joaquín nieto

Todos los caminos conducen a Roma

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Todos los caminos conducen a Roma

En 2005 la Agencia Europa de Medio Ambiente –que con tanto acierto como buenas intenciones puso en marcha mi querido amigo Domingo Jiménez Beltrán– publicaba     una gráfica (puede verse en la revista en papel y en PDF) repleta de significado para entender el mundo que vivimos, revelando un fenómeno al que se le ha prestado muy poca atención relacionado con la evolución de la productividad del trabajo, los materiales y la energía a lo largo del último medio siglo.

Desde 1960 a 2002, en Europa, el uso de la energía apenas ha incrementado su productividad un 20%; la evolución de la productividad de los materiales ha sido mejor, 100%; sin embargo el incremento de la productividad del trabajo, 270%, ha sido casi tres veces más que el incremento de la productividad de los materiales y catorce veces más que el de la energía. Dicho de otra forma, un trabajador produce ahora tres veces más que hace medio siglo, pero empleando para ello dos veces más de materiales y catorce veces más de energía.
 
Esa gráfica explica mucho sobre la crisis social, ambiental y energética que venimos padeciendo y sus interrelaciones. Crecen simultáneamente el desempleo y presión sobre los recursos naturales, porque cada vez se necesita mucho menos empleo para producir lo mismo, pero no sucede lo mismo con los materiales o la energía. Así, el desempleo se convierte en un problema estructural cada vez más agudo en todo el mundo: hay ya ahora 200 millones de desempleados, pero para absorber la nueva población activa se necesitarán crear 300 millones de nuevos empleos en las próximas dos décadas.

Mientras, la presión sobre los recursos naturales es superior a la capacidad de carga del planeta, la huella ecológica es ya desde los años ochenta superior a la biocapacidad de la Tierra y sigue creciendo de manera alarmante: en la actualidad es un 50% superior a la capacidad del planeta, es decir que necesitamos planeta y medio para subsistir y solo tenemos uno. Además, el acceso a los recursos es injusto: mientras que la mayoría de los habitantes de la Tierra consumen menos que lo que la tierra da, otros consumimos varias veces lo que en justicia nos correspondería: la huella ecológica española está dos veces y media por encima de la biocapacidad planetaria. A pesar de esta evidencia, todos los esfuerzos de la economía y la política convencionales van dirigidos a aumentar la productividad del trabajo muy por encima de todas las demás, como si los recursos naturales fueran ilimitados.

La crisis energética es la que más claramente expresa la insostenibilidad, pero también proporciona las claves para otra relación sociedad/naturaleza. El mundo está viviendo el tiempo del peak oil es decir del consumo de la mitad de las existencias de petróleo extraíble,  sin embargo la demanda de energía primaria sigue siendo creciente, creándose una situación insostenible, que será insoportable si no se produce con urgencia el cambio hacia otro modelo energético, sostenible, basado en la eficiencia, en el ahorro y en las fuentes renovables de energía, es decir en la mejora de la productividad de los recursos.

Este nuevo modelo energético, con los cambios de modelo productivo que implica en todos los sectores de la producción, la edificación, el transporte y los servicios puede generar cientos de millones de nuevos empleos sostenibles, conocidos como empleos verdes, y transformar empleos hoy insostenibles para hacerlos sostenibles, a la vez que una mayor eficiencia en el uso de los recursos naturales y energéticos. Se mire por donde se mire, todas las evidencias sobre la crisis y sus soluciones conducen a un cambio de modelo energético y a las energías renovables.

Conducen también a la equidad: a otra distribución más equilibrada en el acceso a los recursos. La contracción y convergencia –contracción de los que más tienen y consumen, para que los que menos tienen y consumen puedan converger– es la clave. Pero eso, como diría Kipling, es otra historia ¿o es la misma? Vale.

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