bioenergía

Javier Díaz González, presidente de la Asociación Española de Valorización Energética de la Biomasa (Avebiom)

La biomasa aspira a representar el 50% de la energía nacional de calefacción

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La biomasa no solo se postula como solución térmica (las ventas de estufas están creciendo en España a razón de un 20% cada año), sino que también quiere ser agente activo en el sistema eléctrico nacional. El presidente de Avebiom, Javier Díaz, repasa a continuación las claves del sector -en general, optimista-, pero recuerda a la vez que el Gobierno Sánchez no ha eliminado aún la limitación de las 6.500 horas anuales en las plantas de generación eléctrica con biomasa, ni ha convocado subastas específicas para este sector, que puede aportar al sistema eléctrico nacional la gestionabilidad que aportan hoy el carbón, el gas y la nuclear.
La biomasa aspira a representar el 50% de la energía nacional de calefacción

El progreso del sector de la biomasa “térmica” en España ha sido tan importante durante los últimos años que en estos momentos se encuentra en condiciones de aspirar a satisfacer el 50% de la energía empleada en calefacción. Un objetivo que implica multiplicar por más de cuatro su peso actual (12%) a medio plazo.

El número de estufas y calderas de biomasa aumenta a buen ritmo, superando ya las 250.000 instalaciones. Y las ventas de pellet y astillas de calidad alcanzan cifras récord año a año. Es decir, España cuenta con un sector muy competitivo, en precios y en términos de seguridad y confortabilidad para el usuario.

Nuestro país sigue, en este sentido, la estela de la Unión Europea, donde hay en funcionamiento más de 4,5 millones de estufas y calderas de biomasa, lo que genera más de 315.000 empleos y que sustituyen el equivalente al consumo de 98.000 millones de litros de gasóleo para calefacción. El 75% del consumo final de biomasa se destina a la producción de calor, principalmente en los ámbitos residencial e industrial.

Según los últimos datos disponibles, la producción de energía primaria con biocombustibles (líquidos, sólidos, de gas y de residuos orgánicos urbanos) ascendió en la UE28 a 134 millones de toneladas equivalentes de petróleo (tep). La gran mayoría proceden de la biomasa sólida (94 millones), que se emplea principalmente para la generación de energía térmica.

La bioenergía es, en su conjunto, la principal fuente de energía renovable consumida en la UE (63,83%). Sin embargo, en España, este porcentaje es sensiblemente más bajo (40,45%).

Por esta razón es por la que Avebiom ha reclamado al Gobierno de España la convocatoria de nuevas subastas que dinamicen la generación eléctrica con biomasa, con el fin de mantener la base de generación gestionable necesaria, que nos permita sustituir la generación de las térmicas de carbón, las centrales de ciclo combinado y las nucleares, que pretende cerrar el Gobierno.

Es verdad que el cambio de gobierno que se produjo en junio pasado disparó las expectativas, debido al anuncio de un decidido impulso a las energías renovables. Sin embargo, a las puertas ya del año 2019, no es menos cierto que las novedades en el sector han brillado por su ausencia. Y en concreto en el caso de la biomasa, no se ha eliminado la limitación de las 6.500 horas anuales en las plantas de generación eléctrica con biomasa, ni se han convocado subastas específicas para nuestro sector, si bien la retirada “provisional” del impuesto a la generación (7%), fue un primer paso en positivo.

En cuanto a la biomasa “térmica”, para lograr el objetivo de que aporte el 50% de la energía nacional de calefacción, es preciso contar con el decidido apoyo del Gobierno central y de los de las comunidades autónomas, que deben permitir la viabilidad y factibilidad a los grandes proyectos. Es imprescindible mantener el ritmo de crecimiento en la instalación de estufas y calderas pequeñas, para lo cual las ayudas son importantísimas, pero para avanzar en la de grandes redes de calefacción y refrigeración (District Heating and Cooling), es necesario además una mayor implicación en la simplificación de trámites administrativos y, por supuesto, actuar de forma ejemplarizante, enganchando a estas redes los edificios de titularidad pública. 

Las previsiones del sector, en este sentido, según los datos en poder de Avebiom, son optimistas. Por un lado, porque se mantiene el ritmo de crecimiento de las ventas de estufas, con incrementos anuales por encima del 20%. Y, por otro, porque aumentan muy significativamente las redes de calor.

Actualmente hay en España 375 redes de calor con biomasa en funcionamiento, 340 más que hace siete años, con una potencia acumulada de 312 megavatios térmicos. Y a esa cifra hay que añadir las 78 instalaciones en fase de construcción, que elevarán la potencia acumulada a 453 megavatios térmicos. Según nuestras estimaciones, en 2020 habrá alrededor de 700 redes de calor, operativas o en fase de construcción, con una potencia acumulada superior a los 860 megavatios térmicos.

Si a este buen ritmo de progreso en la biomasa “térmica” se añadiera el decidido apoyo del Gobierno, mediante la aprobación de un marco normativo y económico más adecuado para la biomasa “eléctrica”, estoy seguro de que España avanzaría muy rápidamente en la reducción de las importaciones de combustibles fósiles, a la que ya contribuye nuestro sector.

Actualmente -al igual que en Europa-, mientras se amplía la dependencia exterior de combustibles fósiles, solamente se importa el 4,1% de la biomasa que consumimos, tres décimas menos que el ejercicio anterior. Y, por el contrario, las ventas de biomasa al exterior aumentan, situándose las de España en el 5,7% del total, porcentaje similar al de los países bálticos.

Es decir, el sector de la biomasa podría contribuir más eficazmente, con más peso, al objetivo de conseguir una mayor independencia energética de España, que cada día se desengancha un poco más de los combustibles fósiles, en su gran mayoría importados.

Además, como es bien conocido, nuestro sector es generador neto de empleo en las áreas geográficas más desfavorecidas, como son las zonas rurales. Por lo tanto, poner en valor nuestros montes, que son la principal fuente de la biomasa para uso energético, no solo implica el impulso a una actividad industrial de extracción y transformación sostenible de la materia prima, sino que contribuye en gran medida al éxito de la lucha contra la despoblación, sino que se consolida una actividad económica no “deslocalizable” que puede garantizar el futuro de muchos pueblos y ciudades.

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