“Pensamos atacar dos problemas: tratar aguas residuales y obtener un producto de valor agregado”, explicó Germán Buitrón Méndez, uno de los investigadores del proyecto.
Tras un proceso de transesterificación, las microalgas se utilizan para producir biodiésel. Los sistemas con microalgas desarrollados son aerobios (en presencia de aire). El resultado es un sistema combinado con el cual se degrada la mayoría orgánica, aunque para su crecimiento se requiere energía luminosa.
Posteriormente, la biomasa pasa a un sistema anaerobio (en ausencia de aire) para producir metano o a un proceso fermentativo para originar hidrógeno. Como las microalagas acumulan lípidos, la cantidad de los gases resulta mayor que si sólo se digieren bacterias. Una vez obtenido el combustible, éste es purificado para remover el dióxido de carbono y aumentar la concentración de uno u otro gas, explicó Buitrón Méndez.
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