javier garcía breva

El vehículo eléctrico y la Smart Energy

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Para reducir el coste de las importaciones energéticas y descarbonizar la economía, la estrategia de la Unión de la Energía, aprobada en febrero de 2015, se apoya en la eficiencia energética como primera política energética y la participación directa de los consumidores en el sistema eléctrico.

La Estrategia Europa 2020, aprobada en 2010, establecía que el liderazgo energético se conseguirá con el desarrollo del almacenamiento eléctrico en todas las tensiones para la integración de renovables de forma descentralizada y aportando soluciones a las ciudades para que ahorren energía.

La Directiva 2009/28/CE, de renovables, planteó la necesidad del almacenamiento para atender los picos de demanda e incrementar la penetración de renovables. La Directiva 2012/27/UE, de eficiencia energética, establece que los gestores de redes y proveedores minoristas pondrán a disposición del sistema servicios que faciliten la respuesta a la demanda y la generación distribuida, como el almacenamiento y la interacción del consumidor con su contador.

Este es el contexto en el que hay que analizar la importancia del vehículo eléctrico como instrumento para gestionar la demanda, estabilizar las redes eléctricas y proporcionar al consumidor servicios con impacto directo en la reducción de sus costes energéticos. El punto de partida han de ser las infraestructuras de recarga, vinculadas a la mayor eficiencia del suministro eléctrico.

En el mundo se están produciendo cambios tecnológicos en la generación y el consumo de electricidad que permiten personalizar y gestionar en tiempo real la demanda y la generación en los propios centros de consumo. El almacenamiento en baja tensión, las baterías, el autoconsumo, las redes y los contadores inteligentes modifican el papel del consumidor.

La aplicación de las tecnologías inteligentes (TIC) a la más alta eficiencia energética da lugar al concepto de Smart Energy. El consumidor se convierte en el centro del sistema eléctrico impulsando la gestión del ahorro de energía.

Los nuevos modelos de negocio energético en nada se parecen a los convencionales:

• Generación distribuida: la electricidad que se necesita se produce en el mismo centro de consumo, pudiéndose verter los excedentes en la red.
• Gestión de la demanda: las tecnologías inteligentes se utilizan para ahorrar y almacenar energía en cada centro de consumo.
 • Plantas de generación virtuales (VPP) y microrredes: unión de distintas fuentes de generación distribuida con los centros de consumo a nivel local para ajustar en tiempo real la oferta y la demanda de electricidad.

El vehículo eléctrico no solo forma parte de estos nuevos modelos de negocio sino que se integra en el sistema eléctrico como un instrumento de gestión de la demanda y de integración de renovables a través de los puntos de recarga. La batería del coche eléctrico es al transporte lo que el autoconsumo fotovoltaico a la edificación. El futuro será la integración de ambos.

La red eléctrica debe adaptarse al desarrollo de la generación distribuida, la presencia de renovables, la participación de los consumidores, al vehículo eléctrico y el almacenamiento. Esa es la función de las redes inteligentes (Smart Grid). El resultado es aproximar la generación a la demanda para ahorrar costes gracias a un modelo descentralizado.

La viabilidad de este nuevo paradigma está garantizada por los ahorros producidos en importaciones energéticas y emisiones. La Comisión de Infraestructuras (NIC) del Reino Unido ha cuantificado un ahorro de 10.325 millones de euros al año para el país adoptando una política energética inteligente que cumpliría los objetivos de reducción de emisiones, reduciría los costes de la energía y garantizaría el suministro equilibrando la oferta y la demanda.

Para la consultora Accenture, el hecho de que los consumidores puedan almacenar electricidad tendrá un impacto en la red y en la demanda que obligará a un cambio regulatorio por la pérdida de ingresos del sistema y el crecimiento de la fotovoltaica residencial. La capacidad de almacenamiento y la inversión renovable se van a multiplicar en paralelo.

Para cumplir la hoja de ruta de la UE y reducir las emisiones de CO2 entre un 80% y 95% en 2050 se necesitará que el 100% de los vehículos sean eléctricos y el 50% del transporte de mercancías hacerse por ferrocarril. El parque de edificios deberá adaptarse al concepto de consumo de energía casi nulo y el mayor despliegue de renovables abaratará el precio de la electricidad.

La falta de regulación impide los nuevos modelos de negocio energético (Smart Energy). El vehículo eléctrico debe contemplarse como un instrumento para mejorar la eficiencia de la red. Para ello se necesitan pasos decisivos como:

• Un cambio de la regulación eléctrica que siga la lógica de la eficiencia energética, facilitando la generación descentralizada, el almacenamiento, los contadores y redes inteligentes, que reconozca el derecho del consumidor a acceder a las tecnologías que le permitirán gestionar la energía que necesite.
• Una infraestructura de recarga que se aproxime a los 87.000 puntos para 2 millones de vehículos eléctricos que preveía la Comisión Europea para España en 2020, accesibles a todos los consumidores y que permitan mayores objetivos para las flotas en el transporte público y privado.

Si la economía de los combustibles fósiles está en retroceso y las interconexiones no pasan de las buenas intenciones, el sistema eléctrico camina hacia la obsolescencia si no se orienta a la generación distribuida y la electrificación del transporte.

El Vehículo eléctrico y la Smart Energy ha sido publicado originalmente en la Oficina de Javier García Breva

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