javier garcía breva

La ética en el baúl

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Como en 2008, la losa de la dependencia energética vuelve a golpear la economía española. Las importaciones de gas y petróleo hasta noviembre de 2010 se han incrementado un 27,3%, sumando 31.000 M€. El alza del precio del crudo ha supuesto un sobrecoste de 7.000 M€ para nuestra economía en 2010 y otro tanto para 2011 por la desviación de los presupuestos generales del estado que se calcularon con previsiones más bajas. Estos datos, más las ayudas al carbón, están en el fondo de la subida de la luz y de la gasolina. La decisión de Canadá y EEUU de explotar los yacimientos de arenas bituminosas y la alianza de BP - acusada de corrupción en el informe oficial del desastre del Golfo de Méjico- con la rusa Rosneft para perforar en el Ártico, representan una mayor amenaza por su impacto en el cambio climático.

El cambio de modelo energético es hoy más urgente por la necesidad de reducir la dependencia de los combustibles fósiles a través de un mix energético basado en el consumo masivo de renovables y una fiscalidad ambiental para incentivar el ahorro de energía y de emisiones, penalizando el mayor consumo y niveles de CO2. Pero lo que se está promoviendo es una agresiva resistencia a ese cambio de modelo con una falta de solidaridad y de ética ante la que es preciso reaccionar.

Las críticas que en 2006 se vertieron contra la eólica y en 2008 contra los biocarburantes, se repiten hoy contra la fotovoltaica y dentro de poco lo harán contra la termosolar. Al ataque contra las renovables, consumado con la reducción de sus objetivos para 2020 acordada en el Congreso de los Diputados, ha seguido el esperpento de ver al autor de esos recortes corriendo a dirigir IRENA, o a la Abogada del Estado criticando por falta de rigor al nuevo Secretario de Estado de Energía que hizo el informe de la demanda de Iberdrola y Endesa contra el cierre de la CN de Garoña antes de su nombramiento, o la inclusión de la ampliación de vida de las nucleares para pactar las pensiones. El libro blanco de Pérez Arriaga quedó en un cajón, la prospectiva energética sigue inédita y la ley de Economía Sostenible deriva los problemas a una incierta próxima legislatura. La política energética se ha convertido en un esperpento.

El ataque a las renovables por parte del Gobierno y de las eléctricas persigue su obsolescencia tecnológica para impedir su maduración y establecer una nube de fraude masivo sin transparencia informativa; algo inconcebible en una política progresista. Y nadie da importancia al hecho más grave: que la recuperación económica está amenazada por la economía de los combustibles fósiles, debido a nuestra elevada dependencia energética. Esto es lo que se oculta en el actual debate energético.

La epidemia invisible de la contaminación atmosférica avanza, el ahorro de energía y de emisiones de CO2 ha desaparecido de todas las agendas y los principios de solidaridad intergeneracional y de internalización de costes se posponen sin fecha. No se está aprovechando la crisis para cambiar el patrón de crecimiento económico ni un sistema energético que insiste en las mismas tecnologías del siglo pasado, cuando la economía mundial hoy compite por la innovación tecnológica que representan las renovables. Se olvida que la responsabilidad de la crisis es de las ideas económicas que la provocaron. La falta de ética nos aboca a futuras crisis y sólo cabe una actitud: la indignación.

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