Como reza el titular, queda claro que resulta difícil ser profeta en tu propia tierra, y menos si esa tierra es España. De hecho, mientras que aquí se destruían puestos de trabajo, en el mundo las empresas y promotores eólicos españoles han creado nada menos que 96.431 empleos, 2.000 de ellos desempeñados por trabajadores españoles, que han encontrado fuera lo que aquí se les negaba. Y todo ello pese a los importantes beneficios, económicos y para el medio ambiente, que esta tecnología está aportando al sistema eléctrico y a los ciudadanos.

227 € de ahorro a cada consumidor en la factura de la luz
El informe de Deloitte le pone también números a esos beneficios. Así,  la sustitución de generación con combustibles fósiles por producción eólica le ha ahorrado al sistema eléctrico 15.709 millones de euros en los cuatro años analizados por la reducción del precio del mercado eléctrico. Para un consumidor medio residencial, el ahorro ha sido de 227 de euros en su factura de la luz. Además, se evitó la emisión de 106 millones de toneladas de CO2, valoradas en más de 657 millones de euros en el periodo. Y se evitaron importaciones de 40 millones de toneladas equivalentes de petróleo por valor de 9.027 millones.


Otro apartado importante del informe se refiere a la carga impositiva que soporta el sector. Según Deloitte, los impuestos y tributos superan el resultado de explotación. La introducción del impuesto del 7% sobre la generación de la electricidad en el periodo analizado (que la AEE pide que se suprima para las renovables), sumado a los cánones eólicos establecidos por las comunidades autónomas, penaliza de forma considerable la rentabilidad del negocio de la generación eólica. Sólo el impuesto del 7% sobre la generación supera por sí mismo la partida destinada a los costes de personal.

Ahora bien, “La eólica en la economía española 2012-2015” contiene otras cifras que muestran cómo el sector ha sido capaz de reinventarse ante las dificultades del mercado doméstico.  “Las exportaciones se han fortalecido, ya que el aerogenerador y sus componentes son productos cada vez más demandados en todo el mundo y las empresas españolas han sabido aprovecharlo. De hecho, la industria ha seguido reduciendo sus costes y haciéndose más competitiva”, señala.

Las exportaciones de los últimos cuatro años sumaron 11.010 millones –en los últimos dos las fábricas españolas exportaron el 100% de su producción por la parálisis del mercado doméstico– lo que ha conducido a que España se sitúe como el cuarto exportador de aerogeneradores del mundo. 

Este impulso ha propiciado incluso una pequeña recuperación del empleo (282 puestos de trab ajo) por parte de los fabricantes en los dos últimos ejercicios. En cuanto al coste de generación Deloitte asegura que la eólica es, junto con la hidráulica, “la tecnología con costes más competitivos a la hora de acometer nuevas instalaciones”. Cada vez que se dobla la capacidad instalada, se reduce un 12% el coste de generación.


Escenarios futuros

Respecto al futuro, el informe deja claro que es imprescindible que se produzcan cambios regulatorios que eliminen la inseguridad jurídica. Certifica, igualmente, que el mercado doméstico debe reactivarse de cara al cumplimiento de los compromisos internacionales y deben fijarse objetivos internos a medio y largo plazo lo suficientemente ambiciosos para dar visibilidad a los inversores.


La firma dibuja dos escenarios posibles. El escenario 1 es el de referencia planteado por la Comisión Europea y supone generar con renovables el 27% de la energía final para 2030.  En este escenario, la eólica sumaría 29.888 MW en 2030. Sin embargo, Deloitte considera que estos objetivos no incentivan el desarrollo de la actividad industrial y se irían perdiendo la mayor parte de las ventajas competitivas (economías de escala, liderazgo tecnológico, etc.) que se habían desarrollado en el pasado. Además, España tiene potencial para imponerse metas más ambiciosas, como están haciendo países como Alemania o Francia.



El escenario 2 plantea alcanzar los 27.708 MW eólicos en 2020 y los 40.000 MW en 2030. Según Deloitte, estos objetivos son más acordes con la evolución hacia una economía más electrificada, especialmente en el transporte. Si se cumple este escenario se reactivaría la actividad industrial y se crearían unos 10.000 empleos; se mejoraría la posición competitiva de las empresas españolas, lo que permitiría incrementar aún más las exportaciones; y la independencia energética española mejoraría al reducirse las importaciones de combustibles fósiles en mayor cuantía.


Para llegar a esos 40.000 MW eólicos en 2030, Deloitte y la Asociación Empresarial Eólica explican que hay que acometer una serie de cambios regulatorios:



•    Garantizar la existencia de un marco regulatorio favorable, estable y predecible a largo plazo, que dé seguridad jurídica a las inversiones. Esto exige eliminar elementos de incertidumbre, como que la rentabilidad razonable de los proyectos pueda modificarse o los límites a la senda de precios del mercado prevista, “que impiden a las empresas recuperar los ingresos que el propio sistema se compromete a restablecerles”.

•    Introducir esquemas, o mejorar los existentes, ue reactiven el mercado interno con el objetivo de potenciar la actividad industrial. Por ejemplo, un sistema de subastas bien diseñado –“no como el actual”, subraya López-Tafall– que garantice la ejecución de los proyectos o unas reglas que incentiven la repotenciación y el alargamiento de vida de las instalaciones.

•    Establecer mecanismos que pongan en valor las externalidades positivas que se derivan de las instalaciones de energías renovables y de la eólica en particular, como la reducción de la dependencia energética del país y de la contaminación producida por la generación eléctrica. Deloitte considera que ese esquema podría estar ligado al actual esquema europeo de comercio de emisiones y garantías de origen.


•    Establecer nuevos mecanismos de contratación en el mercado mayorista de la electricidad que tengan en cuenta que la penetración de la energía eólica deprime el precio del mercado mayorista, lo que se conoce como efecto caníbal (por ejemplo, fomentar los contratos a largo plazo, como los PPAs estadounidenses).

Si estas condiciones se dan, el sector eólico estará en el camino para superar el impasse en el que se encuentra desde hace unos años. De lo contrario, va a resultar muy difícil. “Es imposible que España se sume a la transición energética que se vive en el mundo si no resuelve la situación regulatoria. Estamos a punto de cerrar el primer semiperiodo regulatorio de la Reforma Energética. Si en el primer periodo de aplicación de la regulación el sector ingresa 630 millones menos de lo previsto para llegar a la rentabilidad razonable que le promete la ley, ¿por qué van las empresas a invertir? Hay que dar garantías a los inversores si queremos que el sector eólico tenga un futuro en España”, concluyó José López-Tafall.




Retribución de la eólica frente a sus beneficios económicos, sociales y medioambientales en 2015




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