javier garcía breva

La conversión de la extrema derecha energética

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Hace siete años, los directivos de las eléctricas más importantes de Europa, entre ellos Ignacio Sánchez Galán, de Iberdrola, Rafael Villaseca, de Gas Natural y el consejero delegado de Enel, propietaria de Endesa, firmaron el “Manifiesto de los 10” en el que reclamaban a la Unión Europea la rectificación de su política energética, eliminar las ayudas a las renovables y relajar los objetivos de emisiones para evitar el cierre de sus plantas de gas.


Según las eléctricas, la energía no era competitiva en 2013 por las “erróneas decisiones políticas” de ayudas a las renovables que encarecían la factura de los consumidores. Advirtieron a Bruselas del riesgo de apagones y reducción de inversiones. El mismo argumentario ha reaparecido en 2019 a raíz de los recortes que ha propuesto la CNMC a eléctricas y gasistas y del decreto que ha restablecido la seguridad jurídica a las renovables”

Las mismas eléctricas han acudido a la Cumbre del clima COP25, siete años después, manifestando todo lo contrario, que las renovables son la tecnología más eficiente y competitiva para la descarbonización. Es difícil saber si mintieron más entonces o ahora; lo cierto es que, si entonces consiguieron arruinar y paralizar las renovables, ahora, con la competitividad de las nuevas tecnologías energéticas, el nerviosismo se repite.

Los 6 hitos de la resistencia al cambio de modelo energético
• Los precios de la electricidad y el gas para los hogares españoles son de los más caros de Europa. Y no es por las renovables sino debido al incremento del precio del CO2 con un mix excesivamente carbonizado, a la falta de más renovables distribuidas que rebajen el precio de la energía y a las barreras para que los clientes aprovechen las funciones de eficiencia energética de los contadores inteligentes. El ahorro no va con las eléctricas.

• El desplome de la demanda eléctrica y gasista, que está al nivel de hace una década, adquiere carácter estructural y amenaza los ingresos del sistema, basados en crecimientos constantes de la facturación al cliente. Mientras el avance de las tecnologías que permiten la gestión inteligente de la demanda en cada centro de consumo desplaza el poder de mercado de las eléctricas a favor de los consumidores, la política energética sigue priorizando la sostenibilidad de los ingresos del sistema. Volverá el déficit de tarifa.

• La estructura del recibo de la luz obliga a los consumidores a pagar todos los costes reconocidos y los déficits del sistema eléctrico y gasista. Se otorga más peso a la parte fija del recibo que al consumo de energía. Se garantizan así los ingresos del sector y se penaliza el ahorro y el autoconsumo. ¿Qué empresa no querría tener garantizados por los clientes los ingresos para cubrir sus costes fijos? Al impedir señales de precio que incentiven la eficiencia energética y la generación distribuida, el recibo de la luz se diseña para una electricidad cara.

• El decreto que establece la retribución a las renovables, aprobado por el actual gobierno en funciones, les ha devuelto la estabilidad regulatoria. De no haberlo hecho se hubiera repetido la inseguridad, la quiebra de las instalaciones y ahuyentado a los inversores, como se hizo desde 2012 hasta 2018. Aunque las eléctricas han permanecido calladas, han reaparecido las mentiras de 2013 de que el “decretazo” que da seguridad jurídica a las renovables subirá la luz a los consumidores. Las noticias falsas sobre las renovables siguen ahí.

• La CNMC propuso, siguiendo criterios europeos, una rebaja de los peajes de las redes de electricidad y gas. Los ataques contra la CNMC se dispararon hasta acusarla, sin datos, de desestabilizar el sistema energético, cuando desde 2017 ha estado advirtiendo de la excesiva rentabilidad de las redes e infraestructuras gasistas innecesarias. La presión al regulador independiente ha sido tal por demostrar que la luz se puede abaratar a hogares y empresas, que el gobierno ha decidido prorrogar para 2020 los peajes actuales.

Mientras tanto, el Gobierno de Canarias ha decidido cerrar la entrada del gas en las islas, Bruselas ha desestimado el gasoducto con Francia (Midcat) por falta de demanda, once patronales de grandes consumidores han calculado en 2.000 millones la sobrerretribución al sector gasista y la Asociación Española del Hidrógeno ha declarado que las actuales infraestructuras de gas son incompatibles con el metano o el hidrógeno de origen renovable”

El gas no es la energía de transición
La reputación del sector energético convencional está en crisis. Las encuestas de la CNMC reflejan reiteradamente cómo la luz y el gas son los servicios peor valorados por los consumidores. Las denuncias por prácticas contra la competencia en el sector son constantes. El espionaje de Iberdrola a políticos y ACS es un reflejo del deterioro reputacional que no se arregla llenando los medios de comunicación con publicidad subliminal.

La conversión a la sostenibilidad y la descarbonización de eléctricas, gasistas y petroleras solo es la defensa in extremis de su poder de mercado y de un modelo energético centralizado, sin competencia, que día a día pierde competitividad en todo el mundo. Sólo la inversión renovable a gran escala compensa la depreciación de los activos fósiles y nucleares.

Las renovables, el autoconsumo, el almacenamiento, la generación distribuida y la gestión de la demanda abren la competencia a millones de consumidores. De un modelo monopolizado por cinco empresas se pasa a otro de millones de clientes activos que determinan el mercado, los precios de la energía y la reducción a cero de las emisiones.

No será fácil y a cada nuevo paso de la transición energética retornarán las mentiras de quienes desde el principio negaron el acceso de los consumidores a la generación renovable.

Este artículo se publicó originalmente en La Oficina de JGB

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Fukushima4ever
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