Cuando llega el primer aniversario de las explosiones nucleares de Fukushima parece como si nunca hubieran existido, el tema nuclear ha vuelto a las páginas de sociedad y los editoriales vuelven a repetir el axioma de que, a pesar de todo, la energía nuclear sigue siendo más barata que las renovables. Nadie se ocupa de explicar los costes post-Fukushima que deberían servir de lección para el futuro.
La empresa propietaria de las nucleares japonesas, TEPCO, debe afrontar indemnizaciones por más de 45.000 M€ a lo que se añade lo que lleva gastado en enfriar los reactores y combatir la radiactividad. Nadie ha evaluado los costes futuros de desmantelamiento y contaminación radiactiva que pueden alcanzar el 4% del PIB de Japón. Como TEPCO no tiene ese dinero será el Gobierno japonés el que inyecte esos fondos y automáticamente será una empresa nacionalizada. Enorme paradoja la de los neoliberales viendo cómo el futuro nuclear sólo puede ser público. En EEUU se habla de reanudar proyectos de nuevos reactores pero con garantías del Estado por más de 6.400 M€ ya que nadie sabe lo que van a costar.
La Autoridad de Seguridad Nuclear francesa (ASN) acaba de anunciar que la auditoría de las centrales francesas para adaptarse a los nuevos estándares de seguridad después de Fukushima concluye que habrán de invertir 50.000 M€ para cumplir los nuevos requisitos de seguridad. Este coste hará que a muchas centrales no les compense seguir funcionando y que se incremente notablemente el precio de la electricidad de origen nuclear. Contrasta la transparencia francesa con la opacidad española donde el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ha manifestado que nuestras nucleares están en perfecto estado y sólo necesitan 500 M€ para cumplir con los nuevos requisitos de seguridad. Sin embargo, lo que Fukushima ha puesto en evidencia es que el diseño de los reactores que ahora funcionan en todo el mundo no contempla los riesgos ante incidentes externos sobrevenidos o no previstos como terremotos, tsunamis, ataques cibernéticos, pérdida de alimentación exterior, fenómenos atmosféricos o climáticos, envejecimiento de materiales, etc. Se trata de diseños obsoletos que demuestran que la tecnología nuclear no ha madurado en sesenta años y si lo hace va a ser a un coste tan alto que no compensará mantener las centrales.
El actual sistema de conformación de precios de la electricidad ha convertido las nucleares en una auténtica hucha de ingresar dinero y el interés por optimizar sus beneficios ha hecho que sus costes reales no se internalicen en el kilovatio nuclear. Fukushima supone un riesgo para la rentabilidad de las centrales porque deberán invertir mucho más en seguridad, tanto que pueden verse abocadas al cierre por no poder recuperar esas inversiones en el tiempo de su vida útil. El renacer nuclear de estos días no es sino un intento más de anteponer los criterios de rentabilidad a los de seguridad, ocultando el peligro letal de la radiactividad. La nuclear es en energía lo que los hedge funds en economía. No importa el riesgo si se obtiene el máximo beneficio.