sergio de otto

Las ciudades se mueven

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Ya lo hacen grandes urbes europeas como Copenhague o Hamburgo con ambiciosos objetivos de reducción de emisiones, cero emisiones en 2025 en el caso de la capital danesa. Están en el camino Barcelona, Málaga o Vitoria que han puesto la sostenibilidad como eje fundamental de la política municipal. Mientras la política de la Administración Central ha dado en los últimos años significativos pasos atrás en materia energética –pero no solo–, algunos municipios asumen hoy que tienen un importante papel que jugar en la construcción de un mundo más sostenible.

Más allá de sumarse a algunas iniciativas loables como el Pacto de los Alcaldes para el Clima y la Energía (lamentablemente en ocasiones se quedan en la foto) y de otras similares, es fundamental que todas las corporaciones locales asuman que van a ser el escenario del cambio de modelo energético como señala la Fundación Renovables en su documento Ciudades con Futuro. Este documento fue el punto de partida de una muy interesante jornada celebrada el pasado 26 de mayo y en la que quedó de manifiesto no solo que es posible, con la presentación de resultados de ciudades que ya avanzan en esa dirección, sino que son muchas las herramientas que están en su mano y que en buena medida no requieren grandes inversiones, inversiones que en cualquier caso suponen siempre un retorno inmediato no solo en términos económicos, que también, sino en calidad de vida para los que las habitamos.

La energía es el vector de esa ruta hacia la sostenibilidad, hacia la reducción de emisiones. En las ciudades se consume el 80% de la energía (aunque las emisiones se produzcan en muchos casos lejos) y esta a su vez es la primera causa del calentamiento global. La energía es el elemento fundamental de una revolución de la movilidad urbana, requisito inexorable para hacer de nuestras ciudades un entorno más amable y más solidario con el planeta. La peatonalización, la bicicleta (impresionante el ejemplo de Copenhague), el vehículo eléctrico y el transporte público (electrificado por supuesto, no con gas) son las herramientas complementarias a un rediseño urbanístico que debe recuperar el barrio como núcleo esencial de la vida urbana.

La energía, su despilfarro, la ineficiencia en su uso es el argumento para llevar a cabo como prioridad absoluta la rehabilitación energética de nuestro parque inmobiliario. Solo un 1% de las viviendas obtiene la calificación energética A y apenas un 11% la B. La rehabilitación debe ser una prioridad porque tendrá repercusiones positivas en todos los ámbitos: en ahorro de emisiones, en reducir la dependencia exterior, en bajar nuestra factura energética particular y, sobre todo, ayudará decisivamente junto con otras medidas (tarifa social) a combatir esa vergonzante lacra para nuestra sociedad que supone la pobreza energética.

La autosuficiencia energética es otro de los pilares en la construcción de esas nuevas ciudades que queremos. No podemos seguir siendo sumideros de consumo de una energía que se genera en otros rincones y que deja sus impactos o en el medio rural o en los puntos donde se concentran los grandes centros de producción. Las ciudades, sus edificios, sus infraestructuras tienen que ser más eficientes y acoger las instalaciones de generación, renovable por supuesto, que permitan un autoabastecimiento total como ya lo hacen pequeños municipios del norte de Europa.

Las ciudades están llamadas a ser el escenario del cambio de modelo energético, no tienen que esperar a que los gobiernos marquen el camino. Tienen suficientes competencias para ponerlo en marcha. Eso sí, es fundamental que cuenten con la complicidad de la ciudadanía y para ello deben incorporar a todos sus planes acciones en sensibilización y abrir generosos cauces de participación. No es una tarea fácil, pero este cambio disruptivo solo puede llevarse a cabo compartiendo las decisiones con quienes van a protagonizarlo.

Desde la Fundación Renovables hemos mantenido siempre que el cambio no es de tecnologías. El cambio es cultural, se trata de situar al ciudadano en el centro del sistema. Nos corresponde ahora exigir a nuestros municipios que faciliten el que ejerzamos ese papel.

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