joaquín nieto

Recursos para todos (ER68)

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Joaquín Nieto
Presidente de honor de Sustainlabour
jqn.nieto@gmail.com

La sostenibilidad planetaria no es posible sin un proceso de contracción y convergencia, contracción en el consumo de recursos por parte de los países desarrollados y expansión por parte de los países en desarrollo hasta confluir en un punto sostenible. Si los primeros siguen aumentando su consumo y los segundos aspiran a alcanzarlos, tal convergencia nunca se producirá, simplemente porque los recursos planetarios no son suficientes para esos niveles de consumo. Necesitaríamos varios planetas y sólo tenemos uno. Ni siquiera el modelo actual de los países del norte es generalizable, porque si los 6.500 millones de habitantes del planeta consumieran como ellos, los recursos seguirían siendo insuficientes.

¿Dónde está, entonces, el punto de convergencia? Ese punto vendrá determinado por factores como la huella ecológica, es decir la cantidad media de recursos utilizada por cada habitante o país o región, medidos en hectáreas. Actualmente, con los recursos y tecnologías disponibles, la huella ecológica media por habitante, 2,18 hectáreas, es un 15% superior a los recursos máximos disponibles, 1,89 ha. Es decir el punto máximo de convergencia estaría en una reducción media del 15% en el uso de recursos disponibles; pero teniendo en cuenta que el habitante norteamericano medio consume 9,7 ha, el europeo 5,6 y el mozambiqueño 0,6, unos tendrían que hacer un esfuerzo importante de contracción para que otros pudieran converger.

En el caso de las emisiones de CO2 el punto de convergencia sostenible vendrá determinado por la limitada capacidad de la atmósfera para concentrar gases de efecto invernadero sin provocar un cambio climático catastrófico. La comunidad científica ha estimado que por encima de las 450 partes por millón –ya estamos en 384ppm, cien más que al inicio de la revolución industrial— el calentamiento global superará los 2º C, lo que provocaría un cambio climático de incalculables consecuencias ambientales, económicas y sociales. Eso significa reducir las emisiones globales a la mitad a mediados de siglo y el 80% a finales. Si tenemos en cuenta que las emisiones medias están en 4 toneladas por habitante y año, pero que el habitante norteamericano emite más de 20 tm/h/a, el europeo unas 10, el chino unas 4 y el indio algo más 1, la conclusión es clara: para 2050 la India podría aumentar sus emisiones, pero todos los demás países deberían disminuirlas, unos más que otros.

Algo similar sucedería si hiciéramos la cuenta con los consumos energéticos, aunque en este caso cuenta mucho la fuente de recursos para la producción de la energía. El uso de fuentes renovables incrementa la producción con menor uso de recursos.

Se trata, además de un punto de convergencia dinámico, pues tendrá que tener en cuenta la variable demográfica: no es lo mismo repartir los recursos entre los 6.500 millones de habitantes actuales que entre los 9.000 que previsiblemente poblarán el planeta dentro de unas pocas décadas.

Reducir el uso de los recursos no significa necesariamente disminuir la disponibilidad de servicios imprescindibles para un desarrollo humano satisfactorio y saludable, puesto que la satisfacción de muchas de las necesidades humanas demanda servicios que no necesariamente requieren un uso tan masivo e ineficiente de productos como sucede en la actualidad.

Nuestro modelo económico es esencialmente productivista, en la medida en que depende de la producción masiva, continuada y creciente de productos independientemente de la eficacia de tales productos en la provisión de los servicios que teóricamente tienen como fin. Los humanos necesitamos iluminación, calor o refrigeración, no necesariamente kilovatios eléctricos; lo mismo que podemos necesitar movilidad cómoda, rápida y accesible, no necesariamente automóviles; pero el sistema es prisionero del producto, no del servicio. Esto es así desde el inicio de la revolución industrial y se ha disparatado con el capitalismo tardío y la globalización.

Dos son las claves de un desacoplamiento entre el consumo de recursos y la satisfacción de las necesidades humanas: una la mejora de las tecnologías, que podría permitir una mayor eficiencia en el uso de tales recursos; otra, la desmaterialización de la economía logrando una mayor y mejor provisión de servicios sin usar tantos recursos. Ambas claves nos hablan de eficiencia, pero se requiere una tercera, dirigida a la suficiencia, que es el cambio de patrones de consumo. Sin ese cambio nada será posible.

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