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Escribir sobre el viento tiene premio

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El I Concurso de Microcuentos Eólicos, organizado por la Asociación Empresarial Eólica con la colaboración de la revista Energías Renovables, ya tiene finalistas y ganador. Son diez relatos que ponen de manifiesto que una fuente de energía como el viento –autóctona, limpia e inagotable– es perfectamente capaz de impulsar, también, el talento literario y la imaginación.
Escribir sobre el viento tiene premio

Los diez microcuentos finalistas han sido elegidos entre los más de 80 relatos que se presentaron al concurso y respetan escrupulosamente las reglas de este concurso: no exceder las 100 palabras y comenzar por la frase “Y, de pronto,  me encontré delante del molino”. De entre ellos, el jurado ha elegido como ganador el relato titulado “Mi amigo eres tú”, cuyo autor, Santiago Avelino Valdés, ha sido premiado con una visita a un parque eólico y la posibilidad de subir a un aerogenerador (siempre que las condiciones meteorológicas lo permitan). Una experiencia que combina a la perfección la emoción de ver el mundo desde una considerable altura  y el subidón de adrenalina que produce el ascenso a la cabeza de la máquina.

Relato ganador: MI AMIGO ERES TÚ, de Santiago Avelino Valdés
Y, de pronto, me encontré delante del molino que giraba y giraba y giraba, y entonces le pregunté, ¿te gusta girar?
Me gusta bailar con el viento.
Me gusta correr con el viento.
Me gusta jugar con el viento.
¿No trabajas?
Ayudo a lavar y planchar.
Ayudo a aprender y a enseñar.
Ayudo a construir e innovar.
¿Nunca descansas?
Me paro cuando me asusta el viento.
Me paro cuando se cansa el viento.
Me paro cuando se duerme el viento.
¿Tienes amigos?
Me gusta iluminar tu casa.
Me gusta calentar tu casa.
Me gusta vivir en tu casa.
Mi amigo eres tú.

Accesit: LAZOS, de Liliana Cristina García
Y, de pronto, me encontré delante del molino sin saber cómo había logrado burlar el océano para recalar en la tierra de mis mayores. Tal vez era la fuerza del deseo, o el poder de los lazos familiares que, a la distancia, quisieron obsequiarme mi último viaje.
No hice preguntas, sólo me dediqué a disfrutar del momento, mientras que el viento jugaba con las aspas de aquel titán con ojos de ensueños, y yo pasaba de largo, de la misma forma en que había cruzado el mar.

Finalistas 
MOLINO MODELO 6.1
Y, de pronto, me encontré delante del molino azul. Era cierto lo que decían, en un día despejado como aquél, pasa totalmente desapercibido integrándose en el paisaje. Con el paso de los años habían conseguido que, gracias a las aspas oblicuas y con aquel diseño tan extraño, raramente se parase. Mi cometido era de todo menos sencillo pero el fin era bastante claro; “Los molinos de viento deben proporcionar energía aún sin una pizca de brisa” y tenía varias ideas aunque ninguna concluyente. ¿Placas solares? ¿Corrientes subterráneas? El ingeniero anterior se había acercado bastante pero ahora me tocaba a mí terminarlo.

ROMANTICISMO
Y, de pronto, me encontré delante del molino. Sabes que soy un desastre orientándome, no debería extrañarte tanto. No tengo ni idea de dónde fue que me confundí al girar para acabar rodeado de molinos, pero allí estaba yo, dando vueltas, intentando encontrar la salida del parque eólico con mi ramo de flores en una mano y un anillo de compromiso en la otra. Sé que llego tarde a mi propia fiesta de pedida, y que tu madre ya no quiere ni verme. Pero solo es que me he despistado al llegar. Piénsalo de esta manera: Mi amor por ti, cariño, se pierde en el viento. 

EL ÚLTIMO SUEÑO DEL GENIO
Y, de pronto, me encontré delante del Molino, un monumento encima del monte; un mástil enorme con tres velas moviéndose rítmicamente en círculos exactos. Observé extasiado esa estructura blanca y poderosa… ¡No volaba!, aprovechaba vientos de lejanos reinos para mover sus entrañas… Sonreí mientras me acercaba. Estiré mi mano queriendo sentir las vibraciones de aquella obra de arte… Me trajeron ecos lejanos, de dibujos y bocetos…
Un trote agitado hizo volver mi mirada hacia un flaco corcel de jinete brillante en impetuosa carrerilla contra aquella creación, mientras gritaba:
¡Apartad, Leonardo, que no es un molino!...
Cerré los ojos….

COLOSOS DE METAL
Y, de pronto, me encontré delante del molino. Lo recorrí con la mirada desde la base hasta las enormes aspas de acero. Su envergadura me sobrecogió. Volví a hacerme las preguntas de siempre: ¿quién lo había construido? Y, sobre todo, ¿por qué? Las
leyendas antiguas decían que hubo un tiempo en que las aspas giraron hasta producir el viento que hoy mueve las copas de los árboles. Tonterías supersticiosas, claro. No, el origen de aquel gigante blanquecino no podía ser otro que el de una civilización
extraterrestre. Nos habían visitado para colocarlo allí arriba y yo iba a descubrir por qué.

LUZ EN EL VIENTO
Y de pronto, me encontré delante del molino. Sonreí, el hipnótico sonido de sus grandes aspas me remonto años atrás hasta el taller de mi abuelo. 
Disfrutábamos con tareas y charlas amenas.
Diseñar, cortar madera, ajustar bujes, pintar y mi abuelo diciéndome:” es un encargo de mi amigo, el viento” y éste parecía asentir, silbando en la ventana.
Lo montamos juntos, liberó las aspas y al empezar a girar, una luz coronó su cumbre.
Sonreímos cansados y orgullosos y me dijo: “la tierra siempre nos dará lo que necesitemos”.
Abuelo, hoy nuestro amigo juega entre los brazos de este coloso. 

LOS CABALLEROS DEL VIENTO
Y, de pronto, me encontré delante de un molino. Subí y salí por la parte más alta. Estaba en la cima del mundo. La energía tan cerca de mí me hizo sentir que el Quijote estaba equivocado, no estaba loco, estaba equivocado. Aquellos caballeros, con su espadas, con sus armaduras, no eran más que súbditos nuestros, soldados a nuestro servicio. Y entendí miles de batallas, miles de empresas, miles de esfuerzos y pensamientos; al fin, después de todo aquello, en la cima del mundo, gocé del triunfo de nuestros molinos, del triunfo del hombre, del triunfo de la naturaleza. Esos caballeros de tres espadas son de los nuestros.

UNA MIRADA A LO QUE FUE
Y, de pronto, me encontré delante del molino. Me habían hablado de ellos, del siglo XX y XXI. De todo lo que tenían que hacer para conseguir un poco de energía. Entonces, me alegré de haber nacido en la actualidad, todo era más fácil, más sencillo. ¿Cómo no descubrieron lo que nuestra mente es capaz de hacer? ¿Cómo no se les ocurrió que nuestro propio cuerpo es una gran fábrica de energía interminable? Aquel debía de ser el último que quedaba. Intrigada, me acerqué y leí aquella placa:
En memoria de nuestros antepasados
Los que consiguieron mantener nuestro planeta
Gracias

PAPÁ DICE…
Y, de pronto, me encontré delante del molino girando sin parar. Papa dice que se mueve por el viento, y que el viento puede ser tan fuerte que llegará un día que se lleve volando toda la contaminación, que se llevará la radiación de Japón, que volverá a llenar de hielo el Polo Norte y evitará los vertidos de petróleo que matan a los animales. A papá se le ve contento cuando habla de estos molinos. Espero que el viento fuerte no tarde mucho en llevarse todas esas cosas que a papá no le gustan…

 

El jurado, que se reunió el pasado 28 de junio en Madrid, ha estado formado por Ángeles Aguilera, responsable del área de ficción de la Editorial Planeta; Clara Redondo, escritora y profesora de la Escuela de Escritores; Pepa Mosquera, codirectora de la revista Energías Renovables; Sergio de Otto, consultor en energías renovables, periodista y asesor de AEE; y Sonia Franco, directora de Comunicación de AEE, además de periodista y escritora. 

 

 

 

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