Así se titula una canción de Joaquín Sabina en la que hay una frase que expresa muchas cosas: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió”. El otoño es una estación muy propicia para generar sentimientos nostálgicos y las ranas no somos inmunes a este sentimiento.
Y me temo que muchas personas que llevan años trabajando por el mundo de las energías renovables pueden estar sintiendo algo parecido a lo que expresa Sabina.
Lo cual, obviamente, es un poco de tontos, pero real como la vida misma. Y es que desde el 2008 han pasado cosas que nos han hecho sentir que íbamos por un camino que no ha llegado a fructificar . O peor, hemos creído que había fructificado.
Cuando Obama accedió a la presidencia de EEUU hubo comentarios que ligaban sus revolucionarios planes con los de nuestro Gobierno. Parecía que había una maravillosa conjunción astral. Eso creía, con entusiasmo la señora Pajín. Además se ponía en marcha la nueva Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) con el apoyo de más de 150 países. Parecía que, de verdad, las cosas estaban cambiando hacia la dirección deseada. Y España estaba ayudando a promover este cambio.
Pero en IRENA se nombró a Helene Pelosse como directora general y no ha llegado a despegar. El mes pasado, un conocido miembro de la IEA en el sector de la fotovoltaica, Stefan Nowak, me comentaba su escepticismo hacía que tal despegue se llegue a producir. El comentario fue en Hamburgo, en la celebración de la PV SEC. Y lo de “celebración” es mucho decir, porque el sector fotovoltaico sí que está sumido en algo más grave que la nostalgia. Y allí se sentía en cada stand.
En cualquier caso, en IRENA, después de nuestro doble fracaso, primero con Ormazábal y después con el “convertido” a la causa de las renovables, Pedro Marín (gran artículo el pasado agosto en El País), los únicos que parecen haber sacado algo en claro, aparte de los gobernantes y el lobby de Abu Dhabi, han sido los alemanes, que acaban de inaugurar su Delegación de IRENA en Bonn.
La nostalgia de la posición internacional de España –real en este caso– está más que justificada. Hemos pasado de ser el país guía y referencia planetaria a un mero comparsa en un contexto de tristeza y escepticismo globales. ¿Pero qué decir de lo que está pasando dentro de nuestras fronteras? A cualquier conocedor del sector le consta el esfuerzo del IDAE, y en concreto de Jaume Margarit, para sacar adelante un Plan 2020 que no cubre las expectativas ni atiende al potencial real de las EERR. ¿Llegaremos a añorar este Plan?
Por lo pronto el PP ha anunciado que va a bajar los objetivos de reducción de emisiones de nuestro país: ¡no nos lo podemos permitir! Uff! Esta balada de otoño sí que me está quedando melancólica. En fin, me quedaré con el tango de Gardel: ¡VOLVER! Aunque sea con la frente marchita. Pero ya hemos visto la poca esperanza que nos transmite don Mariano.
