pep puig

¿Oposición a las renovables? ¡No, gracias!

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Escribo esta colaboración en el día que el mundo recuerda que hace 35 años ocurrió aquello que los ‘mantras’ de la nucleocracia nos decían que era imposible. El gravísimo accidente en la central nuclear Lenin de Chernóbil dispersó una ingente cantidad de materiales y gases radiactivos en muchos territorios del hemisferio norte de nuestro planeta.

El mismo día en que ciertos grupúsculos, en Catalunya, al amparo de una manipulación de la frase con la que yo mismo titulaba un artículo que escribí para Energías Renovables, convocan actos de oposición a cualquier propuesta de proyecto de renovables en Catalunya, silenciando y ocultando la cruda realidad: 1) que el alargamiento de la vida de los reactores existentes supone imponer un gran riesgo sobre la sociedad, que nunca ha tenido la oportunidad de poder decidir sobre ello. Y que estos artefactos, en funcionamiento normal van vertiendo al aire y al agua cantidades nada despreciables de radiactividad y generando grandes cantidades de residuos radiactivos que dejamos como ‘legado’ a las futuras generaciones. Y 2), que continuar disponiendo de energía, en base a la quema de fósiles, es un enorme despilfarro energético, a la vez que utiliza la atmosfera como vertedero de CO2, incrementando los efectos del calentamiento global.

El simple hecho de obviar, silenciándola, esta cruda realidad debería hacernos reflexionar sobre el papel que están jugando hoy en día, quieran o no, los grupúsculos que bajo diversas denominaciones manifiestan su oposición a todos los proyectos de generación eólica y solar, bien sean promovidos por operadores independientes o sean promovidos per empresas de los oligopolios de la energía.

A diferencia de las tecnologías que usan el fuego para poder disponer de energía (no solo las tecnologías para la combustión de materiales fósiles sino también las que se basan en el ‘fuego’ nuclear), las tecnologías que hoy utilizamos para disponer de energía a partir de la captación de la abundante energía solar y eólica que nos rodea, no generan gases de efecto invernadero, ni residuos de ningún tipo, mientras están haciendo su función: poner a disposición de la sociedad energía eléctrica limpia.

Por descontado que estos proyectos de generación de energía renovable ‘afectan’ al paisaje, igual que ‘afectaron’ al paisaje los molinos medievales y catedrales que hoy, en muchos lugares, son considerados objeto de protección patrimonial y paisajística.

La humanidad siempre ha modificado el paisaje con sus acciones (cavando la tierra para producir alimentos o construyendo cobijos para protegerse de las inclemencias atmosféricas). Desde el punto de vista de la ecología, lo básico no es la ‘afectación’ del paisaje. Lo que debería tenerse en cuenta en todo proyecto (energético o no) es si interfiere con las funciones ecológicas del sistema natural en donde se ubica. Demasiadas veces se miran los sistemas naturales y se ve únicamente el paisaje, en vez de ver y comprender las funciones ecológicas que hacen los sistemas naturales. Una actuación puede alterar el paisaje y al mismo tiempo mejorar las funciones de los sistemas naturales. Demasiadas veces se hacen actuaciones que se justifican para mejorar el paisaje cuando en realidad trastocan las funciones ecológicas de los sistemas naturales. Por otro lado, los paisajes son el reflejo de la visión del mundo que los humanos tienen en cada momento histórico.

Todos, todos los proyectos de generación de energía renovable son compatibles con las funciones ecológicas de los sistemas naturales, siempre que se hagan con sentido común y respetando las leyes de la ecología. Y eso es lo que la sociedad debería velar.

En pleno siglo 21 los flujos de energía que envuelven nuestro planeta nos brindan la gran oportunidad para que la humanidad pueda hacer las paces con el planeta, colaborando en el mantenimiento de la salud ecológica de los sistemas naturales, ya que, al fin y al cabo, la sociedad depende de ellos.

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