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Aves y parques, una mirada realista

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El Congreso Ibérico sobre interacciones de Fauna y Energía Eólica celebrado el pasado enero en Jerez dejó sobre la mesa las elevadas estimaciones de siniestralidad de algunas organizaciones conservacionistas. Alvaro Camiña, consultor medioambiental independiente para administraciones públicas y empresas nacionales e internacionales, considera poco realistas esas cifras y, sin negar que el problema exista, aporta en este artículo otros datos que ayudan a no caer en conclusiones erróneas o alarmistas.
Aves y parques, una mirada realista

Según los datos que se presentaron en el Congreso, el parque nacional de casi 19.000 aerogeneradores en toda España, causaría alrededor de 1 y 3 aves colisionadas por aerogenerador y día. Para los que desarrollamos Planes de Vigilancia Ambiental se nos hacen excesivos estos números, y podemos comprobarlo a diario cuando acudimos a trabajar en los parques; se puede encontrar como mucho hasta una o dos por día en un parque medio de 15 a 30 aerogeneradores. Sin embargo,  la siniestralidad existe y con los conocimientos actuales, debemos y sobre todo podemos minimizarla. Para ello hay que ir primero a la raíz del problema, un círculo vicioso que es preciso romper de una vez por todas.

Al mismo Congreso acudió una representación de empresas consultoras, y entre las presentaciones, la nuestra revisó alrededor de 1000 estudios de seguimiento en distintos períodos entre 2000 y 2011 en el norte de España, desde La Rioja a Castellón pasando por Aragón, Soria y Guadalajara; una muestra del 35% aproximadamente de los parques eólicos y aerogeneradores en funcionamiento, además de comparar información del Estrecho de Gibraltar. Todos esos datos fueron suministrados por los organismos competentes de las Comunidades Autónomas y pueden arrojar claramente información y algunas reflexiones sobre este problema.

El resultado de la revisión no fue el óptimo esperado; demostró la presencia de importantes carencias por parte de muchas de las consultoras: metodologías incompletas o mal planificadas, escaso e insuficiente análisis de los resultados, simples listados de siniestralidad sin entrar a valorar las causas que la producen, su variación espacial o temporal o la falta de una estimación adecuada de las posibles tasas de predación o de la eficiencia de búsqueda de las personas encargadas. Cuando un animal muere, por el motivo que sea, existe una fauna asociada que suele descomponer el cadáver hasta hacerlo desaparecer, desde pequeños insectos a carnívoros. Cuanto más pequeño sea, antes suele ocurrir por lo que entre dos visitas consecutivas existe una probabilidad y posibilidad de no encontrarlo. Si no ha desaparecido, y en función del tamaño y del paisaje –más o menos vegetación- el observador lo puede pasar por alto durante la búsqueda. Otro de los motivos es su propio cansancio, al ir acumulando más y más aerogeneradores a lo largo de la jornada. Estos errores, son la base de las estimas de siniestralidad, aspecto que casi el cien por cien de los trabajos apenas investigó debidamente y de donde vienen los valores apuntados en el título de este artículo.

Escasa calidad de muchos estudios
En general, el conocimiento de las consultoras fue  inadecuado para una calidad mínima requerida. El promotor contrata a la que considera más conveniente, ésta hace su trabajo, reporta al promotor que a su vez informa a la Administración; el informe se almacena junto a otros similares y luego las organizaciones conservacionistas los consultan, analizan y extraen sus conclusiones basadas en estos datos incompletos. Por su parte, las Administraciones encargadas de la supervisión y adecuación de los estudios, no exigieron la corrección de las mencionadas carencias, limitándose a una somera revisión de los mismos. No se debe olvidar que son precisamente las Administraciones las que se deben encargar del cumplimiento de las Declaraciones de Impacto Ambiental. El promotor por su parte, como cualquier empresa, lo que busca es el máximo beneficio por su actividad. El no es el que debe aportar el conocimiento a los Planes de Vigilancia, debe ser la consultora, pero sí debe velar por elegir a los mejor preparados y con mayores conocimientos.

Lamentablemente, y aún más en tiempos de crisis como los que nos encontramos, el criterio principal de selección y casi exclusivo en los Planes de vigilancia es el de la oferta económica. Entre los argumentos esgrimidos sobre la profundidad de los estudios está el “es que es lo que me piden” o por parte del consultor “es que me deben decir cómo debo hacerlo”. Pero debe ser éste último el que realmente conozca el “know-how” del Medio Ambiente, debe ser el que proponga a Administración y promotor con sus conocimientos y el que debe garantizar un seguimiento ambiental riguroso y aportar valor añadido al producto que comercializa y no limitarse cubrir un expediente de la mejor manera posible. A todo esto habría que añadir que el sector de consultoría se encuentra enormemente atomizado y muchos trabajos son subcontratados sucesivamente con la consiguiente pérdida de la cadena de valor. El consultor debe tener capacidad y argumentos para sostener las afirmaciones de sus informes ante cualquier estamento, incluido el judicial. Los informes consultados demuestran que solamente con los mismos datos que constan en los informes, tomados y analizados debidamente, se podría haber hecho mucho más. La consecuencia de estas carencias se manifiesta por un lado en los mencionados errores de estimación, en que las conclusiones generales de los seguimientos, cuando las hay, puedan ser erróneas, decidiéndose medidas que pueden provocar el efecto contrario para el que se han diseñado.

Entrando de lleno en los datos de siniestralidad analizados, unas 6000 aves colisionadas de más de cien especies y asumiendo que serán menos de las reales, destacan aquellas de gran tamaño con tasas de reproducciones muy bajas que tienen por lo general uno o dos pollos por año. La muerte de pocos ejemplares puede provocar un efecto importante en las poblaciones a largo plazo; es el caso de los buitres. En segundo lugar en cuanto a siniestralidad están el cernícalo común, el águila calzada y la culebrera. En general, salvo el cernícalo, se trata de aves planeadoras con escasa capacidad de maniobra que dependen mucho de corrientes de aire, las mismas que mueven las palas de los aerogeneradores. Por detrás, otro gran grupo de rapaces muestra resultados que dependen de las condiciones de la zona donde se encuentre el parque y de sus áreas de campeo. Es el caso del águila real, capaz de hacer auténticas piruetas esquivando los aerogeneradores.

Recientemente se ha puesto en tela de juicio la validez de los estudios previos de avifauna. Y es aquí donde tampoco se analiza convenientemente los cambios en el medio o entorno de los parques eólicos.  Porque las circunstancias existentes en el momento de las concesiones no son las mismas unos años después. Claro ejemplo es la paralización de parte los aerogeneradores del norte de Castellón entre 2008 y 2010 por decisión judicial debido a la alta mortalidad ocurrida. Los buitres antes, durante y después de que se cerraran y reabrieran los muladares por el mal de las vacas locas, cambiaron su comportamiento de búsqueda de alimento, lo que provocó a su vez cambios en la siniestralidad espacial y temporal, incrementándose el número de aerogeneradores donde se produjeron colisiones.

Sobre el efecto barrera 
Otro de los problemas aducidos en contra de la energía eólica ha sido el del efecto barrera frente a los bandos migratorios y del que apenas existen estudios publicados. Aunque efectivamente las líneas de aerogeneradores aparentan líneas continuas en el paisaje,  la realidad es que el efecto en bandos de grullas, ánsares o palomas torcaces apenas se ha visto reflejado de manera anecdótica en la mortalidad de estas especies. En el Estrecho de Gibraltar, donde la migración es aún muchísimo más notoria, las bajas por colisiones con respecto a las aves que migran son muy pequeñas. En términos generales y en todos los casos, las colisiones eran mucho más marcadas en la migración otoñal, debido sin duda a un mayor agrupamiento de los bandos en sus desplazamientos.

Finalmente, en las aves de menor tamaño, los paseriformes, la mortalidad aparece en casi todas las familias, salvo las especies típicamente forestales. Dependiendo de su biología, los patrones de siniestralidad marcan picos en unas u otras épocas del año, o de dependiendo del piso climático donde se encuentre el parque estudiado. Es el grupo donde más errores de muestreo se pueden producir. En un trabajo que realizamos con carroñas controladas, a las veinticuatro horas habían desaparecido el 20% de ellas sin dejar rastro alguno y en quince días el 98%. Si los muestreos se hacen en dichos intervalos de tiempo, el observador será incapaz de detectar aquellas que han desaparecido. Es entonces donde hay que estimar y que las fórmulas de esa estimación sean ajustadas a la realidad. Al igual que con las aves ocurre con los murciélagos, más difíciles de localizar y estudiar pues precisan de equipos más sofisticados que no se pueden por la falta de presupuestos adecuados.

Como conclusión, debemos decir que el estudio de la siniestralidad en parques eólicos debe de considerarse en su justa medida, evitando comparaciones que lleven a conclusiones erróneas o alarmistas como las planteadas al principio de este texto. Incluso con otras posibles causas de mortalidad en aves. Esto no aporta nada convirtiéndose en un debate estéril. En algunas especies, los “puntos negros” de los parques pueden identificarse (un 10% de los aerogeneradores por ejemplo causaban entre el 40 y 50% de las bajas de buitre leonado) y es ahí donde debemos centrarnos. Los promotores sin miedo a decir lo que pasa, las Administraciones facilitando la información, y los profesionales del Medio Ambiente aportando el valor y conocimiento. El tabú a hablar abiertamente ha de ser superado y como pasó con las electrocuciones o colisiones en tendidos eléctricos, aportando soluciones, compatibilizar desarrollo y conservación de la biodiversidad.

Más información:
www.acrenasl.eu

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Pedro
Para jim3vantos: Hombre!!! No hay que estar muy cuerdo para saber que no podemos matar los gatos para que no maten algún pajarillo (águilas creo que no deben matar ninguna, ¿verdad?). Mezclar churras con merinas, en un totum revolutum es un poco demagogo y sólo enfanga más el problema. Los chirimbolos eólicos esos, colocados fuera de los espacios naturales y fuera de lugares con aves pasando entre ellos (ahí sí son prescindibles, nada que ver con la existencia de los lindos mininos) no serían un sumidero de aves y MURCIÉLAGOS, ¿verdad?
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